Las sombras

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CAPÍTULO 28: LAS SOMBRAS

Con las manos temblorosas colgó el teléfono. Sus ojos fijos en ninguna parte y su corazón desbocado, sin apenas aliento y con la sensación de que el mundo entero acababa de desmoronarse las lágrimas empaparon sus mejillas mientras la adrenalina recorría sus venas a gran velocidad.

Su mente funcionaba demasiado deprisa, haciéndose a la idea de que Irene había tenido un accidente y debía ser grave para que desde el hospital llamaran a su contacto de emergencia, mil escenarios acudieron en imágenes, cada uno más horrible que el anterior, mientras su alma se fracturaba en mil pedazos y el terror se adueñaba de ella, el recuerdo de su hermana fallecida la golpeo con fuerza, no sabía si estaba preparada para volver a perder.

Todo su cuerpo temblaba y el tiempo se había detenido mientras ella, congelada en el sillón, parecía una estatua de hielo con una mueca en su rostro, hasta que sintió la pequeña mano de su hija tirando de su camisa y su voz adormilada, llamándola, a pesar de que la escuchaba demasiado lejos, la ancló a la realidad, obligándola a tomar conciencia de la situación y mirar a Kathe a los ojos.

-¿Quién era? ¿Era mamá? ¿Ya viene?

-No era mamá pitufa.

-¿Entonces quién era?

Con un suspiro, Inés cogió en brazos a su hija y la sentó sobre sus rodillas, abrazándola con fuerza y besando su frente con amor. La pequeña intuyó que algo grave había pasado ya que la consternación que Inés mostraba era evidente y se empezó a preocupar.

-¿Le ha pasado algo malo a mi mamá? Dímelo Inés ¿Qué le ha pasado a mi mamá?

-Eras una niña lista Kathe ¿Me prometes que serás también valiente?

-Lo prometo.

-Mamá está en el hospital, me acaban de avisar así que tú y yo nos vamos a ahí ahora mismo ¿Sí?

La pequeña se abrazó a ella con fuerza, sin emitir sonido alguno, sus mejillas se llenaron de lágrimas sin llegar a comprender qué había sucedido, dejó que Inés la cargara hasta el coche y no dijo nada en todo el trayecto hasta el hospital, observando de vez en cuando a la castaña, como esta maldecía por lo bajo, como evitaba las lágrimas, como le sudaban las manos sobre el volante.

No tardaron mucho en llegar al hospital donde Irene se encontraba, aparcó como pudo y tomó a su hija en brazos. La pequeña, asustada, se aferró a su cuello sin pronunciar palabra, observando su alrededor consternada ya que nunca había estado en un hospital. Acercándose a la entrada, Kathe se aferró a ella con más fuerza y susurró en su oído liberando una parte de sus miedos.

-Mami... ¿Mamá está bien?

-No lo sé pitufa, pero ya mismo lo vamos a averiguar.

Abrazándola para infundirle valor, besó su cabeza con cariño y, a pesar de que la situación era desesperante, no se le escapó el detalle de que su hija acababa de llamarla mamá, por primera vez desde que supo la verdad de su origen.

Entraron en el lugar y Kathe escondió su rostro en el cuello de su madre mientras esta buscaba con la mirada el mostrador de información. Iba a preguntar por Irene cuando una mujer asiática vestida con la bata de médico se acercó a ella, escrutando a la pequeña con la mirada, al parecer reconociéndola.

-¿Kathe?

Su hija alzó la mirada y, sin dejar sus brazos, sonrió entre las lágrimas reconociendo a Tamara en el acto.

-Tía Tam, mamá está aquí ¿Está bien?

Tamara no respondió, sus ojos fijos en Inés, reconociéndola. Revolvió los cabellos de Kathe con cariño y le dio un beso en la mejilla antes de dirigirse a ella una vez más.

Tras las huellas de tu nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora