CAPÍTULO 21: Taller de costura

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Brida no tardó en acostumbrarse a la rutina de la corte

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Brida no tardó en acostumbrarse a la rutina de la corte. Durante su infancia su madre se había encargado de enseñarle a realizar las que ella consideraba tareas básicas, y las pocas que se le habían asignado que todavía no controlaba, no tardó en dominarlas. Era una excelente alumna, y Dharlyn enseguida le tomó la confianza suficiente como para dejar de supervisarla en todos sus quehaceres.

Habían transcurrido tan solo dos semanas desde su llegada a palacio y ya contaba con la aprobación de la institutriz para acudir por si sola a las llamadas de la reina.

Aquella mañana se les había encomendado la tarea de hacerle compañía a la monarca durante sus horas de costura. El rey Juler había partido para atender algunas de sus muchas obligaciones extramuros, y no regresaría en las próximas jornadas. Aquello tenía a Jimena especialmente nerviosa, pues aunque no estaban en guerra siempre temía por la vida de su marido cuando este se alejaba del castillo, y por ello había hecho llamar a todas sus doncellas. Exceptuando a aquellas que tenían el día libre.

La reina necesitaba distraerse, y con ese objetivo se encontraban ellas allí.

Brida se alegró al comprobar que Azahar y Clotilde también habían sido convocadas, y no tardó en ocupar un sitio a su lado. Sentadas en el suelo, entre cómodos cojines, enseguida se dispusieron a bordar cada una su pañuelo.

Se habían encargado de escoger un lugar alejado del asiento que ocupaba su majestad. Contrario a lo que la mayoría de doncellas deseaban, ellas no tenían ningún interés en llamar demasiado la atención de la reina. En aquellos instantes solo les importaba el poder estar las tres juntas, y cuanto más lejos se encontraran de Jimena, con mayor libertad podrían hablar. Llevaban varios días tan ajetreadas en sus quehaceres que apenas les quedaba tiempo para verse, y querían aprovechar que al fin se les había asignado a las tres la misma tarea para ponerse al día.

-¿Dónde aprendiste a hacer unos bordados tan pulcros? -preguntó Azahar al ver cómo las manos de Brida se movían con gran destreza. Mientras que ellas apenas habían terminado su nombre, Brida había añadido ya un par de flores y varias mariposas alrededor del suyo.

-Mi madre se encargó de instruirme en las que ella consideraba labores básicas, y la costura era una de ellas. Reconozco que al principio no acababa de entender su obsesión, pero ahora se lo agradezco. Es en gran parte gracias a ello que he podido adaptarme tan rápido a la corte.

-Y deduzco que Saeneta es tu hermana, ¿no? -añadió Clotilde tras leer el nombre que Brida había bordado en la delicada tela.

Ella asintió.

-Me sentí bastante mal al irme. Saeneta siempre ha acudido a mí cuando ha tenido problemas, y no pude evitar tener la sensación de que en cierto modo la estaba abandonando. Todavía soy incapaz de olvidar la tristeza de su rostro cuando me vio partir. Cuando vuelva a verla, me gustaría darle esto para que tenga algo que le recuerde a mí.

Crónicas de un reino: amor, guerra y traicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora