21: Ofensa

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Este capítulo va para AnaYimnyRodriguez, por el apoyo en esta y otras historias. Espero que lo disfrutes, chiqui. ❤

No sé cómo pude haber pensado que esta sería una buena idea

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No sé cómo pude haber pensado que esta sería una buena idea.

Ya sentados en la mesa, la tensión por parte de los padres y la nonna de Andrés desapareció, pero la de mi amigo seguía ahí latente y espesa. Él miraba a su papá con intensidad y al mismo tiempo, como si no pudiera creer que estuviese allí. Mientras que su progenitor, en cambio, charlaba con la nonna como si la viera todos los días, acaparando su atención y haciéndola olvidar por minutos que su amado nieto estaba en la misma mesa con ellos.

La señora Pía nos trajo un plato de pasta a la carbonara, que ella pronunció en su italiano pulido como «speghetti alla carbonara». Le sonreí pareciendo feliz ante la elección, pero a decir verdad yo no era fan de los espaguetis. La pasta larga me parecía engorrosa, y siempre terminaba salpicando la salsa en todas las partes de la mesa. Por eso mamá cocinaba pasta corta, que era mi favorita —y la de papá también—.

—La experiencia en Noruega fue increíble —comentó Dante—, Kjerabolten es un sitio que toda persona debería conocer.

—¿Por cuánto tiempo te quedarás en Buenos Aires? —preguntó Pía, dando el primer bocado de su comida.

—Tres meses, quizás un poco más. A mediados de enero nos toca salir a Nueva Zelanda.

Cuando todos empezaron a comer, tomé los cubiertos que estaban junto a mi plato dispuesta a cortar la pasta, como hacía a veces en mi casa.

Pero cuando mis dedos alcanzaron el cuchillo, sentí la cálida mano de Andrés posarse sobre la mía de forma rápida, segura y muy disimulada.

El inesperado gesto cortó mi respiración a la par que aceleró mis latidos sin motivo aparente, causando un estallido de sensaciones en aquella parte de mi piel que estaba en contacto con la suya. Observé sus manos, que eran suaves y finas. Por un segundo consideré proponerle que fuera modelo de manos en Instagram, si es que tal cosa tan ridícula existía, pero él seguro cumpliría el rol a cabalidad.

Tragué fuerte cuando, de reojo, lo noté acercarse a mí con una lentitud que buscaba disimular sus intenciones, y que en efecto, logró que ninguno de los adultos nos prestara atención. Cuando volteé, mis ojos dieron con los suyos pero dicho contacto duró apenas un instante. Lo siguiente que supe fue que su aliento rozaba mi oreja, erizando los vellos de mi cuello.

—Sabes que a mí no me importa que cortes la pasta, pero para mi mamá y mi nonna, lo que estás a punto de hacer es una ofensa —susurró.

Nuestras miradas volvieron a encontrarse a la vez que consideré que quizá nuestros rostros estaban demasiado cerca. La distancia entre ambos era tan corta, que detallé sus lentes de contacto, aprecié el tono chocolate de sus ojos y su forma de observar el azul de los míos, borrando todos mis pensamientos coherentes.

Una sonrisa por alfajores © ✓ | (Watty 2019)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora