Prólogo

2K 147 14
                                    

Ser hijo de un Rey es lo mejor que podría pasar. Poder tener todo el dinero en mano, disfrutar de todas las cosas que quisieras por petición, ser también el heredero de un gran reino —además de que eso era lo más obvio—. Pero, había algo que no estaba escrito, que un pequeño niño, hijo de un gran reino, era condenado por un gran brujo a un poder inimaginable. Ese niño era un verdadero monstruo para la gente, el Rey por obligación tenía que esconderlo de la ciudad llegado el anochecer y la luz de la luna, o todo aquello que era se terminaría por convertir en oscuridad pura. Bajo un hechizo de una "Hada Madrina", quien ayudó a que el niño estuviera bajo cuidado en el castillo, ahora que cumpliría parte de su adolescencia, se vio obligado a ser escondido en un gran castillo abandonado, aquel con trampas y que solamente aquel hombre o mujer que tenga la valentía y la fuerza para salvarlo podría convertirse en su amor y podrá romper el hechizo del brujo. 

—¿Entonces me estás diciendo que su padre lo obligó a irse de su reino solo por aquel poder? 

—Un rey debe hacer lo mejor para su reino.

—Ese tipo no merece ser llamado padre.

—Mingyu, ¿qué hubieras hecho tú en su lugar? 

—...

La frustración en el rostro de Mingyu se apoderó en pocos segundos, era una adolescente que creía que algunas cosas eran erróneas sin buscarle la lógica. Hacía su propio bien, a beneficio propio, robaba, y usurpaba para bien propio, era un chico sin buscar un remedio para las demás gentes. Era un gran bandido, odiado por muchos, y sin amor hacía él, andando sólo como un buen ladrón. La gente le tenía miedo, solo por su rapidez y las bromas que lograba hacer. Siempre andaba solo, ya que su padre murió cuando cumplió los nueve años y su madre había huido un par de años después de haberlo tenido. 

Después de haber escuchado la historia del ex-servidor del Reino, Mingyu tomó su mochila partiendo de aquella taberna hacía lo que llamaba hogar, una pequeña cabaña en los más profundo del bosque. Caminaba por el sendero que sabía de memoria, uno muy solitario. Se subía a todo aquello estaba en el suelo, rocas enormes, y pasaba por troncos que facilitaban su paso por suelos con fango y zonas de trampas. Aunque era de noche, Mingyu conocía fácilmente su camino, cinco años recorriendo el mismo lugar. Se paro en frente de lo que era su hogar, mirando la fachada casi caída, no le importaba, mientras tenía que comer y dónde dormir era suficiente para un pobre vago que vivía en medio de la nada.

Entró a su casa, dejando su chaqueta y mochila a un lado de la puerta. Encendió una de las linternas de vela que tenia para alumbrar su casa, encendió la chimenea y se sentó en frente de ella para calentarse un poco antes de irse a dormir. Las palabras de aquel asaltante de campo le habían llegado a la mente.

—¿Un príncipe encerrado en un castillo abandonado? Si realmente existiera, me gustaría salvarlo de aquella oscuridad...

El Príncipe Encantado - SEVENTEENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora