XVIII

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Alex se coloco inmediatamente el anillo, al igual que Vanessa y Fred lo hicieron apenas lo tuvieron en sus manos. Vanessa cerro el cofre y siguio a Fred fuera de la habitación. Alex y Zoe imitaron su acción. Fred entró en la habitación en la cual Matteo y Tara se encontraban y rápidamente tomo las dos sortijas restantes.

— ¡Niños! —Ambos dejaron de jugar su juego de manos y le prestaron atención— Alguien les ha enviado esto. —Le lanzo la sortija a Matteo quien él la atrapo en el aire mientras él se acercaba a Tara y se inclinaba hasta llegar a su altura.

Una luz levemente cegadora se originó en la palma de Fred y segundos después en esta apareció una cadena de oro. Fred tomo la cadena y colgó la sortija a esta, luego, con delicadeza, la puso alrededor del cuello de la niña y la solto una vez la abrochó rápidamente. La cadena brillaba sobre su piel, tanto como la sortija sobre su pecho; ambas, estaban hechas de magia pura.

— Nos vamos niños.

Fred salió de la habitación sin más y avanzo a paso veloz escaleras abajo. Todos le siguieron sin titubear. Una vez en el porche de la espaciosa cabaña todos se despidieron de Zoe con algo de tristeza. Les entristecía tener que volver a partir. Ni siquiera habían pasado un día allí y ya debían marchar. Fred envió a todos a la van y le entrego las llaves a Alex. Se quedo a solas con Zoe.

— Adiós Frederick. Fue un gusto conocerte. —Se despidió la chica.

— Adiós Zoe. —se acercó a ella y le dio un pequeño abrazo, el cual ella correspondió casi por inercia y cerró los ojos, hundiéndose en el pecho de aquel hibrido inmortal. A ella se entristecía su partida. Ya estaba acostumbrada a quedarse sola, el problema es que se había echo la esperanza de que aquello ya no fuese así.

— Espero volverles a ver algún día. —Fred sonrió, y una luz cegadora aprisionada por su puño centello a espaldas de la chica. Se separaron y con delicadeza Fred abrochó el collar en el cuello de la chica sin que se diese cuenta, tan rápido que solo le tomo una milésima de segundo.

— Ojalá sea en mejores circunstancias. —La chica sonrió y asintió, solo entonces noto la presencia del collar alrededor de su cuello— Un pequeño obsequio. —Comentó Fred con una sonrisa, refiriéndose a la delicada cadena de plata de la cual colgaba un pequeño y hermoso colguije con forma de ángel— Adiós, Zoé. —La chica sonrió y asintió.

— Adiós, Fred. Suerte. —El joven le sonrió y en un parpadeo despareció de su vista, dejando estupefacta a la chica.

Fred llego rápidamente a la van y se monto en el asiento del conductor. Reviso el interior de esta. Tara se encontraba la asegurada en su silla, Matteo y Vanessa a los lados de esta, y Alex a su lado, de copiloto.

— Muy bien, vámonos. —Se enderezo en el asiento y se puso el cinturón de seguridad— Alex, dame la carta. —Este le obedeció y le entrego las hojas de la carta rápidamente. Fred memorizo el contenido de la ultima hoja y le entrego la carta a Vanessa, quien rápidamente la tomo y devolvió las hojas a su sobre— Iremos por algunas cosas a la ciudad y luego nos iremos. —Informo él poniendo en marcha la van.

En pocos minutos ya se encontraban en la dirección indicada en la carta. Era una casa particular. Apenas se estacionaron la puerta se abrió y un joven de melena larga y ojos claros atravesó el pequeño jardín de la entrada y llego hasta ellos.

— Hola. Yazzie y Chadwick ¿verdad? —Pregunto el señalado a Alex y a Fred respectivamente. Ninguno respondió— Luna ha dejado algunas cosas para ustedes aquí. —continuó él y enseñó la sortija en su mano; la misma que ellos portaban— Vengan, acompáñenme. —Fred retiró las llaves de la van y salió de esta. Como siempre, todos le imitaron y le siguieron.

El joven de ojos claros los condujo hacia el interior de lo que parecía ser su casa. Él esperó a que todos ingresaran y cerró la puerta tras de ellos. Avanzo hacia las escaleras y les indico que le seguirán. Se detuvo frente a una de las recámaras del segundo piso y abrió esta, pidiéndoles que le esperaran allí. Un minuto después él salió de la recámara con un pequeño carrito en el cual venían tres pequeños baúles de metal.

— ¿Quién de ustedes es Fred? —Señalo a Matteo y a Fred. Este ultimo dio un paso al frente— Ella me pidió que te entregara esto. —Dijo el refiriéndose a los baúles a una pequeña nota en sus manos— Tú debes ser Vanessa. —Dijo él centrando su mirada en la susodicha. Esta asintió y él le entrego una carta— Ella te a dejado esto. Y... —Sacó de su bolsillo una pequeña cajita blanca con un moño plateado y se la entregó— Esto. Me a dicho que abras ambas cuando estén en la manada. Fred, acompáñame. Debemos ingresar la van.

— ¿Por qué? —Inquirió él sin moverse un centímetro de su lugar.

— Porque el portal que utilizarán para llegar hasta la manada esta aquí, y necesitaran la van para transportarse más cómodamente.

—Ella no menciono ningún portal.

— Si, lo sé. Llego hace veinte minutos y dijo que tenia algunos problemas con los chupasangres, así que tendrían que usar un portal para llegar directo a la manada. Lo a situado en mi garaje, para no alertar a los vecinos.

— De acuerdo. —Fred le siguió, elevando sin problema los pesados baúles en el aire al bajar las escaleras.

En breve todo y todos ya se encontraban dentro de la van, ingresando al garaje del joven de ojos claros. «¿y el portal?» Se pregunto Fred una ves se había detenido. El joven pareció leerle la mente y le respondió rápidamente.

— El portal se activará solo si un brujo pronuncia esto. —Le entregó un pequeño papel en donde se hallaban escritas palabras que en su idioma natal— Suerte,y que les vaya bien. —El joven ingresó a la casa y cerró la puerta tras de sí. Fred leyó las palabras y se preparo para activar el portal— Caspides portal open to travel now.

E instantáneamente frente a sus ojos apareció el gran y brillante portal color cian, sin titubear, Fred puso en movimiento la van y atravesaron el portal, desvaneciéndose en la luz de este, el cual se cerró momentos después de su paso, con un cegador resplandor.

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