22 - MARCADA

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Salimos al parque de atracciones. Devoramos algodón de azúcar, nos subimos a la mayoría de los juegos y luego fuimos al muelle, sentándonos allí frente al mar. Me alegraba el que no hubiera demasiada gente, porque si no sería un fastidio, al menos para mí. Le comenté lo grandiosa profesora que es para los deportes, ya que los profesores decían que realmente había progresado y ella me comentó lo mismo, que el inglés se le hacía más interesante gracias a mí. Permanecimos un rato en silencio, disfrutando de la brisa, del océano, del panorama que había delante.

Hasta que ella comenzó a hablar, serena, como si lo necesitara, sin apartar la mirada del horizonte. Me preguntó si quería saber las historias detrás de muchos de sus tatuajes, y sin meditarlo le respondí que sí, porque quería saber sobre ella, en todo sentido. Me sonrió en cuanto afirmé efusivamente, observándome con sus preciosos ojos chocolate.

Primero me señaló al gato negro sentado que tenía en la cara externa de su brazo.

–Yo amo los gatos. Cuando niña tuve uno muy especial llamado Tota. Era negra, muy cariñosa y escurridiza. La amaba demasiado. Fui realmente feliz al cuidarla. Era mi compañera cuando las cosas se ponían difíciles y me acompañó hasta que cumplí los dieciséis. Creía que me daba buena suerte así que me la tatué un año después; fue mi primer tatuaje. Sigo creyendo que ella me trae buena suerte aun hasta el día de hoy.

El siguiente era la frase "supercalifragilisticoespialidoso" al costado del antebrazo.

–Esto no se debe a que me gustara la película – aclaró -. Cuando niña lo cantaba muchas veces porque me agradaba la manera en que yo podía hacerlo y los otros niños no. Fue la primera cosa en la que me sentí privilegiada de los demás y por la que ellos me admiraban en cierta forma... y me pedían ayuda, porque nunca me había sentido útil para ayudar a nadie – su voz se escuchó un poco rasposa, pero enseguida la aclaró para continuar.

En la parte interior del otro antebrazo, con grandes letras decía "Mocosa".

–Siempre fui una mocosa, por esto, por lo otro. Para mi padre, para los padres de mis amigos, para los profesores de mis años de secundaria, para la gente que en realidad nunca llegó a conocerme del todo bien. Quise que vieran que sí; soy una mocosa y estoy orgullosa de serlo. Así que me lo tatué con grandes letras para que lo notaran – se rió, seguramente por ese hecho, sacándome una leve risa -. Estos números son la fecha de nacimiento de mi hermano – siguió, señalando con su dedo la zona delantera del codo -. Aunque él es hijo primerizo, esto es gracias a que estuvo para mí, sufriendo más que yo y protegiéndome, además el de la calavera de azúcar es por él también porque se erradicó a México y es allí donde ahora está viviendo, y como ama mucho la cultura latinoamericana, algo me la pegó.

Como tenía vestido, se podía ver también las piernas y continuó su rumbo por ahí, y a pesar de que tenía demasiados, simplemente le dio importancia al del jarrón con la rosa muerta, mirándola unos largos segundos sin emitir palabra alguna, como si ese tatuaje fuera el más significativo y doloroso para ella por como sus ojos se apagaron y su rostro cambió a uno melancólico.

–Este... tampoco es porque amara la Bella y la Bestia, pero... en casa teníamos nuestra propia historia basada en esa película, claro, sin el final feliz – dijo, acariciando la piel marcada, mientras intentaba unir los puntos de todas las advertencias e ideaba en mi cabeza la imagen de eso.

Y joder, esa simple imagen me desestabilizó hasta las cejas.

Marcada | Namjoon | BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora