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De algún modo estaba sobre su regazo, con la bata todavía abierta y la mano de Peeta dentro, pero en vez de sentirse amenazada, Katniss se sentía profundamente segura, rodeada por el calor y la fuerza de él como si de una ciudadela se tratara. Era una sensación deliciosa, una que jamás había podido disfrutar. Quería hundirse en él, gozar de aquella libertad nueva, porque era eso, un paisaje enteramente nuevo que se abría ante ella. Pero Peeta quería información, con todo detalle, y el detective Mellark era muy bueno en salirse con la suya. Podía haber resistido la intimidación, pero no aquel silencio de espera que mantenía, un silencio en el que ella percibía tensión. Aquella tensión no se aliviaría hasta que Peeta lo supiera todo, de manera que se lo contó, hasta el último detalle de horror, incluido el sentimiento de culpa que había guardado dentro de sí a lo largo de los años.

Tenía la cabeza apoyada en su hombro y el rostro vuelto hacia la musculosa pared de su pecho. Por alguna razón era más fácil así, como si ella no pudiera ver ni ser vista.

—Me dejó sin conocimiento — comenzó — Cuando volví en mí estaba desnuda, tendida de espaldas en el suelo, con las manos atadas a una especie de tubo, quizás un viejo radiador. Gleen estaba desnudo también, sentado a horcajadas sobre mis caderas y con el cuchillo en la mano, sonriente y aguardando a que me despertase. Dusty estaba atado a una cuna como a un par de metros de distancia, viéndolo todo. Era un niño muy guapo. —Su tono de voz era suave y distante al recordar—. Tenía rizos dorados por toda la cabeza y unos ojos azules grandes y redondos. Estaba muy asustado y lloraba todo el tiempo.

Peeta bajó la vista a su gran mano apoyada en el vientre de Katniss, que casi lo cubría completamente. La idea de que Gleen le viese así y que utilizase un cuchillo contra aquel cuerpo suave, esbelto, femenino, era tan insoportable que apenas reprimió el gruñido que empezó a surgirle del pecho. Katniss parecía haberse olvidado que en aquel momento estaba casi desnuda, con la mente perdida en el pasado, pero Peeta era muy consciente de ello. Aun en su rabia miró aquellos pechos suaves y redondos de tiernos pezones rosados y sintió el deseo quemarle por dentro. Lo controló, lo obligó a mantenerse apartado para poder abrazar a Katniss y escucharla. ¿Alguna vez la había abrazado alguien, le había procurado consuelo? Creía que no, y eso contribuía a incrementar su rabia.

—No sé por qué lo hice —prosiguió Katniss, con la con la cabeza apoyada confiadamente en el hueco de su hombro—. Pero algo dentro de mí se negó... No pude rendirme a él. Antes habría muerto que darle lo que quería. Él quería que le suplicara, pero yo no estaba dispuesta a hacerlo. Quería que yo tuviera miedo, y lo tenía, pero no permití que él lo viera. Me reí de él. Oh, dios, me reí de verdad. Él me hirió con el cuchillo, y yo le grité y le dije que era una patética imitación de un hombre. Él me separó las piernas e intentó metérmelo.— Titubeó incómoda—. Ya sabes... eso, no el cuchillo.

—Ya sé lo que es «eso» —gruñó Peeta.

Katniss escondió la cara un poco más en la curva de su cuello.

—No pudo hacerlo, y yo me burlé de él, le dije que no tenía más que un miserable gusano y que él mismo era un miserable gusano. Él se puso fuera de sí, noté que perdía el control, que explotaba todo aquel odio y aquella furia, pero seguí empujando. También sentí lo que experimentaba Dusty, tan aterrado, suplicándome que no permitiera que aquel hombre malo le hiciera daño otra vez.

Así que seguí riéndome de Gleen, dándole patadas todo lo que podía. De algún modo conseguí darle un puntapié entre las piernas, aunque no muy fuerte porque me resbaló el pie en su muslo, pero él... se volvió loco. En un momento determinado estaba sobre mí y al momento siguiente estaba atacando a Dusty, y Dusty chillaba a todo pulmón. Todavía le oigo chillar. Percibí sus sentimientos, su terror absoluto, su agonía. Fue como una ola negra que me inundase, que me invadiese el cerebro, y yo también me puse a chillar. Chillé y chillé, había sangre por todas partes... —Se detuvo, y después de una interminable pausa que duró tan sólo unos segundos, dijo simplemente—: No recuerdo nada más. Dusty murió, y yo morí con él.

¿Farsa?Where stories live. Discover now