—Entiendo. —Respondí, abriendo la puerta para bajar y volver a mi dormitorio—, hasta luego.

—¡Espera! ¡¿Y mis "gracias"?! —Exclamó deteniéndome con su brazo. Su agarre era fuerte, y la teoría del secuestro para ser vendido aumentó las posibilidades.

No quiero ser comida.

—¿Gracias de qué?

—¡LARGO DE AQUÍ!

No supe cómo lanzó una patada demoníaca a mi torso, pero lo hizo sacándome por completo. Cerró su puerta y se encerró en el carro a escuchar música, quería relajarse antes de comenzar a manejar.

¿Por qué es tan raro?

Miré detenidamente dentro de la bolsa para ver el estado de mis carnes frías. Debía llevarlas a mi residencia para ponerlas en el congelador y más tarde preparar algunas con mis ingredientes que Mike había enviado de España. Aunque estuviera lejos, él mantenía su preocupación por mí.

Deberías odiarme.

Dante también enviaba paquetes constantemente, pidiendo cosas indecentes. La mayoría terminaron entre mi basura y solo los que consideraba adecuados eran entregados por mí a su actual dueño. También aparecía algunas veces en la ciudad, pero se negaba a venir a saludar por la misma razón que se fue sin despedirse.

Elevé la cabeza y seguí mi camino rodeando el edificio principal lleno de ventanales, deteniéndome cada cierto tiempo a observar las aves que pasaban en bandadas. Eran similares a gorriones, así que no cuestioné ello. Los recuerdos del libro que había leído recientemente en clase me abrigaron. "Lluvia de gorriones".

A veces quería ser un ave también. Podría volar lejos y alimentarme de gusanos, saborear su sabor... triturarlos y...

No.

Bajé la mirada que tenía puesta en el horizonte, sin poder evitar que mis manos temblaran. Un zombi, un deseo de mala muerte. Todo me estaba saliendo mal. Retrocedí, tratando de recordar lo que había sucedido en ese carro.

Lo he hecho.

Traté de recordar a Tide. Pensé en su tatuaje, en sus anillos, y el cómo me miró cuando lo metía a mi boca.

Lo he hecho en serio... en ese carro.

Oh. Desgracia. Me he dado cuenta de mi error, que me costará ambas piernas. Era el último paquete que tenía, y quedó allí junto a él.

Lo he hecho... he olvidado mis mentas en su carro.

Limpié el empañamiento de mis anteojos. Giré en mis tobillos, decidió a regresar por las mentas concentradas que mi señora madre me había enviado desde lejos. Tide parecía comerse todo lo que encontraba, diciendo que era "su nueva propiedad", y sentí aquella extraña premonición que me decía "se las comerá todas".

Comencé a andar, mirando mis pisadas para asegurarme de no aplastar ninguna línea y no morir explotado. Repentinamente daba brincos cuando la adrenalina subía. Rind siempre me decía que era un poco raro, pero Amber brincaba conmigo diciendo que era divertido jugar.

No es divertido morirse, pero me pregunto sí hay algo más allá de aquel lugar del que nadie vuelve vivo —le respondí.

Cómo ser un acosador en 90 días y nunca olvidar quien eres. {FINALIZADO}Where stories live. Discover now