EL VINCULO

35. Cello, Sello y Rock and Roll (+ 18)

CASSANDRA

Observo mi torso desnudo frente al espejo delineado por las heridas provocadas por las mordeduras de Sean. Sigo aturdida por lo sucedido durante la batalla pero atender a los afectados sigue sienda la primera norma post batalla.

Es increíble cómo puede cambiarte la vida en apenas unos segundos pienso relamiéndome los labios. Al cerrar los ojos escucho el pulso de Sean palpitando junto al mío. Acompasados y rítmicos su vaivén acaricia mis órganos adorando cada segundo de mi existencia. Resulta increíble que al final lo hayamos hecho. Ninguno de los dos quería vincularse pero tras el sello, no puedo imaginarme una vida sin él.

Pertenecer a alguien; siempre me había resultado algo tan tóxico. Y sin embargo, el apego que siento ahora mismo, no se puede describir con ningún otro tipo de conexión que haya podido estimar hasta la fecha. Mis latidos son sus latidos, su sangre es mi sangre y su mente: mi refugio.

Vivir para protegerse el uno al otro. No sabría verbalizar lo sobrecogida que me siento. No se comparar al enamoramiento, ni al amor romántico de los cuentos de mi madre: esto va mucho más allá... Sean es ahora mi familia. Jamás tuvo tanto sentido llamarle angular. Cómo si fuera ahora su sátelite, órbito alrededor de su existencia. Él es todo lo que necesito para seguir respirando: lo único que sé con certeza que jamás me abandonará.

Sonrío entristecida palpando su desesperación materializada en mordiscos. El miedo a perderme lo habría llevado a desgarrarme si no hubiéramos conseguido completar el sello del vínculo. Suspiro de nuevo examinando mis nuevos tatuajes: sin duda quería asegurarse de cumplir con el ritual. Desinfecto la herida con un pequeño algodón el bocado más profundo situado entre la clavícula y mi cuello, el ardor por el desinfectante me electrifica a cada golpecito activando mi sexo.

Por supuesto, el celo es algo que sigue insistiendo a pesar de su marca. Incluso ahora, tras haber aceptado nuestro vínculo se siente más fuerte que antes. La imprenta de Sean danza por mi sistema nervioso incendiando mis ganas de verle a cada estocada que doy con el algodoncito. — Arg. — gimo sobrecogida por el placer que me produce agarrándome al mármol del del cuarto de baño. — Joder... — jadeo salivante ladeando la cabeza.

Es cierto que no hemos sellado el vínculo de la forma más metódica. El ritual es muy simple: marcarse y culminar físicamente. Un requisito impuesto para asegurar la procreación de nuestra especie. Obviamente, con el paso de los años y las vinculaciones prematuras la concepción decidió omitirse del ritual: pero el sexo sigue siendo inamovible.

Estoy segura de que si lo hubiéramos hecho el quemazón habría cesado al fin. ¿Pero qué íbamos hacer? ¿Hacerlo allí mismo frente a todos? Noto como se empapa mi humedad con tan solo pensarlo. — Mierda... — gimo a modo de reprimenda y detengo la cura mareada. Me incorporo sobre la pica para abrirme de piernas en busca de oxígeno. — Tienes que calmarte, Cassie... — pero me molesta el mero roce de mis muslos.

Carraspeando, lucho para recuperar la cordura. — No puedo dejar que esto pase de esta noche... — siseo para mi. Parpadeo un par de veces algo más despejada. Inhalando y exhalando sin despegar los ojos para concentrarme y cuando por fin he conseguido estabilizarme, mi pulso vuelve a dispararse al 200%.

Mis órbitas se abren de golpe para identificar al intruso. Cubriendo mi pecho de forma automática, me vuelvo sobre mi misma y nada más conectar con él, consigue hacer que me tiemblen las piernas.

Sean. Apoyado en el marco de la puerta con las manos en los bolsillos del pantalón de chándal, mi angular me examina de arriba abajo hasta detenerse en mis ahora brillantes ojos verdes. Frunciendo el ceño, se debate entre si entrar o salir para dejarme espacio. Lleva una toalla colgada en el hombro y su pecho descubierto está empapado por las gotas que llueven de su pelo alborotado por la ducha. Ante su actitud defensiva, decido relajarme y me doy la vuelta para verme a través del espejo.