Parte 17

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Poco a poco, Temo fue despertando y tan pronto entró en conciencia que estaba despierto, tensó todo su cuerpo.

Se quedó quieto unos instantes; analizando lo que sentía en su cuerpo, estaba acostado sobre una superficie suave y tenía un cuerpo caliente junto a él.

Aquél único y dulce aroma que tanto estaba aprendiendo a amar llenó sus fosas nasales y se relajó instantáneamente al reconocerlo como el aroma de su Ari.

Por culpa de la pesadilla, había creído que Aristóteles había sido un cruel producto de su imaginación, pero al sentir su calor corporal, al sentir sus fuertes brazos rodeándolo y al inhalar aquel dulce aroma, supo que era real.

"Sólo fue un sueño" le había dicho Ari, pero aquello no había sido un sueño, aquello había sido un recuerdo.

El recuerdo que le había sucedido antes de que lo devolvieran al C.A.E y antes de que su Ari lo salvara.

Muy despacio, el joven esclavo abrió los ojos y se encontró la cara de su nuevo poseedor muy cerca de la suya. Sentía como las respiraciones profundas de Aristóteles le daban directo en la cara y sonrió al ver que tenía el cabello alborotado mirando en todas direcciones.

"Es el dueño más bonito que existe, estoy seguro" pensó Temo y se sonrojó al darse cuenta de lo afortunado que era al tener un dueño que era tan bonito por fuera como por dentro.

Con mucho cuidado, se separó del cuerpo dormido de Ari y se levantó de la cama con más facilidad que la última vez; el descanso estaba teniendo buenos resultados y su cuerpo ya dolía mucho menos.

Y por más que Temo hubiera deseado quedarse acurrucado a su poseedor por el resto de su vida, su vejilla iba a explotar y sabía que tenía el derecho a ir al baño, así que aprovechó ese privilegio.

Cuando terminó y se puso frente al lavabo, alzó su mirada y se observó en el espejo. Sus ojeras eran mucho menos notables ahora y consideraba que su cara tenía un poco más de color que la última vez que se había visto, sus ojos seguían del mismo color pero los notaba con más brillo.

Pero lo que más sorprendió a Temo al verse al espejo fue la gran sonrisa que parecía estar cocida en sus labios.

No lo podía evitar, se sentía feliz, se sentía a salvo, se sentía agradecido.

Teniendo cuidado de no hacer mucho ruido, Temo salió del baño y al verificar que su dueño seguía dormido, salió en silencio de la habitación y se dirigió a la cocina.

Al acercarse, pudo escuchar que alguien se movía dentro de la cocina y una ola de nervios lo invadió.

No sabía si alguien más vivía allí a parte de su dueño, la dama y Diana.

Armandose de valor, Temo se asomó a la cocina y vió a la dama preparando su comida. El ojimiel; frunció su ceño, ¿porque lo estaba haciendo ella en lugar de Diana?

"Buenos días... Cuauhtémoc, ¿cierto?" saludó la madre Aristóteles al ver al joven esclavo de pie en el marco de la puerta. El ojimiel asintió y ella sonrió "¿Tienes hambre?"

Temo negó con su cabeza y abrió la boca para hablar, pero los nervios le ganaron y no pudo articular ninguna palabra.

Con una pequeña sonrisa, la madre de Ari se acercó al chico y levantó su cara poniendo un dedo bajo su barbilla.

"¿Qué necesitas?" preguntó ella con dulzura y Temo tragó grueso.

"Y-yo..." tartamudeo el ojimiel y recordó a su durmiente dueño para armarse de valor "Y-yo quería prepararle el desayuno al señor."

La gran sonrisa que invadió la cara de la mamá provocó en Temo un fuerte sonrojo.

"Diana está en el mercado ahorita y yo no soy tan buena cocinera como ella, pero algo podemos cocinar juntos" dijo ella emocionada y Temo sintió como una sonrisa se asomaba por sus labios.

De verdad, no había podido tener más suerte cuando fue salvado por tan única familia.


Liberame - Aristemo ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora