#44. De las inútiles conversaciones con papá

1.1K 135 34
                                    

Voy a ver a papá después de clases. Lo visito en su oficina en el centro de la ciudad. Tomo varios buses y cruzo muchas calles. Cuando llego me hacen esperar un par de minutos y luego me dejan entrar.

Papá viste una camisa de cuadros azules y parece muy concentrado en su monitor. Por si no lo he mencionado antes, es publicista, así que supongo que el proceso creativo de estos profesionales ha de ser muy arduo, pues cuando entro me mira por un segundo, me saluda y me dice que puedo sentarme, para de inmediato regresar la vista al computador.

—¿Qué te trae por aquí? —pregunta moviendo el mouse, ojos en la pantalla. En mi mente contesto: «Eres mi papá ¿tiene que existir un motivo?» pero por otro lado así es mi familia, desde que él se fue de la casa siempre existe un motivo para todo.

—¿Has hablado con mamá? —Ladea una sonrisa.

—¿Sobre tus inasistencias? Sí. ¿Te castigó? —Bajo la mirada a mi regazo al darme cuenta de que no lo hizo, a ella solo le importa el hecho de que Amanda se haya enterado primero.

—Sí, lo hizo —miento—. Pero no vine por eso.

—¿Por qué, entonces?

—¿Recuerdas a Nicole? —Él hace memoria un segundo y luego asiente.

—Ah sí, la rubia impertinente. ¿Cómo está ella? —«Embarazada, triste y un poco perdida.»

—Bien. Es que, no nos hablamos desde hace un tiempo

—Oh, cariño —me interrumpe—, no creo que yo pueda ayudarte con eso. Mejor háblalo con tu mamá. —«Si, solo que ella no quiere hablar conmigo—. O con Amanda, ella te adora.

—Pero aun no sabes qué te voy a decir. —Él teclea en su computador por un rato y luego me mira.

—¿Ah? —Perfecto, ni siquiera está escuchando lo que le estoy diciendo. Meneo la cabeza y él regresa su atención al monitor.

Me sorprende la forma en que se pierde en su trabajo. Nada más parece sobresalir en aquella pequeña oficina. Me fijo en las fotos que tiene en el escritorio. Una es una foto de los dos, yo tendría unos cinco años. La otra es una de Amanda y de él. Me pregunto si la tomaron cuando él seguía con mi mamá. Me fijo en otra cosa. En aquella oficina no existe rastro de mi madre, por un segundo la comprendo. Alzo la mirada hasta él.

—¿Algunas vez quisiste a mi mamá? —Es como darle una bofetada. Su rostro gira de golpe hacia mí, su expresión es seria y lejana.

—Sí, lo hice.

—¿Y qué pasó? —Siento que la garganta me pica, él por otro lado, no parece querer responder.

—Dejé de hacerlo. —Asiento y recojo mi mochila del suelo. Antes de irme le digo.

—Me gusta un chico del instituto. —No puedo evitar notar la facilidad con que cuento eso a la persona que se supone debes ocultarle ese tipo de información porque no le gustará. Su reacción no es la que espero, por supuesto, él solo alza las cejas. No hay advertencias sobre que no debo salir con un chico porque soy muy joven. No hay preguntas sobre quién es ese chico o de si es buena persona. Él no dice nada—. Y creo que lo quiero. Pero no creo que tenga el valor de salir con él. —Nada, sigue ahí mirándome, con las cejas levantadas como si una desconocida le estuviera hablando de cosas que él no entiende. Pero entonces dice.

—¿Por qué? —Abro la puerta y contesto.

—Porque no quiero perderlo de la misma forma que mamá te perdió, ¿tiene sentido? —Él menea la cabeza y yo me voy.

No lo he vuelto a ver desde entonces.


Zarzamora.

De la vida y otras cosas #1 [El blog de Zarzamora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora