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—¿Cómo se llama la víctima? —preguntó Peeta, mirando el cadáver mientras el fotógrafo de la policía tomaba instantáneas desde diferentes ángulos.

Era una escena del crimen típica, si es que existía semejante cosa. La habitación hervía como un hormiguero, y la mayoría de los presentes no hacían nada salvo andar por ahí. La casa estaba abarrotada de policías, y el barrio atestado de reporteros que no hacían caso de la ligera lluvia con tal de conseguir un comentario de cualquiera que quisiera hablar con ellos. Allí estaba Bonness, y también Finnick, Freddie y Worley... Dios, parecían estar allí todos los detectives del equipo, y decían que el jefe venía de camino. Los chicos de las huellas dactilares estaban pintando todo con su polvillo negro, la gente de las pruebas forenses pasaba una aspiradora... Aquello era un zoo.

—Felicia Alden —dijo Freddie—. Su marido, Gene, fue quien la encontró. Es representante de ventas de una empresa farmacéutica y ha estado en viaje de trabajo.

—Y resulta que vuelve a casa justo cuando su mujer ha sido asesinada —dijo Peeta en tono cansado. Todos se miraron entre sí. Habían visto las escenas de los otros crímenes y ésta no se les parecía en nada, salvo por el hecho de que había muerto una mujer a cuchilladas.

Además, la víctima estaba aún vestida y tumbada en la cama como si la hubieran matado allí. No había indicios de agresión sexual.

Peeta dejó escapar un suspiro de alivio. Katniss no se había equivocado; todos sabían, y era sólo cuestión de probarlo, Gene Alden probablemente había asesinado a su esposa e intentaba que pareciera obra del asesino en serie. Probablemente pensó que, ya que los medios de comunicación habían informado que no había pruebas, estaría seguro cuando la investigación encontrase sólo material forense que podía relacionarse con él; al fin y al cabo, él vivía allí.

—Lleváoslo para interrogarlo y averiguad si tenía alguna póliza de seguros contra su mujer dijo Bonness—. O si la pilló con otro tío. Yo voy a intentar calmar a los periodistas, pero no podré decirles gran cosa hasta que acusemos efectivamente a ese tipo, así que no creerán. Parecía deprimido ante la idea de enfrentarse a la horda reporteros chillones.

—Por lo menos podremos hacer algo con este caso —comentó Freddie.

Finnick se acercó a Peeta y ambos salieron de la casa. Los periodistas se apiñaban en torno a Bonness, gritándole preguntas. Él intentaba hablar, pero ellos no dejaban de interrumpirle.

—Supongo que Katniss no habrá tenido una visión de este asesinato —dijo Finnick.

—Ni siquiera lo ha vislumbrado, pero de todos modos ha pasado algo inquietante; no ha sido una visión, pero esta tarde ha tenido una especie de conexión con él. El asesino había escogido a su próxima víctima, pero ocurrió algo y la perdió.

Finnick lanzó un silbido.

—¿Cómo está Katniss?

—Con los nervios de punta. Esto la está agotando.

—No me extraña. Ojalá hubiera algún modo de hacérselo más fácil.

—Yo me aseguraré de que esté bien —dijo Peeta con seriedad. —A propósito, ¿cómo van las obras en mi casa?

—Los suelos casi están terminados, y entregarán los muebles este fin de semana. Podrás mudarte el lunes, si quieres.

Peeta soltó un resoplido al entrar en el coche.

—Venga ya, colega.

Finnick rió.

—Sí, eso es lo que yo pensaba. Te veré por la mañana.

¿Farsa?حيث تعيش القصص. اكتشف الآن