Soy Meira, híbrida con algún super-poder y cabeza de familia de una humilde casa, en la cual convivimos mis tres hermanos pequeños y yo, de vez en cuando también mi padre, pero preferimos que no sea así. Es un ser horrible, y aunque está mal que yo lo diga, su muerte no me causaría ninguna pena. Yo me encargo de mis hermanos, que son lo mejor que me ha pasado en la vida: Anwar es la más pequeña con cuatro añitos y es como un pequeño huracán, allí por donde pasa lo revuelve todo; Firas tiene diez años y es el niño más cariñoso e intuitivo que he conocido nunca; después está Jesé, el más temperamental de los tres y tiene dieciséis años. Por último estoy yo, Meira, tengo diecinueve años y mataré a cualquiera que ose dañar a alguno de mis hermanos.

Acabada esta introducción volvamos al tiempo real…

        –¡MEIRA, COMO TE VUELVAS A ARRIESGAR DE ESA FORMA TE PIENSO ENCERRAR EN UNA HABITACIÓN Y NO TE DEJARÉ SALIR NUNCA! –Me gritaba Adrián, mi jefe para ser más exactos, el cabecilla de los Rebeldes, nuestra máxima autoridad y mi hermano mayor adoptivo las 24h del día.

        –¡Juro que no he arriesgado tanto! No podíamos dejar a esa pobre niña indefensa, era una cría de lobo, un cachorrito sin culpa alguna. Además, no nos supone ningún problema, vamos al territorio de los lobos la soltamos y huimos. A mí me hubiese gustado que lo hubiesen hecho con mis hermanos o con alguno de nosotros.

Adrián me quería sacar los ojos porque había arriesgado mi vida para salvar a una niña que encontramos en uno de los sótanos de una de las guaridas de los Xafta. La misión era fácil, entrar, noquear a los cuatro guardias que sabíamos que estarían en la casa, coger el cargamento de medicamentos y salir. Pero cuando entramos sentí un latido de más (con mis poderes raritos) y no pude evitar la curiosidad de saber si era un latido amigo o enemigo. Cuando baje al sótano me encontré con una niña rubia, con grandes ojos asustados color miel y encogida en una esquina muerta de miedo. Como mucho tendría unos 7 años. Cuando me acerque a ella se echó a temblar y no pude hacer otra cosa que apiadarme de ella, le pregunte qué hacía allí y me conto que la habían separado de su papá y mamá. ¿El único problema de todo este acto de compasión? Que la niña olía a lobo a 3km y que Abbas líder de su manada y rey de los lobos de Zafira (nuestro país), no era que podamos decir muy amigable. Y el hecho de que tenía fama de actuar antes de preguntar, era la razón por la cual Adrián estaba tan enfadado con mi acto de compasión.

        –Tú ves muy fácil lo de entrar y salir. Pero antes de que entremos a su territorio ya sabrá que vamos a entrar en él. Abbas nos matará antes de que le podamos preguntar si se le ha perdido un niño. –Explicaba Carlo mano derecha de Adrián y especialista en asaltos del grupo.

        –¡Venga ya! Sois unos exagerados… ¡Seguro que es más la fama que otra cosa! ¿A que sí, niña-de-ojos-verdes-cuyo-nombre-aún-no-me-ha-dicho?

        –Soy Anaïs… y la verdad es, que a mí me da mucho miedo Abbas… –Nos dijo la niña con los ojos aún más grandes.

        –Shhhh!! Anaïs que tú eras mi aliada… Si sigues diciendo cosas como esas no conseguirás convencerlos para que te llevemos a tu casa. –Le dije a la niña para que me diese un poco de apoyo pero lo que no preveía era las muecas que empezó a hacer su cara–. ¡No, no, no, no! No te pongas a llorar, solo era una broma ahora mismo te devolvemos con tus padres y allí ya lloras con ganas.

No era por ser cruel pero mi relación con los niños solo era buena con los míos, con los niños de los demás siempre la cagaba.

        –¡Pero mira lo que has hecho! ¡Corre súbete al coche! –Me ordenó Adrián–. Llevaremos a la niña al territorio de los lobos, si hace falta la dejamos a unos quilómetros y hacemos una llamada anónima a Abbas para que la vaya a buscar. Tú, Carlo, también vienes con nosotros.

        –¿Has visto donde me has metido? –Me decía recriminatoriamente Carlo–. El día que hagamos una misión en la que no nos metas en un lío será porque algo te ha pasado.

        –Eres tan catastrófico… ¿Tú también te vas a echar a llorar? ¿Quieres que llame a tu mami?

        –¡Calla! Le diré a mi mami que como te burlas de mi… ¡Que no te haga nunca más carrot cake! Y no le digo que deje de cuidar a tus hermanos porque ellos no tienen la culpa de tener una hermana tan… tan…

    –¿Te faltan las palabras Carlo? ¡Jajajaja! –Me empecé a reír como una loca solo para fastidiarlo–. Pues que sepas que yo si tengo un adjetivo para ti… ¡INFANTIL!

        –¡PODÉIS CALLAROS LOS DOS DE UNA VEZ! –Nos dijo Adrián–. Estáis asustando a Anaïs, ¿a que sí? –La niña empezó a asentir como si le fuese la vida en ello.

Pues sí que nos ha salido la niña traidora, encima que soy yo quien la rescató… Y para colmo, Carlo me miraba con burla, así que yo, acostumbrada a estar rodeada de mis hermanos, le saqué la lengua. Y le dije sin emitir voz alguna “Chúpate esa”. Todo muy maduro.

Al final dejamos a la niña a unos metros del perímetro que rodea el territorio de Abbas, arriesgándonos a que nos pillaran. Le dijimos a Anaïs que andará hacia el territorio de la manada y que enseguida vendría alguien de los suyos a recogerla. Mientras volvíamos de camino a Zel, hicimos la llamada anónima para que se enteraran de su llegada y pedimos un correo de confirmación que la tenían, a una cuenta fantasma que poseíamos. Todo salió mejor de lo que esperábamos.

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