CAPÍTULO 27: Sí, quiero

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El día de la boda de Paulo y Azahar no tardó en llegar

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El día de la boda de Paulo y Azahar no tardó en llegar. Ambas familias estaban deseando que se oficiara el enlace y por ello se encargaron de apremiarse con los preparativos. En poco más de un mes negociaron la suma de la dote, establecieron la fecha, escogieron el lugar para la ceremonia y encontraron la vivienda idónea para la pareja.

Una modesta casa de apenas dos habitaciones en la aldea de Sudentag se convertiría en el hogar de los recién casados hasta la muerte del padre de Azahar, cuando Paulo heredaría las tierras de la familia de la muchacha, y se verían obligados a forjar un nuevo núcleo familiar que les permitiera cumplir con sus obligaciones tanto con unas tierras como con otras.

Por su parte, Brida estaba especialmente ilusionada con el evento. Aunque aquello supusiera tener que despedirse de su amiga, pues Azahar dejaría su servicio en la corte al convertirse en una mujer casada, ella seguía convencida de que sus dos amigos serían felices juntos y para ella aquello era motivo más que suficiente para estar alegre.

Además, dada su proximidad con ambos consortes, Jimena le había concedido un permiso especial para librar aquel día y poder asistir a la boda. Y tras mucho insistir, Brida había logrado que se lo dieran también a Clotilde. A la reina le había costado tener que renunciar a tres de sus doncellas.

—He hablado con mi institutriz —anunció Clotilde. Ella y Brida se encontraban sentadas en un par de cómodas sillas en el salón de casa de la última. Puesto que la vivienda de la familia de la novia se encontraba muy lejos de la aldea en el que tendría lugar la boda, Dolma había ofrecido su casa para que Azahar pudiera prepararse en ella para la ocasión— ¡Me ha dado su aprobación! Tengo permiso para mudarme a tu habitación en cuanto Azahar deje la corte.

—Me alegra ver que ya estáis haciendo planes para cuando yo no esté —intervino Azahar desde lo alto de las escaleras—. ¿Tantas ganas tenéis de deshaceros de mí?

Clotilde y Brida fueron incapaces de responder para seguirle el juego, pues se habían quedado pasmadas al verla. Azahar estaba deslumbrante ataviada con aquel vestido que se había negado a enseñarles hasta entonces. Ajustado a su pecho, de mangas abullonadas y con una falda de gasa a tres capas cayendo con soltura desde su cintura hasta sus pies. Portaba entre sus manos un ramo de lirios blancos y sujeto al moño en el que había recogido su cabello, un velo tan largo que rozaba la cola del vestido.

—Estás impresionante —susurró Brida con la voz entrecortada a causa de la emoción. Las lágrimas comenzaban a amontonarse en sus ojos.

Clotilde fue la primera en abalanzarse sobre Azahar en cuanto esta acabó de descender por las escaleras. Brida no tardó en unirse a aquel abrazo.

Permanecieron así hasta que Raymon entró, acabando con aquel emotivo momento.

—Deberíamos ir yendo a la iglesia con los demás invitados —comentó el hombre. Y dirigiéndose a su hija, añadió: —He dejado a tus hermanos en casa de unos amigos y tu madre ya nos está esperando en el carruaje. Los padres de Azahar no tardarán en venir a recogerla para llevarla hasta el altar.

Crónicas de un reino: amor, guerra y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora