CAPÍTULO VEINTISÉIS

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Escenas de Jace hablándome de un mundo alterno donde los humanos tenían poderes y luchaban contra seres llamados camaleones se calaron en mi mente. Yo simplemente reía y aplaudía lo increíble que era por ser capaz de inventar tales historias.

—¿Hace cuánto despertaste? —pregunté.

—Un mes aproximadamente.

—Ya veo. Me estuviste buscando desde entonces —comprendí.

—Me mudé apenas logré localizarte —agregó Jace—. El yo de este mundo no era muy común que digamos. Sus conocimientos de hacker me ayudaron a localizarte. Oye... —se interrumpió Jace a sí mismo—...oficialmente estamos saliendo hace una semana —habló provocándome cosquillas en el oído.

No pude evitar reír.

—Me alego de que estés aquí —agradecí refugiándome en su pecho—. ¿Sabes algo de Ever o Erik?

—Erik y yo somos compañeros de Rugby. Se llama Christopher, por cierto. A Ever puedes encontrarla en la biblioteca todos los días de la semana.

Me separé de Jace y le miré con extrañeza. Mi novio sólo se encogió de hombros e hizo una mueca divertida.

***

—Cuesta aceptar que en este mundo seamos unas mierdas —agregué luego de un rato.

Jace no paraba de reír ante mis comentarios.

—Extrañaba esta Rosse —aseguró—. Pero intenta actuar normal o terminarás en un manicomio. Recuerda que en este mundo te llamas Rossalyne.

—¡Sí! —grité con mis manos en alto, como si estuviese agitando pompones de porrista.

Jace me regaló una de sus sonrisas y entró a su salón.

Era difícil acostumbrarme al hecho de que Jace y yo estábamos saliendo, además de que mi novio era el actual capitán del equipo de Rugby y yo era una de las zorras más grandes del instituto. Y lo de zorra es literal. Esta versión de mi se tomaba muy enserio lo de "Reina de la colmena".

—¿Irás a mi fiesta de cumpleaños el miércoles? —preguntó Chad. Un chico alto y moreno, con el cabello negro rapado.

Mi mandíbula casi se desencajó al ver a mi compañero de laboratorio. Imágenes de él y yo teniendo sexo en el cuarto del conserje me revolvieron el estomago. No iba a sentarme junto a él ni aunque me pagaran.

—Sé un buen chico y cambiemos de puesto, sí —le hablé a un muchacho delgado que estaba sentado a mi derecha. El muchacho se puso colorado apenas entendió que le hablaba a él.

Inmediatamente miró a Chad y luego a mí. El muchacho delgado estaba a punto de responder algo, pero el maestro de ciencias interrumpió.

—Nadie cambiara de puestos con nadie, señorita Kenneth —sentenció el profesor Thomson—. Eso quedó claro al iniciar el año.

Chad sonreía de lado. Bastardo desagradable.

Caminé con tranquilidad y ocupé mi puesto en el laboratorio. Chad puso su mano en el asiento antes de que me sentara y toqueteó mi trasero.

—No vuelvas a tocarme, pedazo de mierda —le amenacé mientras le sujetaba del cuello de la camisa con una mano y con la otra le apuntaba el ojo izquierdo con un bolígrafo que había sobre la mesa.

—¡A la dirección, señorita Kenneth! —ordenó el maestro.

Chad y yo nos mantuvimos la mirada por unos segundos. Finalmente le solté y me alejé. El moreno me quedó mirando y saboreó la superficie de sus labios con su lengua.

—Me gustan las putas violentas —susurró.

Una oleada de energía salió de mi cuerpo y se desplazó hasta Chad. La energía no era visible en absoluto, pero estaba allí y en movimiento dentro del salón. Crepitaba en el aire. De pronto, el celular de mi desagradable compañero de laboratorio, y el de todos en el aula, estallaron en mil pedazos.

Mecheros y tubos de ensayo saltaron por todo el lugar.

El señor Thomson saltó sobre su escritorio y se apoderó de un pequeño extintor con el que comenzó a controlar las zonas en donde había algo de fuego o se veía humo. Tuvo reacciones rápidas con lo que evitó que saltaran las alarmas dentro del salón.

—¡Todos fuera! —ordenó el maestro—. Señorita, Kenneth, vaya a la dirección. No volveré a repetirlo.

—Mierda —mascullé.

Comencé a alejarme por el pasillo mientras el señor Thomson volvía a repetir a los alumnos que salieran del laboratorio. Varios maestros asomaron desde sus aulas para ver lo que ocurría en el laboratorio de ciencias.

—Todo está bien, todo está bien —oí que decía el señor Thomson a los demás profesores.

Al llegar al final del pasillo doblé hacia la derecha y divisé la puerta de la oficina del director. La secretaria de dirección estaba revisando varias carpetas sobre su escritorio, pero en cuanto me vio rodó los ojos y me indicó que entrara. Así que pasé directamente.

Un hombre canoso, de al menos cincuenta años, me miró sonriente. Estaba escribiendo una especie de nota en un talonario. Cuando terminó con lo que estaba haciendo arrancó el papel y me lo entregó.

—Llega usted en un muy buen momento señorita Kenneth. Alicia estará encantada de recibir su ayuda en la biblioteca.   

¿Qué les pareció el nuevo capítulo? No olviden comentarrrrrrrr. Los amodoro!!!  

COVEN 1Where stories live. Discover now