Capítulo 11

59 5 1
                                    

"Luciérnagas"

Hemos sido los últimos, como siempre, en quedarnos en el instituto. Ya la tarde ronda alrededor de las cinco y no tardará mucho en oscurecer. Karla le ha dicho a Nixon que no le espere y lo mismo le he dicho yo a Kathy.

Parece que hoy regresaremos solos los dos.

Antes de salir del salón reviso que todo esté en mi mochila. Mis libros, mis cuadernos, mi diario. Parece que no olvido nada. Siempre cargo mi diario cuando vengo al instituto, nunca se sabe cuándo habrá algo importante que anotar.

Cerramos el salón y pasamos por donde Kiwi dejando las llaves. Él amablemente nos ofrece un café y nos pregunta si queremos hacerle compañía. Parece que mira una película en blanco y negro, de esas hechas hace mucho tiempo donde los efectos son bastante predecibles, pero decidimos mejor retirarnos y nos despedimos de él.

¿Qué voy a decirle a Karla ahora? ¿Qué excusa tendré que forzarme a construir para tratar de que esto no pase a peor?

No podré.

Simplemente me veo imposibilitado de hacerlo por el simple hecho de que es de Karla de quien estoy hablando. Ya me siento lo suficientemente mal por haberle mentido todo este tiempo respecto a lo que sucede entre Cori y yo, y más mal aun por ocultarle lo de la leucemia de nuestro amigo. Me preocupa Cori, realmente no he tenido paz ni un mísero segundo desde que supe lo que padecía y es seguramente eso lo que Cori trataba de evitarme al ocultarme lo que le pasaba, pero también me preocupa Karla, me preocupa el hecho de que pueda creer que la estamos dejando de lado o que si esto empeora todo se venga abajo antes de haber podido tan siquiera prepararnos con ella.

Tengo miedo.

Tantas veces ha cruzado por mi cabeza la idea de que le suceda a Cori justamente lo que le sucedió a Emily y es entonces cuando pienso que soy muy injusto al guardarme para mí mismo lo que está pasando, siento que soy egoísta y que estoy reteniendo a Cori para mí, cuando Karla al igual que yo también tiene el mismo derecho de obtener un poco de él.

Salimos del instituto con el mismo silencio de hace un rato en el salón. Mi mejilla arde un poco y tengo al menos dos dedos marcados en ella. Me lo merecía, y posiblemente me merezca más por haber sido un completo idiota todo este tiempo. No puedo creer que haya accedido con Cori a guardarle esto como secreto. Ahora me siento un tonto avergonzado con Karla, como un niño que ha robado un dulce de una tienda, como un vil traidor. Y no es porque Karla me lo haya dicho. No. Más allá de la bofetada no ha habido palabra alguna entre nosotros, pero es posible que ese silencio tan pesado que está latente ahora es lo que me susurra en mi conciencia que soy todo eso y seguramente más.

Un maldito traidor.

—Perdón—susurro con una voz casi imperceptible.

No sé qué más decir.

No puedo ni tan siquiera pensar con claridad en estos momentos como para poder decir otra cosa más que pedir disculpas. Se las debo, a Karla le debo miles y millones de disculpas por haber hecho lo que hice e incluso debería de disculparme por Cori que también tiene parte en esto. Aunque en el caso de él seguramente las disculpas en estos momentos sean lo de menos.

Karla sigue en silencio. No me responde, ni tan siquiera voltea a verme. Ella simplemente se limita a caminar a mi lado, callada, por esta calle tan solitaria que está pintada de naranjas y amarillos por el otoño. El asfalto negro es casi imperceptible pues las hojas lo cubren por doquier, pero al paso que vamos la noche no tardará en hacer al negro presente. El viento sopla y revuelve las hojas caídas y nuestros cabellos. Puedo sentir cómo el aroma de Karla llega hasta mi nariz. Es un olor suave, dulzón, como a cerezas.

Sasha: Diario de un chico adolescente (Vol. II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora