Tres. Zane.

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 Al menos un kilómetro separa mi nuevo hogar de la secundaria Elvebakken y dado que debo memorizar el camino, regreso caminando

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 Al menos un kilómetro separa mi nuevo hogar de la secundaria Elvebakken y dado que debo memorizar el camino, regreso caminando.

Pese a que el viejo pueblo de Oslo se conoce como un área urbana formada por ruinas, es una ciudad impresionante. La ciudad siempre está en constante desarrollo, pero también guarda un diseño original de tiempos diferentes al que actualmente vivimos. No circulan muchos autos debido a que la vía principal está más al norte, pero eso no minimiza el movimiento de los transeúntes o trabajadores que vuelven a sus hogares luego de un arduo día de trabajo. 

Las personas me ven cada vez menos con la caída del atardecer. Algunos se apartan de mi camino, más por costumbre que por algún sentimiento de incomodidad que yo pueda causar en ellos. Y me lleva a cuestionarme porque los chicos de Elvebakken no pueden ser iguales. Habiendo tantas cosas y lugares interesantes por descubrir y ver en esta ciudad, han decidido invertir su curiosidad en mí. Vaya desperdicio. 

Llego a mi destino cuando la noche ya besa el cielo. Junto con mi guardián elegimos mi hogar solo un mes antes de mudarnos a Noruega. Es práctico y pequeño, como un departamento individual equipado con dos cuartos con baños propios. La cocina y la sala de estar están divididas únicamente por una pared de madera que se une al pequeño cuarto de pila de concreto que es de lo que la casa está hecha. Es todo lo que necesito ahora. 

Los vecinos no son un problema. Nadie mostró interés a mi llegada ni después. Tomé eso como una buena señal. Tampoco esperaba una bienvenida con una tarta recién horneada ni nada por el estilo. Aunque la idea me hace agua la boca. 

Confirmo que no hay nadie alrededor de la casa antes de entrar por completo. Dejo caer el bolso en uno de los  muebles que ocupan la sala y evito las cajas que aun no termino de desempacar en el camino a mi habitación. Allí, enciendo un par de velas de cera y las acomodo estratégicamente en los lugares que creo son menos propensos a causar un incendio. Es por que ya ha sucedido antes que prefiero ser precavido y evitar otro accidente. 

Con la luz no dañina que las velas producen al iluminar el cuarto, empiezo a deshacerme de mi propia oscuridad. Me quito la gorra primero alborotándome el pelo en el acto. Este desprende un leve olor a sudor y es totalmente normal después de llevar la prenda puesta todo el día. Recuerdo encontrar otra para usar mañana. A continuación me deshago de la ropa con la intención de tomar un baño. Y por último, con sumo cuidado, desató la pequeña unión de cuero en la parte posterior de la cabeza y procedo a quitarme el parche de mi ojo derecho. 

Parpadeo lentamente para acostumbrarme a la débil luz que emiten las llamas de las velas. No veo casi nada con este ojo, manchas y figuras borrosas en su mayoría. Hace mucho dejó de asustarme la idea de perder la visión en el. El temor no solo me motivó a cuidar de mi ojo izquierdo con mayor razón, si no que también me obligó a desarrollar completamente mi sentido de la audición. Así, esta habilidad pasó a ocupar la función que la discapacidad de ver con un solo ojo trajo. 

Lights (Luces)Where stories live. Discover now