BIENVENIDA A LA REALIDAD

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La alarma de Giovani nos despertó. Ahora sí, bienvenida a la realidad.

Apagó el móvil y lo dejó debajo de la almohada. Talló sus ojos y se estiró un poco. Yo solo lo veía con los ojos entre abiertos. - Buenos días, princesa. - Dejó un beso en mi mejilla.

Le brindé una pequeña sonrisa. Aún estaba adormilada.

Acarició mi espalda. - ¿En qué momento te vestiste?

- Tenía un poco de frío... - Escondí mi cara entre las almohadas.

- Amor... -Llevó una de sus manos a mi cadera. Solo lo miré. - Me interesa saber cómo te sientes.

Pocas veces veía a Gio hablando serio, y cómo decirle que me había hecho tocar el cielo...

Sentí el calor subir a mis mejillas. Tomé un poco de aire y me dispuse a responder pero las palabras no me salían... Me tapé la cara y reímos al unísono.

Me envolvió entre sus brazos y comenzó a acariciar mi cabello. - ¿Eso quiere decir que todo bien?

- Muy bien... -Respondí aún sonrojada. Apreté varias veces mis labios sobre su pecho.

- Oye... -Susurró en mi oído. - A mi también me gustas mucho. - Dejó un beso en mi frente. - Por si creías que no te había escuchado. - Se levantó de la cama.

Lo tomé de la mano. - Aún no, Gio. Quédate un ratito más conmigo.

- ¡Arriba, flaquita! Hoy comienza todo de nuevo. - Dejó otro beso en mi frente y entró al servicio.

Mis mejillas se ruborizaron de nuevo y me sentí muy apenada al verlo caminar por la habitación sin ropa. Tal vez la costumbre logre hacer que sepa manejar esas situaciones.

Después de algunos minutos Giovani me convenció de hacer junto a él su rutina de estiramiento.

Inundamos la habitación de risas porque yo no podía hacer algún ejercicio, y la vergüenza volvió a invadirme cuando le dije que me dolían las piernas.

Intentó ayudarme pero no sabía qué me describía mejor si falta de coordinación, o torpeza y volvíamos a reír de mí. Terminé sentada en la cama observándolo tranquilamente.

Mi alarma sonó apenas unos minutos después. Sabía que tenía que alistarme a la velocidad de la luz para poder llegar a tiempo.

Tomé mi móvil, recogí el vestido y las zapatillas de la noche anterior y traté de salir con sigilo para no distraerlo mucho. - Me voy a bañar, mi niño. -Dije casi en un susurro y lo ví asentir me con una sonrisa.

Entrando a la habitación todo cambió. Unos nervios comenzaron a invadirme, intenté tranquilizarme pero fue imposible.
Repasé mentalmente todo lo que tenía que tomar antes de salir de casa, preparé las palabras que tenía que decir a cada persona del Club para entrar a mi área de trabajo, recordé cada prenda de ropa que tenía y me pregunté cuál sería la adecuada, imaginé como me maquillaría y de qué manera me peinaría; qué pasaría si me encontraba a un futbolista, cómo debería reaccionar, ¿Cómo serán mis compañeros?, ¿Podré hacer amigos ahí?, ¿Qué va a pasar si no hago las cosas bien?, ¿Y las fotos no me salen? ¿O las ediciones no me quedan a tiempo? ¿Qué tal que cometí un error de ortografía?, ¿Y si debo vestirme menos formal?..

Sin darme cuenta, terminé frente al retrete vomitando. Las manos me temblaban y la espalda me dolía. Mi ansiedad me había jodido la mañana en cuestión de segundos.

Tenía mucho miedo de cagarla, como siempre, tenía miedo de no ser suficiente para estar ahí, y no quería que Gio se sintiera avergonzado de que su novia no servía para ocupar un lugar así.

Un montón de risas se escucharon fuera. La familia de Giovani había llegado.

Tragué saliva con fuerza. "Basta, Laia. Ahora no, por favor" susurré para mí.
Me lavé los dientes e hice ejercicios de respiración, deseaba dejar de temblar, no podía mostrar fragilidad frente a personas que claramente son muy fuertes. O quizá sí podía, pero nunca sería tan fuerte para permitirmelo.

Me vestí una y otra, y otra, y otra vez y no logré verme bien frente al espejo.

"Amor, te esperamos para desayunar". - Gritó Giovani al otro lado de la habitación.

Apenas unos jeans negros, una blusa blanca, unos botines negros y un blazer del mismo color. No tenía más tiempo para pensarmelo.
Acomodé mi cabello con ayuda de la crema para peinar; un poco de base, polvo y blush, la ceja, el rímel; perfume y listo.

Hoy comenzaba mi nueva vida, una vida que valía la pena si era por el chico que me esperaba para desayunar junto a su familia.

Entré temerosa al comedor, faltaba Liliana. Todos me miraron, y aunque me asustaron un poco, me brindaron una cálida sonrisa que me regresó la tranquilidad al momento. - Buenos días. - Dije sonriente. Giovani me invitó a sentarme a lado de él.

- Buenos días. - Dijo la mamá de Gio para después repartir un beso en la mejilla de cada uno de nosotros.

Solo bebí un vaso de agua helada, unos pedazos de fruta y algún sorbo de café.
Giovani me miró mal por no acabarme el desayuno, y Zizinho me insistió en terminar. Pero esta vez, tampoco lo logré.

Giovani insistió en que usara su camioneta y a él lo llevaría Eder, pero me negué. De cualquier forma, eso sería imposible los siguientes días.

Me despedí de todos y en la puerta me esperaba Giovani.

- ¿Segura que no quieres ocupar la camioneta?

Negué. - Nos vemos al rato. -Intenté salir apresurada pero tiró de mi brazo impidiéndome avanzar.

- ¿Todo bien? -Cuestionó mirándome a los ojos.

Traté de asentir, pero mi estómago volvió a doler.

- Solo quiero que sepas que luchaste mucho por ser mejor y eres lo que ese lugar necesita.

Mis ojos se aguaron y mis manos comenzaron a temblar. No pude responderle.

Me regaló una sonrisa. -Ven, dame un beso. - Tiró de mi brazo y me acercó a él. Tomó mi cara entre sus manos. - Te va a ir muy bien. - Después de sonreírme me regaló un dulce beso en mis labios.

Lo abracé con todas las fuerzas que en ese momento podía. Por primera vez, alguien creía en mi de esa forma.

- Luchamos mucho por vivir esto.  -Susurró en mi oído.

- Te prometo que valdrá la pena. -Respondí al separarme de él. Me dedicó su bonita sonrisa y provocó la mía. Dejé un último beso en su mejilla y salí de la casa.

No sabia qué iba a pasar ese día, ni en varios meses, pero por primera vez en la vida quería que las cosas me fueran bien, quería pensar positivo y aceptar que merecía que lo mejor me sucediera. En ese momento me di cuenta que tenía todo lo que había soñado: un trabajo en un Club de fútbol que prometía dejarme hacer lo que más me gustaba, y estaba viviendo mi sueño de amor con la persona que más quería y admiraba.

ÁNGEL DEL DESTINO | Giovani dos Santos |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora