Trabajo

403 31 5
                                    

Dejo también este por aquí jeje. Mas tarde volveré.
Disfrutad.

CAPÍTULO 3: TRABAJO

5 Años más tarde:

Sus cabellos oscuros estaban desparramados sobre la almohada, dormía tranquila y serena, disfrutando al límite del merecido descanso, de su día libre, la mañana de domingo. Uno de los placeres con los que disfrutaba desde hacía años era con dormir hasta tarde ese día, reponiéndose de la dura semana ya que ser madre soltera resultó ser una misión de riesgo, combinar su trabajo con la educación de su pequeña fue un reto que superó con creces y se sentía satisfecha.

En el mundo de los sueños, ajena a todo cuánto acontecía a su alrededor, a cómo la luz del sol intentaba penetrar a través de su persiana, a los leves pasos de su hija acercándose sin hacer ruido a su habitación, no escuchó el leve susurro de la puerta al abrirse ni las pisadas de pies descalzos de su hija sobre el parquet, ni se inmutó cuando esta se escurrió entre sus sábanas pues si algo adoraba era ver a su mamá dormida y compartir su sueño unos instantes.

Kathe se la quedó mirando, a sus seis añitos de edad había crecido fuerte y sana, muy inteligente y despierta, había crecido adorando a su madre, imitándola, idolatrándola...

Sintió frío, había corrido en silencio a la habitación de su mamá descalza, por lo que se arrimó a ella pegando a su tibio cuerpo sus pequeños pies helados, despertándola de golpe. Al sentir ese cambio brusco de temperatura, abrió los ojos desorientada y con sueño, fijándose en el despertador pues aun eran las ocho y media de la mañana y gimiendo por lo bajo. Con cuidado apartó el cabello de su rostro y sus ojos oscuros se clavaron en la mirada cargada de vida de su pequeña, sonriendo en el acto, esa niña lo era todo para ella, era su luz.

-Es pronto princesita, mamá quería dormir.

-Tenía frío.

-Ven aquí anda bichito.

Escondida entre sus brazos, aspirando su suave aroma a manzana, dejándose envolver por su cariño, su calidez, apoyó su rosada mejilla en el pecho de su mamá y dejó que esta juguetease con sus cabellos, incapaz de volver a dormir una vez despierta, disfrutando del silencio y de su mutua compañía, hasta que el rugido de las tripas de la pequeña empezó a sonar haciendo reír a la madre con ganas.

-¿Hacemos tortitas?

-¿Con chocolate?

-Por supuesto.

Irene se estiró como pudo en la cama, disimulando un pequeño bostezo mientras su pequeño monstruito salía corriendo hacia la cocina, entre saltos de felicidad, provocándole una sonrisa, cada día que pasaba, cuanto más crecía más la adoraba, era un hecho.

Tras calzarse las zapatillas de andar por casa y un pequeño batín de seda, se dirigió a la cocina no sin antes detenerse en la habitación de su hija y coger las zapatillas y el batín de esta, no quería que cogiese frío.

Se los puso mientras Kathe encendía el televisor, ávida por ver si su mamá salía en las noticias aunque en fin de semana no solía ser así. En la pequeña pantalla parecían estar entrevistando a una mujer, de cabellos castaños y ondulados, mirada color café, penetrante, una sonrisa rodeada de un halo misterioso, una mujer que Irene no había visto jamás y a la vez le resultaba demasiado familiar sin saber por qué.

No le prestó más atención mientras se disponía a preparar un desayuno digno de una mañana de domingo, atenta a su pequeña en todo momento aunque esta parecía decidida a no apartar la mirada de la pantalla. De pronto su voz, entrecortada, llegó a ella haciéndole sonreír, su pequeña estaba intentando leer lo que ponía en el televisor, hacía grandes esfuerzos por aprender a leer antes que sus compañeros y Regina lo potenciaba, quería que su pequeña fuese la mejor de todas.

Tras las huellas de tu nombreWhere stories live. Discover now