{EXTRA}

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Jay.

Esperabas afuera.

Después de entrar a la habitación de Amber alrededor de las cuatro, tras haber dejado la tienda de conveniencia donde había hablado con un vagabundo, me senté a su lado para verla dormir. Me puse los lentes viejos que tenía, quejándome del ardor por no llevarlos como requería.

La penumbra relamía su rostro, permitiendo que solo la punta de su nariz fuera iluminada por la luz de la luna que se asomaba por la ventana. Una luna plateada llena de peces, esa comparación siempre sonaba mejor que una bola que queso.

—Niña tonta. —Sonreí, dejando la habitación con cuidado.

Caminé por el pasillo mirando los dibujos en la oscuridad, a paso lento para no causar molestias a mi madre que dormía en la habitación de a lado. Antes de ir a mi pieza, distinguí a alguien llamando a la puerta con un sonido monótono. Retrocedí en mis pies, rascando mi codo sobre la camiseta de manga larga.

Me desplacé hasta la entrada, abriendo con cautela la puerta y encendiendo las luces de afuera. No había nadie, solo viento frío y el sonido de la madera rechinando. Di un paso afuera, mirando mis alrededores.

Estaba tumbado contra la pared en el punto ciego del umbral debajo del escalón, cargando entre sus manos un paquete pequeño envuelto con papel reciclado y atado con un moño rojizo. Me miró sorprendido, elevando sus hombros. Al cabo de unos segundos, inclinó su cabeza y subió la frente para verme mejor, articulando una sonrisa cálida.

Señaló un pastelillo junto a su piernas, levantándose con él.

—Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti. Feliz cumpleaños, querido Jay, feliz cumpleaños a ti. —Murmuró moviendo su torso a izquierda derecha, tratando de hacerme reír.

Crucé el entrecejo, apartándome para que entrara a casa.

—¿Hace cuanto tienes esperando afuera? —Susurré, encendiendo un pequeño foco amarillo en la sala para no hacer mucha bulla.

—Como 5 horas... —dijo, avergonzado—, pero me quedé dormido y no vi cuando llegaste.

Tomó asiento junto al librero, sacudiendo su cabeza para quitarse lo adormecido. Andrew podía llegar a ser más torpe de lo que yo era, pero siempre quería ser atento aunque tuviera que esperar horas por mí.

—¿Y por qué no me llamaste? —suspiré con la mano en la frente, riendo como tonto.

Comimos el pastelillo mientras ambos contábamos nuestro día. Yo le hablé sobre el tipo que había encontrado en la calle, sobre sus problemas y de que no sabía como ayudarlo y le di consejos vagos. And escuchó atentamente, asintiendo con los labios apretados.

—Pero, Jay, todo lo que le dijiste estuvo bien. ¿Te digo algo? —hizo una mueca graciosa, portándose como un niño de 10 años—. Por alguna razón, todo lo que dices lo haces en el momento más oportuno. Quizás para ti no tenga importancia, pero el cómo lo transmites hace que llegue profundo. Eres hipnotizante.

Él narró con dulzura su experiencia camino aquí. Se había detenido en la tarde a comprar lo que estaba en el paquete, que eran unos lentes de contacto, un reloj y un chocker negro parecido al que él usaba, terminó comprando un hot dog para alimentar a un perro tumbado frente a una tienda mientras llovía. Me reí del collar, diciéndole que solo las mujeres usaban eso. Respondió con risas: Perdón, no sabía que un accesorio te hacía menos hombre.

Yo aún no lo sabía, pero ese collar "femenino" se había convertido en mi accesorio favorito junto al reloj que me había dado.

—¿Y los lentes de contacto? No sé usarlos. —Arrugué la nariz.

Cómo ser un acosador en 90 días y nunca olvidar quien eres. {FINALIZADO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora