La dama y el vagabundo (Jelsa) ||Adaptada|| •TERMINADA•

De Regreso

Narra Elsa.

Sentí el timbre y me desperté de golpe... me había dormido. Creo que los chocolates con crema me habían llenado bastante para luego tener una relajante siesta. Me desperecé y me levanté dirigiéndome hacia la puerta.
La abrí y largue un gritó... asustada de quien estaba ahí.

—Vuelves a gritar y te mandaré a Suecia —la voz de mi padre se escuchó en toda la sala. Me tomó por el brazo y me empujaba hacia fuera.

—¡Suéltame! —grité—. ¡Suéltame! —sentía como las lágrimas se formaban en mis ojos.

Esto no puede ser posible ¿Cómo me encontró? ¿Cómo lo hizo?

—¿Qué sucede? —la voz de Maura se escuchó y luego un gritó—. ¿Qué está haciendo?

—Julio —gritó mi padre y un hombre se acercó—. Llévate a la mujer y enciérrala en un lugar.

—¡NO! —grité—. Maura..

—Elsa —gritó Maura intentando correr del hombre que quería atraparla.

Aproveché y comencé a moverme tratando de zafarme de mi padre.

—¿Acaso creíste que no te encontraría? ¿Mmh? —me miró—. Ahora vámonos y no te resistas, o mandaré a tu noviecito a un juicio.

No me resistí. Lo último que quería es que lleven a Jack a un juicio, y todo por mi culpa.
Soltando lágrimas, dejé que mi padre me llevara hacia su auto, ya caminando hacia allí, vi a personas mirar en dirección hacia la casa, quizás escucharon mis gritos.

—¡Ayuda! —grite de repente—. Este hombre me quiere secuestrar —grite más fuerte con la intención de que los vecinos llamen a la policía.

—No le hagan caso. Se escapó de la casa y solo vengo a buscarla —largó una risa—. Yo soy su padre, está todo en orden.

—¡Suéltame! —grite.

—¡CÁLMATE! —me gritó y de un empujón me metió a la parte trasera del auto. El otro hombre volvió y se subió atrás conmigo. mi padre en el asiento de conductor. El auto comenzó a moverse.

—No papá porque me haces esto, yo no te importo déjame vivir —le rogué mientras lloraba.

—Claro que si me importas hijita, te necesito para que vean la hermosa y educada hija que tengo.

—Imbécil —le grité.

—¿Por qué no te duermes un rato? —él y el hombre a mi lado rieron.

Decidí que no podía hacer nada por ahora. quizás más adelante sí. Pero ahora prefería abrazarme a mí misma y llorar en silencio.

(...)

Sentí como el auto se detenía... abrí mis ojos con las pocas ganas, vi que estábamos frente a mi casa.
Era real... no era una pesadilla.. todo esto.. era real.

Mi padre.. o mejor dicho Agnarr –porque ese monstruo no merece llamarse mi padre–. Bajó del auto y me abrió la puerta.. sin resistirme bajé y miré mi casa.
Tomó mi brazo y me empujó hasta la puerta principal, la abrió y allí estaban todos los sirvientes... y mi nana.

—¿Qué están mirando? —les dijo mi pa... Agnarr—. Vuelvan a su trabajo —asintieron con la cabeza baja y se retiraron de la sala. Menos mi nana quien me miraba triste.

—Cristina —le habló Agnarr—. Prepárale algo de comida.

Mi nana asintió y despacio volvió a la cocina, mi padre caminó conmigo por las escaleras y rápido llegamos a la puerta de mi habitación, la abrió y me empujó dentro, luego cerró la puerta con llave, y me dejó encerrada allí dentro.
Corrí a mi cama, y comencé a llorar. Preguntándome: ¿Cómo me había encontrado tan rápido?
Apenas hace dos o tres días de que Jack me había pedido de que me marchara con él..:

—Jack —pronuncié.

—Elsa —se acercó y tomó mis manos.

—Tienes... Tienes que irte Jack —le dije negando con mi cabeza.

—Yo no me voy sin ti —me dijo.

—¿Qué?

—Márchate conmigo —me miró suplicante mientras entrelazaba nuestras manos—. «Escapemos... juntos»

Recuerdo haber bajado por la ventana de mi balcón y... ¡Eso es! ¡La ventana!

Me levanté de un salto y corrí hasta la ventana con la esperanza de que pueda escapar por ahí... Corrí las cortinas rápidamente y me llevé la decepción más grande.
Mi ventana... la cual una vez fue mi ventana... estaba cubierta de ladrillos... estaba tapada.

—No puede ser —dije llevando las manos hacia mi boca—. ¡Tú bestia, tú hiciste esto! —grité esperando a que me escuchara—. ¡¿Planeas dejarme encerrada aquí toda mi maldita vida?!

Me lancé al suelo y comencé a llorar... Esto no podía estar pasándome. ¿Por qué siempre sucede algo que lo arruina todo? Pensé que ya sería feliz, que iba a escapar de él. Pero no, estoy aquí otra vez, donde empecé, donde empezó mi sufrimiento.

Sentí un ruido en mi puerta. No le di importancia. Ya no había manera de salir de aquí.
Me sentía como en una película; la cuál secuestran a la chica y la encierran.

Vi a mi nana, entrando con una bandeja de comida, la dejó a un costado y se acercó a mí.
No me moví. No quería hacerlo. Me sentía deprimida y sin salida.

—Ay cariño —dijo suave sentándose a mi lado en el suelo—. Cuanto lo siento... —la miré a sus ojos, y noté unas pequeñas lágrimas en ellos—. Esto es demasiado para ti... tú no te mereces esto... me encantaría sacarte de aquí y llevarte lejos para que seas feliz de una vez por todas.

—Esto no es tú culpa —dije despacio—. Es sólo culpa de él. Yo no entiendo por qué simplemente no me deja. Si ni siquiera le importo ¿para qué me quiere? —suspiré—. ¿Sabías que hoy es mi cumpleaños? —sollocé.

—Si —asintió largando pequeñas lagrimas—. Felices dieciocho años Elsa.

—¿No se supone que con dieciocho años yo ya soy libre? —le pregunté.

—No lo sé —acaricio mi cabello—. ¿Tienes hambre?

—No —cerré los ojos—. Esta mañana Maura y Jack me hicieron un desayuno especial —sonreí todavía con los ojos cerrados, imaginándome de vuelta el lindo momento que había pasado hoy, pero la sonrisa desapareció al pensar en Jack—. ¿Qué va a hacer cuando se entere que ya no estoy?

—Vendrá por ti —escuché decirlo después de unos momentos de silencio, la miré atenta—. En el poco tiempo que conocí a Jack, noté que él es un chico fuerte... Él pasó tiempo en la calle... se escapó de su casa... Aún sonríe. También noté el amor que sentía por ti, era muy fuerte. No es cualquier enamoramiento Elsa, eso era amor de verdad —suspiró—. Yo sé que él no se va a rendir. Juntos encontraran la manera de solucionar esto —me levanté y la abracé fuertemente—. También me tienes a mí para ayudarte.

—Gracias nana —largué un sollozo y me aferré a ella—. No sé qué haría sin ti.