#48. De la doctora Cupido

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El culpable por el escandaloso cartel de Bruno no aparece, ni lo hará. El martes el director acude a nuestra aula y nos dicta sentencia.

—Prestarán servicio a la institución. Mañana no tendrán actividades escolares, en cambio se dedicaran a limpiar el instituto. Los colocaremos en equipos de tres y les asignaremos un área a limpiar. Espero esto los ayude a pensar en sus acciones.

Al día siguiente, tal cual el director lo anuncia, nos dividen en equipos. A mí me colocan en el equipo encargado de las áreas verdes, mis compañeros son Frederick y Nicole, y aunque mantengo la leve sospecha de que a Fred no le agrada del todo estar en el mismo equipo que la embarazada —se da por sentado que nosotros haremos todo el trabajo—, se comporta muy bien y en ningún momento hace verbal su descontento y de hecho, a mitad de mañana incluso parece divertirse.

Porque la cuestión es que Nicole está teniendo uno de sus peores días de embarazada. Dice que se siente sofocada y mareada, y mientras Fred y yo recogemos hojas muertas del patio trasero del instituto ella se sienta a la sombra, considerablemente pálida y cansada. Llevamos unas dos enormes bolsas de basura repletas de hojas, cuando ella dice.

—Fueron ustedes, ¿cierto? —Mira a Fred con una sonrisa cómplice, él la mira no comprendiendo del todo, por lo que ella se explica—. Lo del cartel de Bruno, fueron Ceci y los tuyos, ¿no? No se me ocurre más nadie. —Él sonríe, barre hojarasca y dice.

—Digamos que tienes algo así como un hada madrina. Solo que esta es un poco más perversa. —Y acto seguido me lanza una mirada que Nicole percibe, ella abre la boca mientras coloca una mano en su vientre hinchado.

—¡No! ¿En serio tuviste que ver?

—Claro que no. —Vacío una pala llena de hojas muertas dentro de una bolsa de basura y agrego—. Acudí a Ceci para que le hiciera algo, hasta ahí llegó mi participación, lo demás lo hicieron ellos. ¿Cómo lo hicieron, por cierto? —quiero saber mirando a Fred, él esboza una enorme sonrisa.

—Llegamos muy temprano esa mañana. Nos dividimos, pero principalmente llenamos los baños y algunos salones, también el pasillo principal, que fue el más peligroso, pero lo logramos. La idea era que los carteles duraran el tiempo suficiente para que la gente los viera antes de que los profesores mandaran quitarlos.

—Pues funcionó —comenta Nicole y acto seguido frunce el entrecejo.

—¿Estás bien? —la interroga Fred dejando de barrer, ella asiente.

—Si... son los mareos, vienen y van, además que me está dando como hambre. ¿Ustedes no tendrán algo? —Meneo la cabeza en negación pero Fred dice.

—No sé nada de embarazos, así que no sé qué puedas comer o no, pero tengo una bolsa de malvavisco en mi mochila. Deja algunos, por favor.

—Genial. —Nicole toma la mochila de Fred que está a su lado y come algunos con gran deleite. Mientras come y nosotros trabajamos, ella pregunta—. Entonces, ¿qué son ustedes? —Siento la mirada de Fred sobre mí, así como mis mejillas calientes.

—Esa es una excelente pregunta —contesta él en lo que, me atrevo a decir, me parece una actitud digna, como si la mala del cuento fuera yo y él solo el pobre protagonista indefenso. Alzo ambas cejas y lo miro al tiempo que él se encoge de hombros y Nicole se ríe.

—Uh... ¿puedo rayar esto?

Nicole parece una persona distinta. No es la misma chica de ropajes claros que se sienta con las doble letras y parlotea alegremente sobre bandas de pop. A simple vista, e ignorando la hinchazón de su vientre, parece la misma de siempre, pero hay algo, una cosa distinta, casi como si estuviera siendo auténtica por una vez después de mucho tiempo. Frederick observa la libreta azul que ella extrae de su mochila sin permiso y le dice que sí. Dentro hay una lapicera. Mientras mete la mano en la bolsa de malvaviscos, hace una línea a la mitad de una hoja al azar con la otra mano. Coloca el nombre de Fred en el lado izquierdo y el mío en el derecho.

De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora