Octavo capítulo: Bengalas

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Ana llegó con la bici a buscar a Mimi a la residencia de ancianos donde trabajaba como a voluntaria. Entró y se sentó en un sofá a esperarla, viendo pasar más voluntarios y toda la gente mayor haciendo gran variedad de actividades, papiroflexia, jugando a cartas, algunos merendando, otros haciendo actividad física, mirando algún documental en una televisión

- Perdón… Terminaré dentro de poco - se acercó Mimi

- Creo, creo que mejor te espero fuera - la miró un poco preocupada

- No pasa nada, no te van a decir nada ni llamar la atención - se oyó a lo lejos una cucharilla caer al suelo y Mimi fue a recogerla

- Ey, ey, muchacha - pedía ayuda la señora Martínez, Mimi se giró pero vio que la señora le pedía ayuda a Ana, aún sentada en el sofá, sin saber qué hacer - ven a ayudarme - sacudía un papel de color morado

Ana se señaló, preguntando si se lo estaba pidiendo a ella, a lo que la señora asintió. La mirada de Ana se encontró con la de Mimi que la observaba y le hacía un gesto amable con la mano para que fuera, sonriendo enormemente, seguidamente se daba la vuelta e iba a recoger la cucharilla de antes. Ana dejó su bolsa en un lado del sofá y justo antes de sentarse llegó el esposo de la señora Martínez

- ¿Sois unas voluntarias nuevas? - le preguntó el hombre, sentándose frente a su esposa

- Hm, yo, bueno, en verdad n-

- Nosotros siempre estamos dependiendo de vosotras, las personas jóvenes - se rió, cruzando los brazos frente a su pecho, Ana se puso un poco nerviosa, sin saber qué responder - Es broma, es broma - batió su mano en el aire, quitándole importancia

Ana viajó con su mirada hasta Mimi, entablando conversación con el viejito al que se le cayó la cucharita, ya le había traído una de nueva para que pudiera comer su flan, estaba agachada, apoyándose en la mesa, con la cuchara que cayó en sus manos, y le oyó decirles a los señores de la mesa que comieran lentamente, sin prisa

- Esa chica.. - empezó Ana - creo que ella ha sido voluntaria desde mucho antes de que yo la conociera

- ¿Ah sí? No me había fijado - volvió a reír el hombre



Ana había invitado a Mimi por primera vez a su casa y al haberse hecho tarde al final casi se sintió obligada a quedarse a cenar, ante las súplicas de su madre y su hermana

- Nos hemos quedado sin papel higiénico - dijo el padre de Ana, sentándose en la mesa, justo al lado Mimi y de Nerea, la hermana de Ana

- ¿Qué? No hombre, no, está en el estante de arriba de todo - contestó la madre, que llevaba los últimos bols con comida a la mesa y se sentaba ella también

- ¿Le sirvo? - preguntó Mimi al padre de Ana, con la botella de cerveza en la mano

- Ay, sí, gracias - alzó el vaso

- Hija, come lo que quieras, ¿sí? - le dijo la madre a Mimi - ¿Te gusta la ensalada? Si prefieres de alguna otra cosa tú sólo pide, coge de todo lo que quieras, aquí hay carne, también hay patatas - Mimi asentía, agarrando el tenedor y mirando de reojo a Ana, que bebía de su vaso

- Ya, mamá, basta, no la atosigues, ya le ha quedado claro. Si quiere carne ya la cogerá, si le apetece ensalada ya hará lo que quiera, mamá, qué plasta

- ¿Que salsa prefieres? - preguntó Nerea, que hasta ahora no había abierto la boca, su mirada estaba clavada en Mimi - ¿Mayonesa? ¿Barbacoa?

Te prometí... (Warmi, finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora