Paso 78º.

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"Paso 78º: Las cosas que hiciste no tienen reparo, así que no te vuelvas un moralista".

~N.

Hisao.

Un plato de segunda mesa no tiene justificación.

De pequeño cuando las personas pasaban de mí algo dentro se quebraba. Pensé que con los años había superado todo eso, pero el peso de lo que hice me hizo darme cuenta de que aún estaba muy quebrado.

Y dolía estar vacío tanto como los que ignoraban mis sentimientos.

Los audífonos que Jay me había dado en ese entonces se convirtieron en una prisión para mí. Cuando quería huir de algo me encerraba en ellos, silenciando mi mundo.

—El niño que buscabas falleció la semana pasada.

Los recuerdos de aquel día eran como gigantes oscuros sacados de un cuento que me levantaban con una mano para meterme en sus bocas, de forma lenta, aterradora, para masticarme y después escupirme.

Nunca supe lo que era ser amado, así que me rendí sabiendo que no lo merecía. Decidí estudiar, terminar la preparatoria y entrar a una universidad. Ayudar a las personas a no cometer la clase de errores que yo hice.

Evitar que los demás cayeran en la trampa de moscas donde me encontraba.

—Tomen asiento rápido. Y tú, deja de mascar ese estúpido chicle. —Clamó el profesor, señalando a una cierta parte de los alumnos.

Me detuve frente la tercera fila, observando a Near, quien tenía su sudadera cubriendo la vista. Desde ese día él casi no aparecía en clase. Cuando lo hacía poco participaba y nunca me dirigía la mirada.

No me ignores así.

Nunca esperé que mi primer año universitario fuera tan decepcionante.

El viento ingresaba con leves corrientes por los ventanales, donde arriba se encontraban nubes grises y el color del cielo era incierto. Odiaba los días nublados, eran como sentimientos inexplicables plasmados en un paisaje.

Quería morirme pero también quería ser fuerte.

Sostuve mi mochila, arrastrándome hasta las últimas filas y tomando asiento allí. No comprendí la clase aunque me esforcé. Sin embargo traté de recordarlo, lo poco que sabía de él y desear mi mente de cosas tan tabú como la muerte.

Un niño débil con linda cara. Prostituido, abusado por su madre, una distorsión de identidad y una mentalidad estancada de pequeños con 7 años. ¿Cuál era la diferencia entre nosotros? Sí habíamos vivido lo mismo... Tal vez me hubiera gustado que fuera mi amigo.

Al finalizar mi horario volví con diferentes alimentos en la mano para calmar mi ansiedad. Traté de no hablar con nadie para evitar molestias, pues tenía el mal hábito de abrir la boca y burlarme de las personas. Era mi modo de defensa.

Debía protegerme del dolor que conlleva ser puesto como segunda opción, y siempre lo era.

Aunque no tenía permitido sentirme mal cuando por mis acciones alguien más lo pasó peor. Las personas no enfrentaban sus dolores de la misma manera que otros. Algunos se apoyaban en sus conocidos, otros batallaban solos, algunos se hundían al fondo del barril y otros se daban de baja igual que él.

Cómo ser un acosador en 90 días y nunca olvidar quien eres. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora