—Gracias.

—No es nada—advierte sentándose a mi lado. Saca del bolsillo de su suéter sin mangas dos servilletas que envuelven algo voluminoso en ellas. Me pasa una y compruebo que se trata de un buen trozo de Baumkuchen—. Tan pronto como te sigas viniendo para el techo con ese pantalón enrollado hasta las rodillas y descalzo pescaras un resfriado—me dice mordiendo su trozo de pan.

—No puedo evitarlo—me excuso mientras mojo un trozo de pan en el café. Le doy una buena mordida y lo saboreo. Está delicioso—. Me encanta esta sensación.

—¿Qué sensación?

—Ya sabes—le digo sonriente—. Esa sensación de paz temporal que te da cuando te pones a escuchar el silencio de lo natural. Además, esta brisa fresca solo me hace sentir más a gusto.

Ella me mira un poco perpleja y resopla.

—Vaya que me sorprendes algunas veces.

—¿Ah si?—inquiero dubitativo—. ¿Crees que sea extraño?

—No, no lo es. Pero me sorprende la capacidad que tienes para encontrarle la parte buena a algo que muchos pudiesen considerar inútil.

—Bueno, seguramente todos tienen ese "algo" que los hace sentir de esa manera.

—Sí, es cierto. Pero tu explotas ese "algo" que muchos son incapaces de percibir, y lo conviertes en algo bueno. Gracias al cielo creo que estoy en la misma sintonía que tú.

—¿Por qué lo dices?

Kathy vuelve a mirarme bastante seria pero serena, pone su taza de café a un lado y se recuesta sobre el áspero techo.

—Porque de no ser así, te hubiese mandado al carajo hace mucho tiempo, y vaya que hubiese sido un desperdicio hacerlo. No me imagino a persona más buena que tú.

—Vaya que suerte la mía—advierto sorprendido, recostándome al lado de ella.

—Más bien, suerte la mía—me contradice—. Pues me he topado contigo.

Las nubes siguen pasando, lentas y sin prisa. Ya son las cuatro menos cuarto y pareciera que el tiempo no va a transcurrir más. El cielo, como siempre, se expande hasta donde mis ojos no alcanzan y en algún momento los colores bailaran con las nubes.

—Por cierto, Sasha.

—Dime.

—Te miras bastante sexy así.

—Ya, no me molestes—le mascullo sonrojado.

—Es la verdad. ¿Qué más podría decir? Tú y tu pose tan incitadora a una violada en el techo son bastante tentadores.

—No es cierto—advierto desviando mi mirada hacia el otro costado.

—A parte de ello— continúa Kathy con ese tono tan solemne que solo me avergüenza más—, esa ropa te favorece bastante. ¡Solo mírate! Hacer ejercicio te ha hecho más apuesto.

—¿Tú lo crees?—le digo volteando a verla.

Kathy me sonríe socarronamente y mueve su cabeza en una parsimoniosa afirmación. Solo ha logrado sonrojarme más. No muy a menudo me dicen esto.

—Ahora comprendo por qué Cori no te suelta—masculla sin reparos—. Eres un chico apuesto.

—No creo que ese sea el caso—advierto algo incomodado, desechando la idea—. Cori... las razones de Cori para conmigo están muy alejadas de lo físico. Incluso para mí, las razones que tengo para quererlo van más allá de ello. Cori es apuesto, y todo el mundo lo sabe, pero ese no es un factor que me haga quererlo más.

Sasha: Diario de un chico adolescente (Vol. II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora