Capítulo 16

21 2 0
                                    


"Promesas"


La ventana está abierta, las cortinas ondean entre el viento que entra y mi habitación está totalmente fría. No me importa. Mis ojos escuecen, mi cuerpo está helado y mi garganta duele, sin embargo... sigue sin importarme. Son cerca de las dos treinta de la madrugada y sigo aquí, inmóvil y en silencio desde hace unos veinte minutos cuando las lágrimas dejaron de salir y cuando mi garganta colapsó y no pudo emitir ningún quejido de llanto por más que lo intentase. En mi interior, aun así, no sé si simplemente lloro o me suicido. ¿Qué hago aquí mirando la inmensa oscuridad de la madrugada que se deja ver por el hueco de mi ventana? ¿Por qué no duermo? ¿Por qué no estoy soñando? ¿Por qué me siento tan vacío?

Ah, ya lo recordé: Porque Cori está muerto.

Darme la respuesta duele. Responderme esas preguntas provoca que mi pecho se estruje y duela, hace que el aire me falte y que ese incesante deseo de querer destrozar todo lo que me rodea aflore con facilidad. Sin embargo ya no tengo nada que destrozar. Mi habitación es un desastre de gavetas tiradas, ropa hecha tiras, cristales de mi espejo hechos añico, mi cama está hecha girones, la lámpara de mesa está destrozada y tirada cerca de la puerta y los portarretratos que tenía colgados en la pared yacen rotos y desparramados por todo el suelo. Y yo, yo tengo varias cortadas en las palmas de mis manos y mis pies que hace un rato dejaron de sangrar, cortadas que por accidente o propósito me hice mientras descargaba mi rabia, mi frustración y mi dolor en un espacio en donde no cabía. Sin embargo sé que este dolor no pasará, no se ira, jamás cesará y se quedará ahí, todo porque Cori... ya no está.

Mis padres siguen en el hospital. Kathy, André, Karla y yo hemos regresado en un silencio sofocante y tenso. No sé en qué momento comencé a llorar exactamente. Lo único que recuerdo es que una vez la oscuridad de mi habitación me envolvió, todo fue un tornado de ira desplegándose por doquier, destrozando todo lo que encontraba a mí alcance. Ahora no estoy seguro si podría continuar o si simplemente detenerme a seguir pudriéndome en rabia internamente como lo hago ahora.

Los chicos están abajo, en la cocina, con Tránsito. Mientras tanto, yo no he tenido el valor suficiente de bajar. Si lo hago siento que mirarlos, ver la mirada compasiva de Tránsito, mirar a Karla, solo logrará hacerme venir abajo. Incluso pensar me hace daño.

Creo que debería de dormir. El cansancio comienza a hacerme efecto pero lucho contra él por quedarme despierto. Lucho por puro egoísmo y rabia, lucho por seguirme sintiendo de esta manera y evitar que el descansar me quite los deseos de morir que tengo. La sensación me desagrada, pero quiero mantenerla conmigo lo más que pueda. Siento que así mantengo a Cori más tiempo conmigo, siento que así retendré esa sensación que tengo de necesitarlo, ahora más que nunca; sin embargo... ya no puedo, no lo estoy logrando, voy perdiendo...

Voy perdiéndome...

Lo estoy perdiendo...

Duermo.

***

La alarma en mi teléfono móvil suena. He olvidado apagarla y me despierta justo a las cinco de la madrugada. He dormido aproximadamente tres horas. Los ojos me arden y el cuerpo me duele por la mala postura en la que he dormido—sentado y recostado en el borde de la pared, mirando por la ventana—. Parpadeo un par de veces ajustando mi vista a la tenue luz del crepúsculo que asoma por la ventana que ahora yace cerrada. ¿Quién lo ha hecho?

Siento un peso recostado contra mi hombro derecho. Vuelvo mis ojos hacia mi derecha y noto que Karla está aquí. No sentí a qué horas llegó ni en qué momento se sentó a mi lado, pero parece estar dormida. Sostiene mi mano. No, más bien mi mano envuelve la suya, cosa que seguramente he hecho en mi inconciencia adormitada. Unas nauseas horribles suben hasta mi garganta y el estómago se me estruja en un ardor agudo. Necesito salir de aquí.

Sasha: Diario de un chico adolescente (Vol. II)Where stories live. Discover now