Sexto capítulo: Existe

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El bullicio de la ciudad estaba presente en cada rincón de la ciudad, calurosa. Ana llegó a la academia de repaso y se sentó en la mesa de siempre, al final del aula, junto a Miriam

- Buenos díaaaas - saludó arrastrando las palabras

- Buenas... - susurró Miriam mientras se estiraba encima de la mesa - Qué bien nos lo pasamos ayer en el camping, qué relax, me siento como nueva

- Perdón. Por todo lo que pasó

- ¿Por? ¿Pasó algo? - la miraba confusa

- Bueno, por todo eso de Mimi… Ya sabes…

- ¿Mimi? ¿Quién es Mimi?

Ana la miró incrédula. Quizás sí que era verdad todo eso… ¿Pero cómo vas a creerte tal cosa? Ni para guión de telenovela…

Cuando salieron del centro Ana se afanó en subir a su bici y pedaleó todo lo rápido que sus piernas le permitieran, hasta llegar al instituto. Dejó la bici sin cuidado en las escaleras de la entrada y entró a toda prisa, esquivando gente que aún había allí. Llegó hasta el piso de las aulas de tercero, no había nadie, y entró en la que estaba marcada como 3-D, abatiendo la puerta y dirigiéndose a la mesa del profesor, mirando la lista anotada con las mesas asociadas a cada estudiante. Pasó su dedo por cada hilera impresa en la hoja hasta encontrar el nombre de Mimi, corriendo hasta su mesa, apartó la silla y se agachó para mirar en el cajón, encontrando una solitaria libreta, la investigó y vio en la contraportada su nombre y apellido escritos en rotulador, con el curso y grupo. Le sorprendió la voz de un profesor entrando al aula

- ¿Hm? ¿Guerra? ¿Qué haces aquí? Si tú eres de otro grupo, ¿qué haces aquí, en el aula D?

- Profesor… en el grupo D… Hay una chica que se llama Mimi Doblas… ¿verdad?

- ¿Doblas? - dudó el profesor - Eeeh… pues qué quieres que te diga, a mí no me suena… No creo que haya ninguna chica con este nombre en todo tercero...

- La hay… La hay - Ana se acercó rápida al profesor y le enseñó la libreta de Mimi. El hombre repetía en voz baja el nombre para sí pero no caía en la cuenta - ¡¿Por qué no la recuerdas?! - él la miró con extrañeza por su reacción - ¡Te juro que la hay! No miento cuando digo que Mimi existe - le arrebató la libreta y salió como un torbellino de allí

-¡¿Pero qué te ha picado, Guerra?!

Ana no oía nada, montó en la bicicleta y fue hacia la ciudad, hacia los lugares que recordaba haber estado con Mimi, sus pies pedaleando con furia, pasó por la intersección donde se encontraron por primera vez, días atrás, ahora desértica, frenó para mirar bien el lugar pero al ver que no había rastro de ella volvió a seguir rumbo hacia ni ella sabía dónde. 

Se hizo de noche y Ana volvió a las colinas, agotada, pedaleando ya casi sin fuerzas, tosiendo. El camino iluminado por el faro de la bicicleta, el parpadeo intermitente de un semáforo y algunos viejos fanales por los bordillos de las calles. Alzó la cabeza y al descubrirla hizo un último esfuerzo para llegar.

Mimi estaba agachada, sentada en el bajo bordillo de hormigón, con la cabeza y las manos encima de sus rodillas, en medio de un puente

- ¿Mimi…? - preguntó para sí misma - ¡¿Mimi?!

La chica al escucharla alzó su cabeza, sorprendida. Ana bajó de la bicicleta y fue andando hasta llegar a Mimi, que se levantó. Los pasos de Ana hacia ella iban despacio, dándole tiempo a si quería marcharse, si no quería verla, escucharla, si no quería estar con ella, que se fuera. Dejó la bici apoyada en la valla metálica de la carretera

- Lo siento mucho por ayer - se disculpó sincera Ana, bajando la mirada al suelo. Levantó la cabeza poco a poco y Mimi seguía allí - Si te soy sincera… creo que aún no puedo creerlo pero… Que haya pasado una cosa como lo que te pasa a ti… ¿Cuál es la causa?

Sólo se oía el ruido de los vehículos circular por la autopista debajo del puente

- ¿Por qué? ¿Por qué sólo te pasa esto a ti, Mimi?

Mimi se giró, mirando a través de las rejas, las vallas, el ir y venir de los coches

- ¿Eres capaz de recordar el nombre de tu profesora de parvulario? ¿Y el de tus amigas de primaria? ¿Cuántos de ellos eres capaz de recordar? - preguntó, girándose hacia Ana - Aunque los veas cada día… con el paso del tiempo, simplemente lo olvidas. Mi situación es la misma, lo mismo que eso - se volvió a girar, dándole la espalda a Ana y empezó a andar lentamente, Ana siguiendo sus pasos al mismo ritmo lento - ¿Verdad que la gente se muere sin razón aparente? ...Puede ser a causa de enfermedades… en un accidente… o en guerras. Si es que ni que hubiera una sola razón por el hecho de nacer… o una mísera razón para desaparecer… no somos capaces de controlar eso. Es por eso que… ¡¿Por qué solo a mí?! ¡Ya me di por vencida al pensar la causa de eso! ¡Ya no quería darle más vueltas! - parecía que iba a echarse a llorar en cualquier momento

- Yo… yo no voy a olvidarme

Mimi se giró y la miró con pena, con desdicha

- Nunca… nunca voy a olvidarme de ti, Mimi... - juró Ana. De un salto se subió a la valla de seguridad del puente y agarrándose con fuerza en el alambre sacó la cabeza por arriba

- ¡Aunque…! ¡Aunque todos se olviden! - gritaba al vacío - ¡Yo, Ana Guerra! - cogía aire como podía - ¡Nunca, nunca jamás… nunca voy a olvidarme de Mimi! ¡De Mimi Doblas! - juró

Mimi la miraba anestesiada, y como si fuera una chispa, sonrió, rió, rieron, rieron por unos segundos. Hasta que Ana bajó de la reja y se abrazó al cuerpo de Mimi. Al contacto, la risa de Mimi paró en seco pero una enorme sonrisa la sustituyó, abrazando por la espalda ella también, cerrando los ojos

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Ya hemos pasado el ecuador de la historia...

Te prometí... (Warmi, finalizada) Where stories live. Discover now