Parte 21

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Después de darle el almuerzo, Ari llevó a Temo al baño para que se duchara y cuando el ojinegro le avisó que estaba listo, Ari entró para aplicarle más medicamento en los cardenales de su espalda y piernas.

Sonrió complacido al ver que estaban sanando muy rápido y que Temo ahora se movía con mucha más agilidad, dado que su cuerpo estaba dejando de doler.

Después de aplicarle la pomada, Temo se vistió con la ropa café que le habían puesto en el C.A.E. y ahora se encontraba en medio de la habitación con las manos de su dueño en las suyas, ambos de pie uno frente al otro.

"¿Estás listo?" preguntó Ari en un susurro y Temo sonrió al ver los nervios de sus poseedor.

"Si, Señor. Pero usted parece no estar listo." Respondió Temo con una risita y Ari sonrió por la ternura, era la primera vez que lo escuchaba reír y ya se había convertido en su sonido favorito. "Yo estoy tranquilo porque se que usted estará ahí conmigo. Y si usted esta conmigo, entonces todo esta bien."

A pesar de que a Aristóteles no le gustaba que le hablara de manera tan formal, sintió que se derretía, una vez más, las escuchar las adorables palabras del menor.

"Eres adorable." Dijo Ari y sonrió al ver el sonrojo que provocó en Temo. "Pero tienes razón, no pueden quitarte de mi lado, todo saldrá bien."

*

*

El viaje en el auto fue silencioso y un poco tenso. Aristóteles iba en el asiento de copiloto y cada tanto miraba a su madre tras el volante. Cada vez que hacía esto, su madre le sonreía para darle el confort que el ojinegro necesitaba.

Más rápido de lo deseado, el auto se detuvo frente a el edificio del Centro y Ari tomó un profundo respiro. Sin mirar a su madre, Ari soltó su cinturón y abrió la puerta. Caminó hasta la puerta de atrás y la abrió. Metió medio cuerpo para soltar el cinturón del menor y Temo salió del auto, su cabeza gacha y sus manos unidas detrás de su espalda.

Ari sintió ganas de vomitar al verlo en aquella posición de sumisión.

"Todo saldrá bien, Ari." Murmuró Temo y Aristóteles se relajó un poco al escucharlo decir su nombre.

Ari asintió pequeño y le dió un suave apretón en el brazo al menor.

"Los esperaré aquí." Ari escuchó a su madre decir y la miró, relajándose aún más al verla sonreírle.

El ojinegro asintió una vez más y caminó hacia las puertas del C.A.E. con Temo caminando detrás suyo.

Al entrar al edificio, vió de nuevo a la mujer sentada en el escritorio tecleando sin parar en el teclado de su computador. Al lado del escritorio estaba el hombre que había sido su guía leyendo unos papeles que estaban dentro de un folder.

Armándose de valor, Ari caminó hacía ellos y aclaró su garganta para llamar la atención de ambos.

"Vaya, ¿qué tenemos aquí?" Dijo el hombre con una sonrisa de superioridad en su rostro. "¿Tan rápido te vienen a devolver?"

"¿En qué lo puedo ayudar?" Dijo la mujer ignorando el comentario de su compañero y miró a Aristóteles.

"Llamaron esta mañana diciendo que debía venir a responder unas preguntas." Dijo Ari entre dientes, sus ojos sellados en el hombre que aún no dejaba de mirar a Temo.

"Claro jóven, pase por la puerta de la der-" Empezó a responder la mujer pero el guía la interrumpió.

"Sabía que no ibas a tardar en volver." Dijo el hombre y Ari sintió su sangre hervir al ver que el asqueroso tipo veía de pies a cabeza a su pequeño. Cuando el hombre acercó su mano al ojimiel, Aristóteles sintió como su cuerpo se estremeció de furia.

Con su mano, le dió un fuerte manotazo a la del hombre antes de que pudiera poner un dedo sobre el ojimiel. El fuerte golpe resonó en todo el aburrido y frió lugar y el hombre miró perplejo a Ari.

"No lo toque." Dijo Ari con una voz baja y grave. Sus ojos habían oscurecido con el enojo y las dagas que enviaba con su mirada al tipo, provocaron que este retrocediera un par de pasos con las manos alzadas.

"No hay necesidad de ponerse violentos, jóven." Dijo el hombre mirando a Aristóteles. "Es sólo algo, sólo un paquete más entre el montón-"

'¡NO ES UN PAQUETE! ¡NO ES NI 'SOLO' NI UN 'ALGO'! ¡ES UN MARAVILLOSO CHICO, IMBÉCIL!" Pensó Ari y cerró sus manos en puños.

"No me gusta que toquen lo que es mio." Respondió Aristóteles después de unos instantes de silencio cargados de tensión. Por más que hubiera deseado decir lo que pasaba por su mente, sabía que pondría en inmediato peligro a Temo.

"Jóven." Llamó la mujer con los ojos muy abiertos; estaba asustada al ver como el chico, que aparentaba ser inofensivo, había enfurecido tanto que hasta se veía mas grande y fuerte. "P-por la puerta de la derecha..."

Aristóteles no quito su mirada del hombre hasta que se volteó del todo y caminó hacía donde le había señalado la mujer.

En el pasillo, vió un letrero anunciando que había un baño en la siguiente puerta, así que al verificar que no había nadie a la vista, caminó apresurado hacía la puerta del baño y la abrió.

Sin tener que esperar a que Aristóteles le diera la orden, Temo entró por la puerta abierta y Ari entró detrás de el.

Tras ponerle seguro a la puerta, se volteó y de un jalón pegó el cuerpo de Temo al suyo. Con un posesivo agarre, rodeó su brazo por la cadera del menor y posó su otra mano sobre la cabeza del ojimiel, pegando la cara de Temo a su cuello. Sabía que lo estaba apretujando más fuerte de lo que debía, pero se sentía tan abrumado que no se podía controlar. Y el sentir el temblor del cuerpo de Temo no ayudaba; no se podía imaginar como se podría estar sintiendo el menor.

Al sentir los delicados brazos de Temo rodearlo por la espalda, su cuerpo fue abandonando los temores y su respiración agitada empezó a recuperar un ritmo normal.

Cuando al fin se sintió mas tranquilo, y sintió que el pequeño estaba más relajado, aflojó el agarre en Temo y lo miró a los ojos.

"Eres perfecto." Dijo Ari con convicción en su voz y los ojos de Temo brillaron. "No eres algo, eres alguien, y eres perfecto, ¿si?" 

Con suavidad, Temo asintió con su cabeza y Ari plantó un beso en su frente para luego abrir la puerta de nuevo y salir por el pasillo. 

Aquí había una N.A. pero te la perdiste, lo siento, sigue leyendo ❤️







































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