Cuando los pilares del edificio describieron mi vista, no pude ver en ninguna parte el Audi preferencial de Tide. En el medio del estacionamiento habían dos personas, una abrazando a la otra de espaldas, mientras se miraban en silencio. La luz del atardecer no me dejaba ver.

Un sentimiento de compresión parecía atravesar mi cabeza como la fiera de un tenedor –Repito. ¿Qué?–. Vislumbré el cabello blanco característico de ese ser desconocido que me irritaba como la mosca de mi habitación que vivía más de tres días sin saber exactamente lo que me molestaba de su existencia poco útil.

¿Qué están...?

Alejé un poco la frente, volviendo rectamente hasta golpear su craneo y hacer que dejara caer la bolsa que ambos sostenían. Pude escuchar el quejido de ambos, pero no me importó.

Supongo que me molesta lo poco considerado que es con todos.

Nos vimos los tres, pero ellos tenían una mirada diferente a la mía.

—Enano...¡Gracias por la ayuda pero tu cabeza duele más de lo que me gustaría! —Exclamó Near con gemidos falsos, tomando las cosas que había dejado en el suelo—. Tengo que ir justo ahora a un lugar, pero con este golpe me veré como Megamente —suspiró, dando la espalda a ambos.

Se despidió con un breve saludo con la mano izquierda de scout y siguió su camino después de arrebatarle una bolsa de tela a Aley. Nos dejó a ambos solos en el sitio, hasta que Hisao rompió el silencio.

¿Le devolvió la camiseta ilegal?

Aunque no podía preguntarle a Hiray quien era ese chico, debía encontrar alguna forma de callar a Rind y su cerebro poco rendidor. Él era una persona de buenos sentimientos, pero a veces quería descuartizarlo y comerlo en menos de 9 días.

—Entonces de verdad la gravedad nos está haciendo colisionar —se dirigió a mí, pero no dijo nada después un momento—. Hablas poco, ¿no?

Abrí los labios para darle una respuesta.

No. Yo creo que hablo mucho. No hablo tanto como un niño de 7 años buscando excusas después de haber tomado el dinero de su padre y llorar para que no le quemen las manos, ya que no soy un niño pequeño, soy mayor de edad y me gustan mucho los gatos, en especial Gato, pero el punto es que soy alto y no soy un niño. ¿Te gustan los gatos? Me gustan sus ojos, son filosos pero gentiles. Sus patas son lindas. Patas... Así que yo diría que...

—No, ¿por qué?

—¡¿Ibas a decir eso?! —Gritó, expresando enojo en su rostro pálido.

—Ya me voy —le informé sin comprender lo que decía. Miré las carnes en mi bolsa para asegurarme de que el calor no las dañara pronto.

Volvió a interrumpir.

—¿Qué hiciste justo ahora? —no entendía lo que decía—. Me refiero al golpe. ¿Por qué entraste tan de repente? ¿Tienes algún problema? ¿Algo contra mí?

¿Golpeé a alguien?

Se acercó más a mi rostro, tratando de leer mis acciones. Me mantuve imperturbable, sin siquiera mover la comisura de los labios e incluso traté de no parpadear. Quienes trataban de buscar algún error en tus movimientos no me sacaban gracia, ni siquiera los monos. Aún así, traté de manejar una expresión distinta como el superior Mirt me había enseñado. Decirle a aquellos lectores de movimiento que no deberían evaluar a un humano sí ellos también lo son.

Cómo ser un acosador en 90 días y nunca olvidar quien eres. {FINALIZADO}Where stories live. Discover now