XXXIV

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Una semana después...

— Mi Lucas... Mi pequeño... —Susurraba Vanessa con aquel pequeño en sus brazos. De pronto, una pequeña lagrima rodó por su mejilla; fue limpiada rápidamente, pero llenó de asombro a aquella madre al notar su naturaleza cristalina.

— ¿Vanessa? —Entró Alex en la habitación, con los ojos cristalizados y una expresión deprimente— Debemos irnos...

— Lo sé... —Se levantó y caminó junto a su esposo, abrazando tiernamente a su bebé.

— ¿Están listos? —Asintieron— Ya saben que hacer. —La luz los consumió y en unos segundos ya estaban en el bosque— Síganme, es por aquí. —Unos minutos después, estaban frente a la puerta. Luna tocó y segundos después Zoé apareció tras ella.

— ¡Luna! Bienvenida. —Luna le sonrió y dio unos pasos atrás— ¡Chicos! —Corrió a ellos con emoción— Oh... ¿Este pequeño es quien creo que es? —Ambos asintieron a ella— Es precioso...

— Zoé, tenemos que pedirte un gran favor.

— Si, claro Alex. Dime y yo concederé.

— Te queremos pedir, con el dolor de nuestra alma, que cuides a Lucas por nosotros. —Zoé quito la mirada del bebe y le vio seriamente— Por favor... —Ella estaba paralizada, con la mirada llena de miedo.

— ¿Qué sucede?

— Lucas no está seguro con nosotros.

— ¡Pero conmigo tampoco! Mi padre...

— Zoé. —Ella volteó a ver a Luna— Yo arreglaré eso. Pero debes prometer, cuidar a Lucas con tu vida. ¿Quieres verlo morir?

— ¡No! ¡Claro que no! —La desesperación la embargaba.

— Ayúdanos... —Zoé volteó a ver a Vanessa— Vendremos a verlo durante el día lo más seguido que podamos. Por favor... Te lo suplico...

— Pero yo...

— ¿Viste a la niña?

— ¿Cuál...? —Luna giró la cabeza en dirección a la casa de Zarina— Si...

— Ella, te ayudara a mantener a Lucas seguro. Mientras ella viva, nadie vendrá por él. —Zoé cerró los ojos y respiró con dificultad— Proteger es nuestro deber, soñar nuestro medio, y solo la luz nuestro dueño.

— Lo haré... —Vanessa sollozó y se dejó abrazar por su esposo.

— Cinco de junio de dos mil diecinueve. Entrénalo, y envíalo conmigo en la primavera de dos mil veintiunos. —Zoé asintió, abrió los ojos y se giró hacia los chicos.

— Gracias... —Le entregó con cuidado al bebé y Zoé lo sostuvo con cuidado— Te amamos hijo...

— Lucas, Papá te ama, Mamá te ama... Nunca lo olvides. —besó su rostro y abrazó a su esposa conteniendo las lágrimas.

— Volveré, Zoé. Debo ir a dejar a los chicos. — Zoé asintió y entró en la casa— ¿Listos? —En segundos volvieron a casa.

— Yo me ocuparé de todo ahora. No se preocupen. Lucas ya está a salvo, igual que ustedes. —Ellos asintieron y Luna desapareció.

— ¡Aaaah! —Rápidamente el niño comenzó a llorar ante su abrupto despertar.

— Tranquila, soy yo. Dame a Lucas. —Lo acogió en sus brazos y comenzó a mecerlo— Sh... Tranquilo. Todo está bien... —Unos minutos después ya estaba en calma— Me quedaré. No te preocupes, tus padres no me verán. Arreglaré todo.

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