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Recientemente los viajes de vuelta a casa se han convertido en una experiencia bastante interesante, sea que viaje en un bus de aquellos que nos ofrece la institución o salga a dar una innecesariamente larga vuelta alrededor de la zona para poder recién llegar a la parada más cercana y acceder al, horriblemente caro, transporte público.

Es una costumbre optar por el primer caso, no es solo que me ahorra la caminata, de paso puedo mantener a salvo mi economía.

Existen momentos que poco o nada uno podría llegar a imaginar. El martes de hace 3 semanas, mientras viajaba en el bus de vuelta a casa junto a Yui, un simple juego propiciado por la disposición de las personas en la última fila terminó saliéndose un poco de las manos.

Es algo que me encanta recordar, más no es algo que me gustaría detallar. Solo puedo agradecerle de todo corazón al pequeño muchacho de primero de secundaria que se sentó a nuestro lado por darme la que posiblemente es la experiencia más cercana que jamás tendré con aquella mujer. Una rareza de la naturaleza que mi mente adolescente no puede terminar de procesar todavía, imagino que muchos otros hubieran frotado algo más que sus manos por este suceso.

Hace pocos días tomé la decisión de caminar un rato, salir de la rutina del viaje en bus, más que nada porque fui invitado por las dos miembros de menor edad en nuestro club, a lo mejor buscando evitar problemas debido a lo tarde que resultaba ser, me imagino que si los de tercero se hubieran enterado de mi presencia aquí me tratarían de un pedo-bear.

Hasta el día de hoy me pregunto cómo diablos es que aceptaron que este par de muchachitas cuenten como miembros oficiales para que se permitiera abrir el club. Menos que continúen figurando ahora que tanto Anzu y Ayano parecían no pertenecer a éste en absoluto.

Fue divertido molestarlas durante un breve lapso de tiempo, charlando de temas tan irrisorios como los cumpleaños y qué debería de darles yo como regalo no esperaba que se abrieran de una forma tan sencilla ante mí, bueno al menos una de ellas.

«Onii-chan, pon música, que deseamos bailar»

Fueron las exactas palabras de Emi, lo que sin duda alguna encendió la alarma dentro del cerebro de Meiko, que inmediatamente lo negó con firmeza, sin embargo eso no impidió que me obligaran a sacar mi tableta de la mochila.

Medio avergonzado por el catálogo completo de canciones que poseía mi celular, traté de cambiar el tema apenas tuve ocasión, sin embargo no me pude librar de admitir la cruel y triste realidad.

Únicamente poseo canciones del mundo animanga dentro de esta memoria.

«¿Pero de qué te preocupas? Si nosotras somos otakus. »

Me encantó la forma de animarme que encontró Emi, parecía por un momento que iba a regañarme o incluso torturarme mentalmente, pero la traviesa sonrisa maliciosa en su cara pronto se transformó en una que irradiaba pureza.

¿Sería exagerado decir que sentí cómo el todo el peso más tierno del mundo caía encima de mí?

Tal vez lo de formar un club no fue una idea tan mala como creí en un inicio.

Partede las situaciones que quedan "entre las cosas raras que ofrece la vida."

Diario de una promesaWhere stories live. Discover now