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El álbum de fotos resbaló por el suelo, asustando a todos los presentes. Katniss estaba de pie, balanceándose ligeramente, con la cara blanca como la cal y las pupilas tan contraídas que sólo se veían dos pequeños puntos negros, pues el gris intenso de los iris dominaba su semblante.

—Peeta —dijo con un hilo de voz casi imperceptible.

—Oh, mierda. —Él se levantó de la silla como un rayo y la abrazó contra si al tiempo que las rodillas de Katniss empezaban a doblarse.

—¿Qué ocurre? —exclamó Annie alarmada.

Tanto Peeta como Finnick no le hicieron caso, pues toda su atención estaba concentrada en Katniss, que respiraba agitadamente, jadeando, y tenía los ojos muy abiertos y fijos, viendo algo que ellos no podían ver.

—¿Peeta ? —dijo otra vez, con la voz teñida de desesperada súplica. Sus manos asieron la camisa de él, retorciendo la tela.

Peeta la sentó suavemente en el sofá.

—Estoy aquí, nena —le dijo, con la esperanza de que ella le oyera.—¿Está ocurriendo otra vez? —Katniss no contestó, y él la sacudió con insistencia—. ¡Katniss!

La jadeante respiración se convirtió en sollozos secos, ásperos.

—Me está mirando —dijo con una voz que ya no era la suya.

Peeta no pudo conseguir que Katniss reaccionara de nuevo, permaneció sentada sin moverse, y su respiración se fue normalizando hasta resultar apenas perceptible. Tenía los ojos abiertos y no pestañeaba.

—Mierda —dijo Finnick en voz baja, acuclillado junto a Peeta—. Cuando dije que Katniss podía tener una visión aquí tan bien como en casa, lo dije de broma.

—Finnick —dijo Annie con voz muy clara y firme—. ¿Qué está pasando? —El hecho de que no entendiera nada demostraba que Finnick, como de costumbre, había mantenido la boca cerrada y no había contado lo de los poderes de Katniss a nadie, ni siquiera a Annie. Peeta no apartó su mirada de preocupación del rostro de Katniss. Ésta se encontraba fuera de su alcance, y eso no le gustaba, no le gustaba saber que ella estaba pasando por un infierno y él no podía hacer nada. Había acabado la espera.

—Finnick. —Annie sonó como si estuviera a punto de recurrir a la violencia.

—Adelante —murmuró Peeta distraídamente a Finnick—. Puedes decírselo.

—¿Decirme qué? ¿Qué le ocurre a Katniss?

Finnick se levantó y puso una mano en el brazo de Annie. —Katniss es vidente —explicó en voz baja—. Tiene visiones de los crímenes mientras éstos tienen lugar.

—¿Vidente ? —Annie le miró furiosa—. Te lo advierto, Finnick Odair...

—Es verdad —dijo Peeta. Deseó intensamente que no lo fuera—. Ahora mismo está teniendo una visión. En este momento se está cometiendo otro asesinato.

—Si esto es una broma...

—No lo es —replicó él sin más.

—No se lo digas a nadie —le dijo Finnick—. Aparte de nosotros tres y del teniente Bonness, no lo sabe nadie más.

Annie miró nerviosa a Katniss.

—¿Cuánto dura esto?

Peeta consultó su reloj. Eran las 22.36, más temprano que en los dos asesinatos anteriores.

¿Farsa?Where stories live. Discover now