el arte de tu espalda

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No supe si fue el alchol o el sueño pero me quedé dormido. Cuando abrí los ojos Tom ya no estaba, fui al baño a orinar y me asomé a su cuarto; estaba dormido. Fue la primera vez que analicé su cuerpo con detalle. Desde las plantas de sus pies, pasando por sus piernas, su trasero, su espalda, brazos y cabeza. Todo él simbolizaba algo que no sabía como lidiar. Era como la preparación a hacer algo realmente peligroso, donde no tienes ni idea de como sentirte o qué hacer pero sabes que vas a hacerlo.

¿Hacer qué exactamente? No lo sabía. Y era precisamente esa incertidumbre la que me atraía hacia él.

Tom era complejo; no era como mis amigos que solo se fijaban en el dinero o como te veías; unilaterales. Tom era como un dado, con muchas caras, y sabía cual mostrar en cada ocasión.

No fue hasta que oí como se abría la puerta principal que volví en mi y me di cuenta de cuanto tiempo había durado admirando a Tom. Volví a mi cama y traté de dormir más tiempo pero me resultó imposible pues cada que cerraba los ojos veía la imagen vívida de su espalda.

Dormía con una playera de The Who y la parte de abajo de la piyama, no usaba las sabanas y se acostaba boca abajo. Detalles de los que jamás me percataba. Ni sabía de qué lado de la cama dormía mi madre.

Me quedé mirando el techo y después de un rato finalmente tuve la iniciativa de ponerme de pie. Bajé las escaleras y el olor a café se hizo entrada a mi nariz. No me gustaba el café. Mi mamá me dio los buenos días y yo a ella. Me serví jugo y me preguntó si ya se había despertado Tom, le dije que no sabía y ella me mandó a revisar. Claro que ya sabía; seguía dormido. Me hice el que no quería ir pero aún así subí las escaleras lentamente, casi llegando a la cima corrí a su habitación. La puerta estaba cerrada y cuando la abrí hizo un chirrido que causó que Tom se moviera. Tenía una erección.

Tenía una...

Me mordí el labio, atento a la carpa de campaña en sus pantalones. Entré sin hacer ruido y me quedé viéndolo un rato. Las pestañas se le pegaban a los pómulos, hacía un ligero puchero y su rostro se veía tan en paz, que me transmitió el sentimiento. Casi sin querer mi mirada se iba de nuevo a su entrepierna y me causaba un cosquilleo en la base del pene.

Era impresionante que alguien despertase ese nivel de deseo en mí en tan poco tiempo y desde tan temprano. Jamás había visto a nadie como veía a Tom. Nunca había admirado cada detalle de alguien con la esperanza de que mientras más lo viera lo recordara más similar después. Jamás solo pensar en alguien me había llenado de excitación suficiente para ponérmela dura e incitarme a saciarme sin necesidad de porno. Mi mano se fue a mi entrepierna y frotó mi pene que comenzaba a endurecer. Quería dejarme llevar por la imprudencia y el deseo pero con toda la fuerza de voluntad que tenía me salí del cuarto, respiré hondo y bajando las escaleras le dije a mi mamá que no estaba despierto aún.

Media hora después bajó. No llevaba zapatos. Había tomado más que yo y sabía que su cabeza iba a explotar. Se sirvió café y se sentó en la mesa frente a mi. Mi mamá se disculpó diciendo que se le hacía tarde para el trabajo y salió de la casa casi corriendo. No fue hasta que oyó el auto que Tom dejó caer la cabeza a la mesa quejándose.

"¡Mi cabeza!"

Reí con un resoplido y le di un trago a mi vaso.

Acostó la mitad de su cuerpo en la mesa y levantó el rostro para verme. Su mirada no iba dirigida a mi si no a la pintura detrás de mi, así que me puse de pie y fui por algo que desayunar.

"¿Huevos con tocino?" Pregunté mirando dentro del refrigerador.

"Mhm"

No tardaba nada haciéndolos pero me gustaba sentir la mirada de Tom encima de mi mientras me movía por el área, por lo que tardé el doble de lo que hubiese tardado normalmente. Finalmente me senté frente a él y le dije que se sirviera. Me hizo caso y volvió a su lugar masticando el tocino. Se oían las noticias desde la sala como ruido de fondo mientras comíamos sin decir nada.

"¿Que vas a hacer hoy?" Le pregunté.

Se encogió de hombros y me miró.

"¿Vamos a hacer lo que encargó mi mamá?" Pregunté.

Había dejado una lista de cosas que debía comprar en el centro comercial y que llevaba posponiendo ya tres días. ¿Era mucho? No tanto. Quedó fascinado ante la idea. Iríamos cuando nos arregláramos. Almorzamos en silencio y cuando terminamos me metí a bañar. Luego Tom y mientras él estaba en la ducha me colé en su habitación. No toqué nada, solo me quedé viendo la cama sin arreglar. Me devolví a mi cuarto y me detuve un momento a la puerta del baño, pegué mi oreja contra la madera escuchando el agua caer y como cantaba una canción que últimamente salía mucho en la radio. Luego el agua paró y corrí a mi habitación. Salió del baño con la toalla a la cintura.

Fueron solo unos segundos que tuve para admirarlo antes de que cerrara la puerta. Su espalda marcada, tenía una cicatriz en el omóplato derecho que capturó mi atención. Solo cinco segundos fueron suficientes para que pudiera admirar y analizar cada centímetro de su espalda. Desde esa cicatriz hasta el lunar de su espalda baja y el de su cintura. Todo.

Me enfoqué en recoger la ropa tirada en el piso de mi cuarto para evitar pensar en otras cosas. Pero no podía evitarlo sabiendo que a menos de cinco metros de donde estaba parado, Tom estaba desnudo. Algo en ese pensamiento mandaba escalofríos por mi espalda llenándome de un nuevo entusiasmo por lo prohibido.

Mis padres jamás me prohibieron cosas, siempre tuve total libertad, por lo que portarme mal o rebelarme no era una opción. No puedes romper reglas que no hay. Por eso, estar sintiendo esa curiosidad y atracción hacia Tom me llenaba de adrenalina.

Bajé las escaleras y limpié la cocina. Uno de los primeros pensamientos que me llegó a la mente al barrer el piso fue ¿quien delimita lo que está mal y bien? En alguna ovación había oído que si no había Dios, no había ni mal ni bien. Punto bastante lógico, pero no valido. Si no había Dios y no había reglas, ¿Dios como escogió sus reglas? ¿Simplemente fue diciéndoselas a un lacayo mientras diseñaba el sol? Las reglas y el bien y el mal cambian y evolucionan con el tiempo. Estaba a media tesis cuando Tom bajó las escaleras trotando sacándome de mi ensoñación.

"¡Rex! ¿Nos vamos?"

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