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Pasaba horas ensayando violín. Cada minuto libre de cada día era dedicado al violín. Ya me había lastimado antes, pero ahora, por pasar siete horas al día practicando, mi barbilla y mi cuello llegaron a lastimarse, sangrando, mis dedos se abrieron y me dolía el hombro derecho y la muñeca izquierda. Llegó a tal grado que mi mamá me escondió el instrumento hasta que sané totalmente. Y aún cuando sané no me lo quería dar. Pasaba horas viendo vídeos de las piezas, analizando cada movimiento y recreándolo en el aire.

No hablaba con Rex. Los primeros días mensajeabamos y nos marcábamos seguido, pero desde que comencé a practicar dejé de atenderlo. No atendía llamadas, no veía los mensajes hasta días después, me perdía todas las videollamadas. Y simplemente dejó de insistir.

Lo primero que hice cuando se fue de mi casa fue desempacar. Solo para sacar la playera azul que usó la primera vez que me habló, en la alberca, la misma playera que traía cuando fuimos a gritar al parque en Washington. Olía a él y me calmaba su recuerdo.

Encontré el violín semanas después en una caja con decoraciones de navidad. Corrí a encerrarme en el cuarto a tocar, comencé con algo simple y me distrajo el celular vibrando en la mesa de noche. Me acerqué para sentir una punzada al leer Rex! En la pantalla. Lo agarré, tentado a deslizar el dedo por la pantalla, pero solo lo lancé a la cama para que no hiciera ruido.

Cuando no tocaba el violín estaba en la escuela, y cuando mi cerebro se desconectaba de la clase me obligaba a recordar a Rex. Era extraño como ahora su recuerdo dolía, tanto que en literatura leyendo un poema su rostro no se iba de mi cabeza. No dolía, era como si me aplastaran el corazón y me dejaran sin aire por un momento. Lo extrañaba, y ese sentimiento se mezclaba con la culpa y el miedo de que ahora me odiara.

Un día en clase de historia me llegó un mensaje con una foto adjunta. Desbloqueé el celular y mis pulmones fallaron al ver, con cinta en la pared, nuestra foto.

Fue real?

Contesté inmediatamente.

Claro que fue real, rex

Te extraño

Yo mas, creeme

No parece

Eh estado ensayando el violin
Para volver a audicionar el proximo año
Y poder estar juntos

Aún te amo

Yo aún te amo mas

No seguí, no quería que me castigaran el celular. Volvimos a hablar como antes. Rex comenzó una cuenta en Instagram dedicada enteramente a su fotografía. Retrataba personas en la calle, pasaba tardes enteras caminando por el centro de la ciudad buscando qué fotografiar. Sus fotos eran increíbles, mucho mejores que las de Elena y no tardó mucho en comenzar a subir sus números.

Aún ensayaba casi cuatro horas al día, pero trataba de pasar más tiempo al aire libre y de continuar hablando con él. Hablábamos, pero no todos los días y no todo el día. Consideré mil veces la posibilidad de que ya no me amara, de que estuviera listo para seguir adelante, conseguir a alguien más. Y esos pensamientos solo me hacían querer practicar más para volver a Chicago con él, lo que me hacia dejar de hablarle y volver al circulo vicioso en el que me atrapaba constantemente.

Solo que ya nunca recibí mensajes.

La única fuente que tenía de que seguía vivo era su cuenta de Instagram. Subía una fotografía a la semana. A veces tres. Y ahí me enteraba donde había estado.

Pasé casi dos meses sin recibir ni un mensaje suyo, mi ansiedad había bajado y mis calificaciones subieron, por lo que una noche, con un shot de confianza y adrenalina, le marqué.

Like Someone In LoveWhere stories live. Discover now