Parte 24

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A la mañana siguiente, Ari llevaba alrededor de una hora despierto pero aún seguía acostado en su cama con el ojimiel sobre su pecho. Sentía su vejiga estrujar, pero por nada del mundo despertaría a Temo de su pacífico sueño.

Así que ahora estaba mirando hacia el techo, sus dedos subiendo y bajando por la espalda del menor, dejando caricias a su paso.

En cierto momento sintió como Temo se movió un poco sobre su pecho y Aristoteles lo escucho bostezar. Creyó que el joven esclavo se levantaría o se separaría, pero se quedo allí acostado y despierto.

Aristoteles sintió que se enamoro un poquito mas.

"Temo, ¿estas despierto?" Susurro Ari a pesar de que ya sabia que el ojimiel lo estaba.

El joven esclavo movió su cara para poder ver a los ojos a su dueño y provoco que sus rostros quedaran a centímetros de distancia.

Ari sintió sus labios picar de las ganas que tenia de devorarlo a besos.

"Si, señor" Respondió Temo, sin dejarse inmutar por la cercanía.

"¿Ya te dije que tienes los ojos mas bonitos?" Susurro de nuevo Aristoteles, sentía que si hablaba mas duro rompería esa hermosa burbuja en la que estaban en ese momento.

La cara de Temo fue invadida por una inmensa sonrisa y soltó una pequeña risita.

"Si, Ari. Me lo dices a cada rato" Murmuro Temo sonrojado; no se acostumbraba a llamar a su poseedor por su nombre.

"Bien. ¿Tienes hambre?" Pregunto Aristoteles y se arrepintió al instante porque provoco que Temo se sentara y se separara de su cuerpo.

"Un poquito, señor" Respondió el ojimiel y se levanto de la cama. "Iré a prepararle el desayuno"

"¡Espera!"Exclamo Ari al ver a Temo caminar hacia la puerta. "¿Que te parece si lo preparamos juntos?"

Al escucharlo, Temo arrugo su frente levemente y un pequeño puchero se formo en sus labios.

"Lo que usted desee, señor" Respondió Temo y Aristoteles quiso golpearse al escucharlo responder con la clásica respuesta de esclavo.

"No" Dijo Ari y se levanto, caminando hacia Temo, quien ahora tenia los ojos abiertos como platos y debía admitir que estaba un poquito asustado. Confiaba en su nuevo poseedor, pero no podía negar que Aristoteles podía ser tan dominante algunas veces que le provocaban ganas de caer de rodillas y quedar a su merced. "Quiero que me respondas con honestidad, ¿quieres que te ayude o prefieres que no lo haga?"

"E-Es que, me gusta cocinarle, s- señor" Tartamudeo Temo mirando a su dueño directo a los ojos.

Aristoteles soltó un suspiro pesado al escucharlo.

"Sabes que no estas en la obligación de hacer todo por mi, ¿cierto?" Respondió Ari y sintió su cuerpo relajar al ver como volvía la sonrisa al rostro del menor.

"Si, señor. Y lo hago porque quiero hacerlo"

"Bien" Respondió el mayor con una sonrisa y abrió sus brazos. "¿Me regalas un abrazo?"

En instante el menor estaba entre sus brazos y con su cara pegada al cuello del mayor.

"Ya te dije que no tienes que pedirlos. Mis abrazos son tuyos, Ari"

.

Ari se encontraba recostado a uno de los muebles de la cocina mientras observaba a Temo mientras preparaba huevos en la estufa.

El menor llevaba una camisa de dormir de Aristóteles y le colgaba grande. A pesar de que las mejillas del jóven esclavo no se notaban tan hundidas como cuando lo habían recogido del C.A.E., igual era muy poco tiempo como para que Temo llegará a tener el peso adecuado.

Una sonrisa se asomó por los labios de Ari al imaginarse como se vería Temo cuando logrará subir de peso.

Un movimiento hizo interrumpir sus pensamientos y vió a Diana entrar por la puerta de la cocina.

"Buenos días, Señor. Buenos días, jóven Temo" Dijo Diana y Ari respondió al buenos días con una sonrisa. Temo la miró sonriendo y asintió como respuesta. "¿Quiere café está mañana, Señor?"

"Oh, si Diana, grac-"

"¡Yo lo preparo!" Interrumpió Temo a Aristóteles y el mayor miró sobresaltado como prácticamente corrió hacía la máquina de café.

"Pequeño, no tienes que hacerlo. Diana puede hacerlo" Dijo Ari y vió como el joven esclavo detuvo en seco sus movimientos. El ojinegro miró a Diana y la vió negar con su cabeza sutilmente con una sonrisa para luego caminar hacia Temo.

"A ver a ver, Temo" Dijo Diana mientras se acercaba al menor. "No vayas a creer que no te creemos capaz de hacerlo. ¿Recuerdas lo que hablamos el otro día?"

Temo no respondió, sólo se quedó congelado con el frasco de café en las manos.

"Ven" Dijo Ari y por fin Temo se movió, dejó el frasco sobre el mueble y caminó hacia su dueño con la mirada baja. Con el rabillo de su ojo, Aristóteles pudo ver cómo Diana salía en silencio de la cocina. "Mírame"

Temo alzó su mirada y Ari se sorprendió al verlo con los ojos inundados de lágrimas.

"¿Qué pasa, pequeño?" Murmuró Aristóteles y tomó entre sus manos las mejillas del menor. "Creí que ya habíamos superado estás cosas"

"Es que yo quiero ser quien hace sus cosas".

"Pero a veces puedes aceptar la ayuda de Diana" Dijo Ari y vió como el menor arrugó levemente su frente.

"Usted es mi dueño. Ella tiene a la Dama, que ella se encargue de hacer las cosas de la Dama y yo me encargaré de hacer de hacer sus cosas".

"Pero no tienes que–"

"¡Yo sé que no tengo que hacerlo!" Respondió Temo con frustración y Aristóteles abrió sus ojos como platos. "Pero quiero hacerlo, Aristóteles. Por primera vez me gusta hacer las cosas por alguien. Así que por favor, déjame hacer las cosas".

"Eso fue muy insolente" Dijo Ari y soltó una carcajada al ver la expresión del menor. "Me encantó. No te atrevas a disculparte, de hecho, ahora quiero verte haciendo al menos un berrinche al día"

Un sonrojo subió las mejillas del menor al escuchar la broma de su dueño y Aristóteles río aún más fuerte, jalando al esclavo para apretujarlo contra su pecho.

"Eres malditamente perfecto" Dijo Ari aún riendo y dejó un bullicioso y exagerado beso sobre la cabeza del menor. "Pero tengo hambre, así que termina de cocinar mientras yo hago el café, por favor. Ya espantaste a Diana"

Siguieron con sus labores y pronto entró la madre de Aristóteles a la cocina, saludando a ambos con un beso en la mejilla. Sobra decir que Temo se sonrojó hasta las orejas ante la acción de la Dama.

"Aris, ya debes comprarle ropa a Temo"

Su madre lo dijo muy casual, pero a Aristóteles se le revolvió el estómago con solo pensar en llevar a Temo fuera de su casa una vez más.

Llevarlo al C.A.E. había sido una cosa, pero llevarlo a un centro comercial sería muy diferente.

De igual manera, Ari estaba de acuerdo así que asintió con la cabeza y sonrió.

Debían empezar a enfrentar el mundo en algún momento y protegería a Temo con su vida su fuera necesario.

Después de todo, ¿Qué tan malo podría ser?

HOLAA
¿Alguien tiene info. sobre Emilio en Mérida?:o si saben algo diganme en los comentarios o por dm, los estaré leyendo ❤️

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