Siete. Zane.

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Estoy en problemas.

La luz me golpea directamente en la cara. Es una sensación que no experimento hace demasiado tiempo y que me gustaría poder disfrutar. Dejar que los rayos de sol me acaricien la piel, cerrar los ojos y perderme en el calor hasta ver manchas naranjas detrás de los párpados. Lo cierto, es que no puedo soportarlo ni un segundo. Tengo que cubrirme el rostro.

Describo el dolor de la luz como una migraña que siempre está presente pero que se va profundizando cada vez más cuando un nervio se ve amenazado o desprotegido. Tengo que cerrar los ojos para evitar que se extienda por toda mi cabeza. Aunque me mareo en el acto, me mantengo en pie. 

Por un momento me ataca el impulso de hacerme un ovillo, rodearme con los brazos y cubrir mis oídos y ojos para ser solo yo y la seguridad que la oscuridad me brinda. Sin embargo, recuerdo que fueron las muestras de debilidad como tal lo que me llevó a abandonar distintas instituciones en el pasado. Tampoco soy el niño que podía hacer que las personas desaparecieran al sumergirse en su propio mundo negándose así mismo a aceptar la realidad. 

Aguardo. Parpadeo lentamente y con una mano sirviéndome de protección, espero a que todos terminen de salir. Mantengo mi posición firme por lo que parece una eternidad. Aguanto el latido punzante que me atraviesa la sien, mientras apenas veo las figuras de los estudiantes pasar junto a mi como destellos de sombras. De nada me ha servido agudizar el oído con tanto ruido rodeándome. Son demasiadas voces murmurando, dejando eco de cada paso, es demasiado sucediendo de una vez. Este maldito simulacro.

El tiempo se alarga para mi mientras la película de mi vida corre a doble velocidad a mi alrededor y parece nunca acabar. Si no tuviera conocimiento de la enfermedad que padezco, pensaría que el guionista de mi historia está drogado o borracho en alguna parte de un universo alterno, planeando como hacer de mi vida cada vez más mierda mientras escucha a Michael Bolton o algo  todavía más deprimente. 

Espero a que las personas se dispersen hasta que el sonido se va desvaneciendo de a poco. No encuentro mi gorra por ningún lado y no quiero salir así y verme más expuesto, ni mucho menos darles a los del periodico la noticia que buscan. Tampoco me agrada la idea de no completar el simulacro con éxito debido a una mala jugada que alguien me ha hecho. Aunque siendo honesto; de verme atrapado en una situación real con riesgos reales, sería un desastre total.

Siempre traigo un repuesto de gorra en mi bolso junto a mis medicinas, pero dadas las circunstancias en las que un simulacro sucede, no se nos permite poner nuestras vidas en peligro por cargar algo material que puede reemplazarse con facilidad. Debería haber alegado por mi propia seguridad ante cualquier norma, pero no lo hice y ahora sufro las consecuencias. 

Es poca la gente que no termina de salir del edificio. Entre las pisadas que marcan un ritmo desordenado, un andar acompasado se cuela a través de mis oídos siendo esto lo único en lo que puedo concentrarme por un minuto. 

Me mantengo alerta hasta que el dueño de dichos pasos se acerca hasta donde estoy abriéndose camino entre los estudiantes. Creo saber de quién se trata antes de que llegue hasta mí. Recuerdo su andar singular desde el primer día que decidió enfrentarse a Arik en el salón de humanidades, solo alguien como Even Bakkenvel tiene el poder de hacer que la gente se aparte de su camino sin decir una palabra. Le reprocho a mi cerebro por guardar datos tan simples y poco significantes en lugar de algo que realmente me saque de esta situación.

—¿Ahora mismo te considerarías un caballero en apuros, Zane Ackerman? —pregunta deteniéndose a un metro frente a mi. Ignoro la forma en la que dice mi nombre, mas no la burla que le produce mi estado.

Lights (Luces)Where stories live. Discover now