SEGUNDA PARTE: El reinado sombrío

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No fueron muchos los años que duró el rey Francis en el trono

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No fueron muchos los años que duró el rey Francis en el trono. Resultó herido en una cacería tan solo tres años después de la conquista, con tan mala suerte que la herida se infectó y acabó con su vida tras siete jornadas de gran sufrimiento sin poder moverse de su cama.

Su heredero, el príncipe Juler, ocupó el trono y se encargó de seguir con el reinado de terror al que su padre había dado comienzo. Tenía tan solo veintiún años cuando fue nombrado rey.

Las nuevas leyes que el monarca Jorge III había logrado implantar durante su reinado no tardaron en ser revocadas. Todos los proyectos de mejora de las aldeas fueron cancelados, y en su lugar los recursos invertidos fueron destinados a mejorar la seguridad de palacio.

Los nuevos monarcas creían en la jerarquización de las clases sociales, y deseaban que las diferencias entre ricos y pobres quedaran bien patentes. No podía tener los mismos derechos un mero aldeano que un gran noble. Y por encima de todo estaba, como no podía ser de otro modo, la realeza.

Por eso ellos querían un castillo más grande, más ostentoso y con más riquezas. Su deseo era que, solo con ver las paredes del exterior de la fortaleza, el pueblo tuviera claro cuál era su lugar.

Brida se crió ajena a todo cuanto sucedía en la corte. Raymon y Dolma la cuidaron como si de su propia hija se tratase, y gracias a la buena gestión que llevaba el hombre de su negocio, a la pequeña jamás le faltó de nada. Recibió una excelente formación a manos de uno de los mejores maestres de la zona, quien la instruyó en el arte de las letras y le enseñó todo cuanto necesitaba saber acerca de la historia del reino.

Sin embargo su padre, lejos de contentarse con la educación que un erudito podía darle, se dedicó a mostrarle también todos los secretos de un buen negocio. Y su madre, siempre risueña y cariñosa, se encargó de inculcarle a la pequeña importantes valores que la acabarían marcando en un futuro no muy lejanos. También le enseñó a cocinar, a coser y algunas nociones de medicina básica, así como otros menesteres que consideró que podrían llegar a serle de utilidad.

Después de siete años la pareja fue bendecida con dos hijos, un niño y una niña, a los que la primogénita tomó enseguida un gran cariño. La vivienda comenzaba a quedarse pequeña para una familia de seis miembros, y antes de que los mellizos cumplieran su primer año Raymon se había encargado ya de conseguir un nuevo hogar.

La muerte de la ya bisabuela Finna, cuando la princesa contaba con tan solo ocho años, propició que el matrimonio se decidiera a contarle la verdad a la princesa acerca de sus orígenes. A Brida no se le escaparon las últimas palabras que la anciana le dedicó estando ya en su lecho de muerte, y no cesó de abordar a sus progenitores con preguntas hasta que obtuvo de ellos la respuesta que esperaba. "¿Por qué la yaya ha dicho que seré una excelente reina?", se dice que preguntaba.

Hacía tan solo tres días que le habían dado sepultura a la pobre anciana cuando Dolma se decidió a contarle a la pequeña toda la verdad.

Por fortuna Brida era una niña inteligente y muy astuta, y no tardó en asumir aquella nueva realidad. Mantuvo la calma en todo momento, y enseguida comprendió el riesgo que corrían tanto ella como su familia si llegaban a ser descubiertos. Por ello se aseguró en todo momento de mantener el secreto, aguardando pacientemente a que llegara el momento propicio para desvelarlo.

Podemos afirmar que la niña fue feliz a lo largo de toda su infancia, y siempre consideró a sus padres y a sus hermanos su familia incluso cuando le fueron rebeladas sus auténticas raíces. Sin embargo, jamás logró librarse del sentimiento de odio y rencor que sentía hacia Francis y toda su estirpe.

La princesa creció con dos únicas ideas en su mente: cobrarse su venganza y recuperar aquello que le pertenecía por derecho de sangre.

Crónicas de un reino: amor, guerra y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora