~Capitulo #140~

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Minutos después volvió a taparme la boca con ese pedazo de tela. Me desmayé de nuevo.

Sentía cómo me movía, comencé a abrir los ojos y estaba en la parte de atrás de un coche.

Quería gritar pero tenía tapada mi boca y mis manos estaban atadas con un pañuelo color rojo.

El coche se detuvo.

–¿Ahí la traes?-Pregunto una voz de un hombre.

–Si, esperemos que con esto el idiota de Benjamin suelte la plata que me debe.-Dijo el hombre que me tenía encerrada aquí.

–¿Y si eso no sucede?

–El esposo de esta mujer tiene mucho dinero, no creo que no quiera soltar unos miles de pesos por su esposa.

–¿Quien es el esposo?

–Mauricio Collins Stuart.

El otro hombre se echó a reír.

–¿Collins? Viejo, ese idiota en estos momentos se anda follando a mujeres en las Vegas.

Espera ¿que?, ahora entendía el por que Mauricio no me respondía los mensajes.

–¿Qué? O sea que ese idiota le es infiel a su esposa.

–Oh si, un amigo mío lo vio en un hotel con cinco chicas.

–Mala suerte para la señorita, bueno, nos vemos después.-Dijo el hombre llamado Hans.

El coche arrancó.

Estaba muy desilusionada y muy triste, y enojada. Quería golpear a alguien.

Minutos después se detuvo de nuevo y abrió la puerta, yo me hice la dormida.

Me cargo en sus brazos.

Abrí un ojo y pude ver que entrábamos a una casa.

–Hans ¿ahora qué pasó?-Pregunto lo que parecía ser una mujer.

–Nana no me cuestiones aún sólo ayúdame a llevar a esta chica a mi habitación.

–¿Qué? ¿Hans estás loco?

–¡SI, SI LO ESTOY Y AHORA HAS LO QUE TE PEDÍ O SI NO QUIERES QUE HAYA PROBLEMAS!-Le grito a la mujer.

Me desato las manos y me destapo la boca.

–¡AYUDA! ¡AYUDA!-Comencé a gritar y corrí para lo sería el jardín.

–¡REGRESA AQUÍ MALDITA DUENDE!-Grito el.

¿Duende? ¿En serio?

Corrí hasta llegar a una pequeña casita de muñecas, me metí ahí, cabía perfectamente ya que yo era de una baja estatura.

–¿Por que todo lo malo me sucede a mi?-Me pregunté a mi misma.

–Anett sal de ahí por favor, por favor pequeña duende sal de ahí.-Decía como si yo fuese una niña pequeña.

–¿Duende? ¿En serio? Y no voy a salir, me das miedo.-Dije mientras me abrazaba a mis piernas.

–¡SAL DE AHÍ MALDITA SEA!-Grito y yo di un pequeño salto y comencé a llorar.

–Déjame en paz.

Se fue de ahí.

A los minutos llegó la señora.

–Niña sal de ahí por favor antes que Hans regrese.

–No, no sé ni quien es usted.

–Soy Tereza y soy nana de Hans desde que él era muy pequeño, sal de ahí por favor, hagamos los que dice.

Salí de la casa de muñecas.

La señora Tereza me abrazo y me llevo hasta una habitación.

Al entrar me senté sobre la cama.

–¿Por que ese hombre es así?

–Mi niño Hans antes no era así, todo fue culpa de...-Iba a decir algo pero se quedó en silencio.

–¿De quien?

–Nada, olvida lo que dije ¿y tú quien eres pequeña?

–Me llamó Anett... Anett Wishaw.

–Que lindo nombre.

–¿A donde fue el hombre?

–Fue a ver si todo estaba bien en la fábrica de juguetes.

–¿Fabrica de juguetes?

–Si, fue lo que mi niño Hans heredó de sus padres, bueno, de su padre adoptivo.

–¿Adoptivo?

–Si, cuando el señor Bill Gray vivía siempre deseó tener hijos pero jamás pudo tenerlos, nunca se había casado hasta que llegó la señora Nora con Hans muy pequeño, tenía menos de un año de nacido, aunque la señora Nora ya nunca dijo quien era el padre, solo supimos que se llamaba Daer, por eso mi niño lleva el primer nombre del señor Bill y el de su padre biológico, cuando Hans tenía 14 años los señores Gray fallecieron en un horrible accidente.

–¿Accidente?

–Si, bueno muchos dicen que los asesinaron.

Mi cara era de sorpresa ante lo que la señora Tereza me había contado.

–Pobre de el hombre.

–Por ninguna razón lo hagas enojar, por favor, él puede resultar ser muy violento.

Asentí, por dentro tenía demasiado miedo.

La señora Tereza salió de la habitación.

Yo comencé a inspeccionar toda la habitación, tenía que encontrar algo para poder salir de aquí lo antes posible.

Se escucharon pasos y me fui a sentar a la cama.

El hombre entró en la habitación.

Comenzó a quitarse toda la ropa.

¡Mierda!

–¡¿Usted está loco?!-Pregunte tapándome los ojos.

–Duende por un momento no noté tu presencia, lo siento, ya puedes destaparte.

Quite las manos de mis ojos y ya traía enredada una toalla de baño.

Se sentó a un lado de mi, tomo mi rostro con sus manos. Pude ver sus ojos, eran color esmeralda, aunque pude notar en ellos mucha tristeza.

¡No Soy un Chico!©Where stories live. Discover now