#2. De los grupos

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Me envían de nuevo con la consejera escolar. ¿La razón? En esta ocasión porque prefiero trabajar sola. Nuestra profesora de Literatura nos pide que hagamos un guion teatral, grupos de cuatro participantes. Todos se forman y quedo yo por fuera.

—Intégrate a un grupo —me pide la profesora, yo le pido que me deje trabajar sola—. No puedes trabajar sola, tienes que aprender a integrarte.

Eso provoca que todos en el aula se queden en silencio y me miren. Me pregunto entonces si a los adultos no se les pasa por la cabeza que este tipo de comentarios en público son un grave error. Tener quince miradas sobre ti no es agradable, mucho menos cuando casi puedes escuchar los pensamientos de todos ellos.

«Antisocial, bicho raro, chica extraña, la que no habla con nadie.»

Todos esos apelativos son hirientes y lo peor de todo es que algunos de ellos no lo hacen a propósito, pero eso no hace que duela menos.

También existe otra cosa que duele y mucho: La compasión.

Lydia siempre ha sentido compasión por mí, lo sé. Lo recuerdo cuando ella le dice a la profesora que puede ponerme con ellas. En el grupo de Lydia terminamos estando todas las que no tenemos grupo, pero ellas se diferencian de mí por ser todo lo contrario a lo que yo soy. Yo no tengo grupo porque soy introvertida, ellas no lo tienen porque son demasiado extrovertidas. Son de esas chicas que les gusta reír todo el tiempo, que gritan y forman algarabía a todos los lugares a donde llegan.

Al final de la clase me envían con la consejera.

—¿Qué ocurrió esta vez? —me pregunta apenas me ve cruzar la puerta de su oficina.

Le cuento lo ocurrido en clases y ella empieza su discurso de siempre. Me pregunta por la idea del diario y le digo que lo estoy haciendo. No me molesta mucho por este día, comienzo a creer que se está cansando de mí y no puedo culparla por ello.

Zarzamora

De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora