Capítulo 1

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El rey Wen caminaba por los pasillos de su castillo, llegando a lo que era el salón principal de su enorme castillo. Ahí contempló a sus soldados en posición de guardia, parte de ellos traían consigo a un bandido entre sus manos, de rodillas y con la mirada clavada en el suelo. Él lo miró expectante, pues lo habían pillado robando a una de las señoras de servicio. Aquella mujer gritó desesperada y ahora lo traían en frente del Rey.

—Suéltenlo. –ordenó. Los soldado hicieron caso a lo que su señor había dicho.– Aléjense tres pasos de él. –los soldados actuaron ante su llamado e hicieron lo que les pidió. Guardaron una distancia, mientras el bandido no decía nada.– Me han dicho que has tratado de usurpar las mercancía de nuestra más fiel servidora, ¿a qué se ha debido este atracó? –no respondió.– Dime algo, ¿tienes familia? ¿Padres, hermanos? Por tu apariencia, dudo que seas mayor para tener hijos.

—Tengo un hermana menor a quien cuidar, esta gravemente enferma.

—Ah. –exclamó con asombro fingido.–  Entonces, ¿tu hermana te orilló a hacer esto?

—No, Señor. Fue por mi propia cuenta.

—Entiendo, tu castigo como ladrón, será salir de mi reino, y tu hermana sera llevada al orfanato del Reino. No tendrás contacto con ella, y no volverás a verla, ni poner un pie aquí.

El joven levantó la mirada desesperado por aquello que había dicho el rey. Se levantó rápidamente, los soldados comenzaron actuar, tomando al prisionera y tumbándolo al suelo. Protegiendo a su Rey en caso de querer hacerle daño.

—¡No puede hacerme esto! ¡Mi hermana es todo de mí! ¡Por favor! –comenzó a sollozar. El Rey le dio una ultima mirada, para dar media vuelta.

—Saquenlo de aquí.

Fue lo único que dijo, para comenzar a caminar hacía dentro del castillo. El joven fue tomado del cuello, y de las muñecas. Gritaba, rogaba y pedía que no lo sacaran del reino. Los mismos soldados lo llevaron a rastras hacia las a fueras de aquel grande lugar. Fue tirado en la frontera principal del reino. Tirado en el suelo, con algunas heridas, quiso volver a entrar, pero los soldados eran más fuertes que él, naciendo que volviera a caer. No tenia remedio.

—¿Por lo menos me dejarán despedir de mi hermana? –su voz estaba quebrada y algo ronca por haber hecho aquello. Los soldados no respondieron ante su petición.

Soltó un suspiró, limpiando sus mejillas para dar la espalda a la frontera y caminar hacia las a fueras del reino. Caminaba por el sendero en busca de un remedio para volver con su hermana. ¿Podría engañarse a si mismo y volver otro día para ir con ella? No, tenía que aceptar la verdad, estaba solo, y no tenía como volver a casa. Nunca antes lo habían encontrado robando a otras gentes, sino fuera por la enfermedad de su hermana, nunca hubiera tratado de robar medicamentos.

Se encontraba perdido, cansado ya del camino, se apoyó en un árbol frondoso, en medio del bosque, dejándose caer hasta el piso cerrando los ojos para descansar. El fresco aire que había, acunaba su rostro dejándolo en una zona de confort donde podía dormir y descansar, sin pensar en donde estaba parado. Un profundo sueño lo invadió completamente, olvidándose de la situación que lo agobiaba por unos momentos. El sonido de las cigarras se escuchaba, dejándolo completamente tranquilo, cuando comenzó a escuchar unos crujidos se levantó alarmadamente, sacando una navaja que había guardado en pierna. En defensa, vio una ardilla correr lejos de ahí, aquel chico solo suspiro por lo asustado que estaba, dormir en un bosque no era la mejor idea de todas. Solo volvió a recargarse, cerrando ligeramente los ojos.

—Uno jamás espera encontrarse a un niño tumbado en medio del bosque. –la voz de aquel hombre lo hizo despertar.

—¿Qué quieres? –dijo con voz temblorosa al ver al sujeto más alto.– ¡No tengo nada!

El Príncipe Encantado - SEVENTEENWhere stories live. Discover now