AEROPUERTO

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-¿Aún así te irás conmigo? -Tomó mi mano.

Giovani no había conseguido regresar al fútbol de España, los planes que teníamos ya no servían de nada, estaba buscando la posibilidad de regresar a su club. Sabía que no sería fácil, pero aceptaba regresar con él a Los Ángeles y afrontar juntos los retos que llegaran.

-¿No lo harás, verdad? -Soltó mi mano decepcionado.

-Claro que lo haré. Te dije que iría contigo a España o a donde fuera. -Acaricié su mejilla.

Anunciaron su vuelo y sentí como mi corazón se rompió en mil pedazos.

Tomó sus cosas. -Resuelve tus asuntos, por favor.

-¿Regresarás por mi? -Cuestioné con un nudo terrible en la garganta.

-Tú eres la que tiene que regresar. -Sus ojos se aguaron.

Lo abracé con muchísima fuerza y sentí como los latidos de nuestros corazones hacían que se tocaran nuestros pechos. No quería romperme frente a él.

Nos alejamos. Él ni siquiera podía mostrarme una sonrisa. Dejó un beso en mi mejilla.

Le respondí con uno en la frente.

-Te estaré esperando. -Y fue directo a abordar.

Nuestras vacaciones habían terminado, regresaba a mi cruda realidad. No aceptaba la idea de estar lejos de él y la incertidumbre de no saber qué iba a suceder me calaba los huesos.

...

Los trámites burocráticos, la mudanza de Estefanía a la mansión de sus padres, empacar solo mis cosas más necesarias, gestionar entrevistas de trabajo desde otro país, y todo lo que implicaba un cambio de vida fue sumamente difícil. Fueron semanas muy jodidas.

Mensaje de Giovani:
Ya he renovado contrato. Y está todo listo.
Puedes llegar cuando quieras. Te he echado mucho de menos.

Suspiré pesadamente. No recibió respuesta.
Llegaría sin avisarle, haría unas entrevistas y si conseguía un puesto, me quedaría. No quería estorbar en su vida.

Estefanía y yo decidimos comer en el aeropuerto, así ella me despediría. Habíamos perdido la cuenta de las veces que habíamos llorado el último día. No quería alejarme de ella.

Nos acercamos a la puerta sin decir nada. La abracé casi a la fuerza y le deseé todo el éxito del mundo.

-Tú me obligaste a hacerlo, tonta. -Reí mientras nos limpiabamos nuestras lágrimas. -No me voy a olvidar de ti. Quiero que me visites cada ocho días. -Advertí.

-Yo quiero que seas feliz. Solo eso. -Acarició mi mejilla.

Tras darnos un último abrazo, tomé mis cosas y abordé el avión que me llevaría directamente con el amor de mi vida.

...

Salí por la gran puerta de cristal. Había muchísima gente esperando, apenas podía abrirme paso entre las personas, pidiendo permiso y ofreciendo disculpas por cualquier pisotón o empujón que les haya dado.

Salí de la multitud y lo primero que ví al levantar mi mirada fue su hermosa sonrisa.

Ya me esperaba. Llevaba con él un hermoso ramo de rosas y una bonita chaqueta puesta. Mis ojos se aguaron y mi corazón comenzó a latir con mucha rapidez.

Le sonreí y él extendió sus brazos. Corrí hacia él y nos fundimos en uno de los abrazos más cálidos que haya podido darme.

-Bienvenida a casa, linda. -Susurró en mi oído.

-Por fin juntos, mi niño. -Respondí.
Me aferré a él y comencé a llorar. Mis piernas me flaqueaban y mis manos se tornaron heladas. Estaba muy emocionada de verle de nuevo. Escondí mi cara en su pecho y me tranquilicé un poco.

Dejó un beso en mi mejilla y me soltó. -Te traje esto.

Tomé el ramo entre mis manos. Le sonreí aún con lágrimas en los ojos. -Gracias. Está divino. -Le dejé un beso en su mejilla.

Nada me había hecho sentir tan protegida como encontrarme con él justo al llegar a otra ciudad.

-Vamos. Antes de que nos vean. -Tomó mis cosas. Y comenzamos a avanzar.

Entrelacé nuestras manos. Solo sonrió y no hizo algún otro gesto. Caminamos así hasta llegar a su camioneta.

Subió todas las cosas y después me abrió la puerta del copiloto.

Agradecí y me monté en su bonita Range Over, que tenía impregnada su rica fragancia.
Ahí caí en realidad. Él encendió el motor.

-Espera... -Dije. -¿Quién te ha dicho?

-¿No pensabas decirme? -Comenzó a conducir.

-Sí.

-¿Hasta cuándo?

-¿Quién te ha dicho? -Sentí la sangre hervirme y un golpe en el pecho.

-Eso no importa.

-A mí sí me importa. -Respondí cabreada. Estefanía era la única que lo sabía, y me juró no decir nada. -¿Cuándo te lo dijo? -Insistí.

-Qué eso ya no importa. -El semáforo marcaba en alto. Me miró y me dedicó una sonrisa de lado.

Fruncí el ceño y me dediqué a mirar hacia el frente. Todos mis planes estaban arruinados, de nuevo.

Me llegó un mensaje de mi mejor amiga:
Sé que en este momento debes estar furiosa. Tal vez no lo entiendas, pero créeme, no te he traicionado.
Ya es momento de que los dos estén juntos, el destino se encargará.
Mucho éxito en tu nueva vida.
Te quiero mucho.

Solté un par de lágrimas y mi ira había desaparecido. Ella me conocía muy bien, y sabía que si no funcionaba me regresaría sin importar mi amor por Gio.

-¿Cuál era tu plan? -Preguntó.

-Ahora ya no importa. -Me limpié mis lágrimas.

No dijo algo más.
Llegamos a su hogar. Entramos al estacionamiento y bajamos todas mis cosas.

Me mostró mi cuarto y me dijo con exactitud dónde estaban las cosas.

-Mandé a poner un escritorio cerca de la ventana. Sé que te gusta que dé la luz de la luna cuando trabajas. -Informó recargado en el umbral de la puerta.

Lo miré. Mis ojos se aguaron y lo abracé con todas mis fuerzas. Me aferré a él y me sentí la persona más egoísta. -Gracias por todo lo que haces por mí. -Tomé su cara entre mis manos y besé sus labios.

Sonrió. -Ya tenía muchas ganas de tenerte entre mis brazos. -Sus manos descansaron en mi cadera.

Le sonreí, dejé un beso en su manzanilla y me recargué en su pecho.

-Ahora, acomoda tus cosas y descansa. -Besó mi frente.

Lo miré. -¿No me ayudarás?

Sonrió. -Te acompaño, solamente. -Rió. Y fue hacia la cama a recostarse.

Lo miré divertida. Me crucé de brazos.

-Anda, ven, no hagas nada por hoy. -Me hizo un hueco con su brazo.

Rodé los ojos y me acomodé a un lado de él.

Me pegó completamente a él y acarició mi cabello.

-Discúlpame... -Susurré.

-¿Qué dices? -Me miró.

-Por ser tan egoísta. -Jugueteaba con la tela de su playera.

-Ya no importa nada ahora. -Besó mi frente.

Me recargué en él, y deseaba que esa paz fuera eterna.

ÁNGEL DEL DESTINO | Giovani dos Santos |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora