12.

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Una presentación corta; eso haría.
— Soy Victoria Ortiz, tengo dieciséis años y hace apenas unos días de que me mudé a New Jersey. —comencé mirando a todos mis ahora compañeros.— Estoy para lo que necesiten y espero que no haya choques de personalidades. —finalicé de la manera más prudente.
El profesor estaba a mi costado, al principio creí que sería un señor mayor, pero la sorpresa me la llevé yo cuando vi exactamente quién era. No es nada viejo, se ve de algunos treinta años, está muy bien cuidado y sobretodo; está a la actitud de un jóven.
Desde que llegué aquí todos me miran como si fuera algo nunca antes visto, es incómodo en este momento, han habido momentos en los cuáles he captado la atención de los demás, pero hoy es incómodo porque no ha sido sólo un momento. Sino, todo el rato y estoy segura de que así será el resto del día.
— Muy bien. —dice el profesor Steed, extiende su brazo y con su mano señala un cubículo disponible.— Ahora puedes tomar asiento, Victoria.
Me limité a asentir y tome camino hacia el asiento, desgraciadamente era uno de los asientos que están en el centro de todos, de esta manera; al sentarme y acomodar mis cosas, sentí las miradas sobre mí. Eleve la mirada y me encontré con un par de ojos centrados en mí.
Eran color miel, examiné su cara y sus facciones eran delineadas, tenía un perfil perfecto. Podría decir que sería una modelo con facilidad, sus labios de tamaño medio se encurvaron; formando una sonrisa amable.
— Soy Leonarda. —extendió su mano derecha hacia mí e hice lo mismo, así estrechamos nuestras manos.— Pero mejor llámame Leo. ¿Qué se siente ser la nueva? —su pregunta me hizo rodar los ojos.
— Dime Vickie. —empecé.— Y se siente pésimo. —solté, eso la hizo reír por lo bajo.
— ¿Te parece si nos vemos en el receso? —propone, sin pensarlo asentí.— Perfecto. —musitó dejando a la vista su dentadura blanqueada.
— De acuerdo. —sonreí levemente y después centre mi atención al profesor.
La hora de clase se fue rápido, entre ejercicios de literatura y esas cosas el tiempo se me fue como agua. Después de días sin asistir a la preparatoria creo que extrañe los sermones que siempre tienen preparados los profesores, la clase no había sido tan mala, aparte había estado riéndome de algunos compañeros que no leían precisamente recorrido, leían como en pausas, pero de esas pausas como si estuvieras inventando lo que te pusieron a leer.
Aguarde mis cosas en la mochila y saque un poco de dinero, espere a que todos salieron del salón para tomarme mi tiempo y así fue, sólo que Leo seguía allí, ella estaba mirándome con mucho detenimiento. Cosa que me incomodaba mucho.
Después de no poder tomar mi tiempo decidí salir del salón por mi cuenta. Me dirigí a la cooperativa, pero con tan sólo ver la fila que había para comprar algo el apetito me abandonó. O bueno, no tanto así, pero al final mejor me senté en una mesa que se encontraba sola.
Saqué mi teléfono de entre mi sostén y lo encendí, mientras encendía recargue mi cara en mis brazos que estaban en el borde de la mesa. Baje la mirada por un segundo y cuando escuché el click del teléfono volví a elevarla. Al elevar la mirada me encontré nuevamente con ella, sus ojos color miel se conectaron con los míos por un momento.
— ¿Tienes hambre? —comienza a hablar mientras saca fruta y dos sandwiches de su bolso.— Hay sandwiches, fruta, jugo, papitas y chocolates.
Al ver todo en la mesa el apetito creció dentro de mí.
— Creo que me quedo con el sándwich. —al decirlo; Leo me entrego uno.— Gracias. —le agradecí mientras lo descubría.
— No es nada. —tomo el otro ella y se sentó frente a mí.— ¿Viste la fila en la cooperativa? —asiento.— Por eso es que nunca compro nada ahí.
— ¿De dónde es que sacaste todo esto? —pregunto, acto seguido; le doy un mordisco a mí sándwich.
— Antes de que comiencen las clases compro lo necesario en la tienda de la esquina. —ella hace lo mismo.— Es mucho más barato.
— Entiendo.
Seguí comiendo hasta que finalmente termine de decorar el sándwich, en ese momento sentía mi estómago lleno.
Ahora que lo pienso mejor, no está siendo tan malo este día, dejando de lado las miradas frecuentes; todo está bien, no me fue difícil hablar con alguien. Eso ha sido difícil para mí todo el tiempo. Pienso que esta vez no fue así porque Leo fue quién me habló, no yo a ella, de lo contrario todo hubiera sido muy diferente.
— Cuéntame de tí. —la voz de Leo me contrae.
— No suelo hacer eso. —digo recogiendo el papel antes usado.
— Entonces quiero ser la excepción. —rió al hablar.
— De acuerdo. —accedo sonriendo.— Sólo porque me diste de tu lonche.
— Si, si, si. —asiente entusiasmada.
Entonces fue cuando paso.
La sonrisa de Leo se desvaneció.
No entendí porque, pero después de girarme hacia donde ella veía lo entendí. Una chica estaba a mis espaldas, ella junto a dos más; estaban viéndonos como si hiciéramos algo malo.
Sin pensarlo dos veces. Me puse de pie y las encare.
La chica que se encontraba en medio de las otras dos parecía ser como una líder, aunque para mí sólo estaba siendo una alumna más. Su cabello era castaño, medio largo y lacio, el uniforme le quedaba bien, sus curvas se remarcaban a la perfección como a mí. Sus ojos eran como una hoja verde de primavera, parecía como si fueran una piscina. Era un color verde muy claro, que casi se transparentaba. El aula de frialdad y demandante estaba en ella, lo sentía al tenerla frente a mí.
— ¿Cuánto dinero traes? —pregunto arqueando una de sus cejas.
— ¿Eh? —exprese arrugando las mías.
Había sido una pregunta muy tonta, no sé para qué querría saberlo.
— Quiere tu dinero, Vickie. —susurro Leo detrás de mí.
— ¿No tiene para su chicle? —replique burlona.
Mi lado burlón, superior y egocéntrico había salido a flote.
La cara de aquella chica frente a mí cambio a una molesta, en cambio yo mostré diversión y reto.
— ¿Te crees muy graciosa? —la molestia en su voz es más que notable.— Quiero que me des todo el dinero que tengas. —exprese confusión.— Si no es que quieras que te pase.. algo por ahí.
¿Realmente estaba siendo presente de una escena así?
¿El bullying seguía en las escuelas preparatorias?
Nunca antes en mi vida me había dicho algo así. Y menos había sido yo a la que amenazaran, ni siquiera sabía que esas cosas se podía hacer aquí, creo que hasta ya pasó la moda de hacer bullying.
¿Quién cree que es?
— Ya deberías saber que ha pasado de moda eso de hacer bullying. —ruedo los ojos ante mis palabras.— Y si crees que vas a intimidarme estás muy equivocada. —finalice volviendo a mí asiento.
Leo sin despejar la vista de ellas, volvió a su asiento.
— De verdad. —escuche su voz más cerca de mi, de repente sentí una mano entre mi cabello, sentí como lo tomo con fuerza y lo contrajo.— No quieres hacer esto.
— Suéltame. —ordene deteniendo mi coraje.
Pero ella hizo lo contrario, apretó su agarre en mi pelo, lo peor era que estaba de espaldas y no podía hacer mucho. Volteé a ver a Leo, pero ella sólo miraba la escena como si nada estuviese pasando frente a sus ojos. Eso hizo que enfureciera.
Tome la mano de la chica con fuerza y poco a poco fui parándome, aleje su mano de mí aguantando el dolor que provocaba en mi cabeza. Al final la mire mal y ella se vio sorprendida.
— ¿Crees que eso va asustarme?
— En lo absoluto. —negué y tome vuelo.— Pero estoy segura de que esto si hará que enfurezcas.
Y así fue como lo hice.
Me a balance hacia ella hasta tirarla y quedar sobre sí, tome su cabeza de ambos lados con fuerza y la choque contra el suelo repetidas veces. Era una sesión de coraje y de aprendizaje, estaba segura de que con esto esta chica no volvería a tocarme, esta sería su lección del día.
No meterse con las chicas nuevas del instituto.
Ella comenzó a taparse la cara con sus manos y brazos como si fuera a darle puñetazos. Eso me hizo reír y terminé alejándome de ella, al ponerme de pie caí en cuenta de que los demás alumnos habían presenciado la escena, todos me miraban sorprendidos y otros miraban a la chica con burla.
Hubo un momento en el cuál abundó el silencio, todos quedaron sin palabras ni burlas hacia la chica. Ahí fue cuando de nuevo caí en cuenta de lo que había hecho; era una falta segura.
La primera falta en el instituto en el primer día.
Un señor mayor; vestido de un traje negro llegó a dónde estaba, miro a la chica y la ayudo a ponerse de pie, después de haberla examinado. Sus ojos se encontraron con los míos, él me miraba con molestia, su mirada era pesada, yo lo sentía. Pero, en ningún momento baje la mía.
— ¿Peleando en su primer día de clases, Ortiz? —pregunto arqueando una ceja.
La voz del que parecía ser el director; era ronca, tipo desgastada. Él si se veía muy mayor.
— Hay una muy buena explicación para esto. —hable en mi defensa, pero él no se vio interesado en mis palabras.
— ¿Cree usted que está bien resolver las cosas a golpes? —replico ignorando mis palabras por completo. Él mantuvo sus manos en su espalda, se dirigía a mí sin verme y eso lo hacia más aterrador.
— No. -negué tragándome el coraje.— En lo absoluto, señor director. —admití.
— ¿Entonces que es lo que hizo con su compañera Schulz? —sermoneó.
— Si me lo permite. —me aclare la garganta y mire a los que estaban a mí alrededor.— Si es que me dará una plática sobre esto. ¿Podría hacerlo en la dirección? —pregunté sin vergüenza alguna.
Mis palabras causaron estragos en los demás, pero el director volteó a verlos y nuevamente guardaron silencio.
— Claro. —asintió y señaló el caminito de piedras que lleva al pasillo.
Eche un último vistazo a las tres chicas creídas y después mire a Leo, ella movió sus labios diciendo algo en silencio.
«Lo siento.»
Leí en ellos.
Pero ignore su expresión de arrepentimiento y comencé a caminar.
No entiendo porque Leo no hizo nada si estaba viendo lo que esa chica hacía. ¿Acaso le temia?
Dejé esas preguntas de lado y me centre en el verdadero problema que tenía en mis narices. Había tenido una pelea en mi primer día de clases, seguramente no me la acabaría con mi mamá y Octavio. O bueno, sólo con mamá; porque con Octavio no hay tanto problema, él siempre comprende mis acciones y mis palabras. No es como mamá, ella primero me regaña y me sermonea antes de saber la razón de las cosas y mis pensamientos, algo muy diferente a como es Octavio.
Llegamos a la dirección y el director me dio el paso, tomó asiento frente a su escritorio y yo al frente de él. Él estaba mirándome con rareza, como si estuviera examinando o algo así.
— ¿Cuál fue la razón por la cuál comenzó esa pelea, señorita Ortiz? —pregunto colocando sus manos en el escritorio.
— No es tan complicado. —comencé suspirando.— Mire, estábamos Leonarda y yo en el campus, acabábamos de comer. Entonces la chica castaña llegó con las otras dos y empezó a decirme cosas, ell..
— ¿Qué tipo de cosas? —me interrumpió.
— Me amenazó diciendo que algo. —hice comillas al mencionar eso.— Me iba a pasar si no le daba mi dinero, me negué y ella me jalo del cabello, pero como obviamente a nadie le gustaría que le hicieran eso me defendí. —hable en mi defensa.
— ¿Pegándole? —nuevamente; arqueó una ceja.
— Lo admito, no estuvieron bien mis acciones. —tome aire y proseguí:— Pero la que comenzó con todo esto no fui yo, sino ella.
Estaba segura de todo lo que decía, para mí yo no había sido la causante de nada, esa chica sólo llegó a dónde estaba y comenzó con su show barato, era la primera vez que la veía y no había razón alguna para que hiciera lo que hizo.

La Chica Indicada ✔️ [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora