Por ti

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CAPÍTULO 26: POR TI

Dormía con una sonrisa en el rostro, sus sueños carentes de pesadillas desde que Irene había entrado en su vida, poniéndolo todo patas arriba, obligándola a enfrentarse a sus fantasmas y a desechar sus piedras una a una, Irene, la misma mujer que tras un largo y tortuoso camino le había confesado un sentimiento más grande que ellas mismas, dos palabras, un te quiero, verbalizado, haciendo real las mariposas que atacaban su estómago, dando sentido a cada beso ya sea robado o entregado, a cada tropiezo, cada caída, cada peldaño de esa escalera tan difícil de trepar y tan satisfactoria.

Todo estaba en calma, su vida se iba encauzando gracias a la paciencia y la fortaleza que Irene le regalaba. Las heridas que durante años martirizaron su alma habían sido cauterizadas, su hija había vuelto a ella como un regalo del destino, sus pasos, sus huellas la llevaron a enamorarse perdidamente de aquella que le había regalado un hogar, podían construir una historia nueva, constituir una extraña familia poco a poco, como Irene siempre decía, despacio y sin precipitarse, construyendo los cimientos antes de colocar las tejas, construir algo sólido y fuerte, que no se derrumbe ante la primera piedra.

El pitido de su teléfono la despertó en un instante, era temprano, no acostumbraba a levantarse a esas horas de la mañana mas cogió el aparato, con un ojo medio cerrado, aun luchando contra el sueño y una sonrisa deslumbrante adornó su rostro al leer el destinatario del mensaje, Irene.

Lo abrió con el corazón desbocado, apenas habían hablado desde la cena en su casa, desde que la verdad fue dicha y Kathe descubrió quién era ella en realidad, desde que Irene susurró un te quiero en sus labios justo antes de sellarlos con un beso.

Su mensaje no era largo, un tímido buenos días y por la hora en la que lo envió Inés intuyó que lo hizo entrando en el coche para llevar a Kathe a la escuela. Sin que la sonrisa abandonara su rostro, saltó de la cama y se metió en el baño para arreglarse, tenía al menos media hora para llegar a los estudios donde la morena trabajaba y sorprenderla.

Se vistió con lo primero que encontró y salió de su apartamento sin desayunar, tendría tiempo de hacerlo más tarde, cuando se despidiera de Irene. Su rostro estaba coloreado, de un tono rosado y sus ojos brillaban más vivos que nunca cuando llegó a su destino, ojeando el reloj constató que llegaba justo a tiempo, Irene aun no habría aparecido. Se bajó de su coche y esperó pacientemente, apoyada en una farola, hasta que vio aparecer a la mujer que le robaba el aliento, casi corriendo por miedo a llegar tarde, con sus cabellos despeinados por el viento y danzando por la acera con sus zapatos de tacón.

Irene alzó la mirada y la vio, sonriente, esperándola, deteniéndose en seco puesto que no esperaba para nada encontrar a Inés en la puerta de su trabajo. Se acercó a ella sonriente, con pequeños pasos que resonaban en la acera como la más bella de las sinfonías. Al llegar a su altura, Inés atrapó su rostro entre sus manos y depositó en sus labios un beso, suave y dulce, un beso de buenos días.

-Buenos días Irene.

-¿Qué haces aquí?

-Recibí tu mensaje.

-Podías haber respondido.

-Me pareció mejor responderte en persona.

-Debo entrar Inés, llego un poco tarde.

-Está bien, solo quería verte.

Antes de dejarla ir, tomó sus labios una vez más, sedienta de ella, de cada roce, de cada toque. Irene se dejó envolver por ese beso, dulce y hambriento, correspondiéndolo con ansia durante unos instantes.

Al cortarse el contacto y volver ambas a la realidad, Irene se despidió de ella con una sonrisa y durante unos instantes la joven escritora sujetó su mano impidiéndole marcharse.

Tras las huellas de tu nombreWhere stories live. Discover now