CAPÍTULO DIECISÉIS

52 2 0
                                    

   Desperté en un lugar con un olor extraño. Un fuerte dolor de cabeza me hizo mantener los ojos cerrados y quedarme lo más quieta posible en donde estaba. Dos personas se hallaban hablando sobre mí, pensando que no podía escucharlos. En una de las voces distinguí a Belén, pero a la otra persona no pude identificarla. Era la voz de un hombre, no había duda, pero lo más extraño era que la voz que escuchaba no pertenecía a ninguno de los profesores de la academia, de eso estaba segura.

—¿No será mejor hacerlo ahora? —preguntó la voz que parecía ser de Belén.

—Debes tener paciencia —habló el hombre—. El bosque no te dejará encontrar los portales. Y mucho menos utilizarlos. Si no hubiera sido por esa bruja...

—Creo que se está despertando —murmuró Belén.

Fingí que me costaba trabajo poder abrir los ojos, de esa forma no sospecharían que les había escuchado. Cuando al fin abrí los ojos me encontré a la señorita Cora y al tío Noland junto a la cama. No había rastro ni del extraño hombre, ni de mi engreída compañera de aula.

—¿A quién buscas? —preguntó Noland con el ceño fruncido.

—Creí oír a Belén y a alguien más platicando mientras me despertaba.

Cora se acercó y me tocó la frente.

—Tienes un poco de fiebre, Rosse. Seguro has estado alucinando mientras despertabas.

—¿Porqué estoy acá? —pregunté cambiando de tema, estaba segura de qué y a quiénes había escuchado. Lo que no me quedaba claro era porqué estaba otra vez en la enfermería. ¿Qué había pasado?...

Tenía la extraña sensación de estar olvidando algo.

—Creo que has estado excediéndote al utilizar tus poderes —habló Cora—. Transportarse es una habilidad que consume mucha energía.

—¿Qué es lo último que recuerdas? —preguntó Noland curioso.

Al intentar hacer memoria me dolió un poco la cabeza.

—Lo último que recuerdo es que Jace me iba a ayudar a buscar las hojas faltantes del cuaderno de campo de Niguel —confesé.

—¿Jace? —Cora hizo la pregunta algo confundida. Como si la sola idea de verme a mí con el chico más popular de la academia le causara molestia.

—Sí —aclaré—. Jace Grimm.

Los labios de Cora se torcieron en una fingida sonrisa.

—Me iré para dejarlos solos —se despidió con calma.

Una parte de mi agradeció que Cora se hubiese marchado. No sé porqué, pero me causaba rechazo.

—Tus amigos y yo estamos muy preocupados por ti, Rosse —habló Noland luego de que estuvimos solos—. Promete que utilizarás tus dones con más cuidado.

—Lo prometo, tío.

—Bien —asintió Noland algo más aliviado—. Enviaré a alguien para que te ayude a regresar a tu cuarto. Debo ir a arreglar un asunto con los maestros, es urgente.

—No es necesario —aseguré—, puedo ir sola.

—¿Estás segura?

—Sí, estaré bien.

Una vez que Noland se hubo retirado, me levanté y salí de la enfermería.

Aún tenía un fuerte dolor de cabeza. La luz que se desbordaba por los ventanales del corredor me hacía cerrar de vez en cuando los ojos, realmente estaba sensible a la luz del sol, si esto seguía así, lo mejor sería encerrarme en mi cuarto por un rato.

Ever y Jace me estaban esperando en la entrada al edificio de las habitaciones de las chicas.

—¿Cuánto tiempo he dormido? —pregunté de forma demandante.

—Debieron de ser alrededor de dos horas —habló Ever—. ¿Qué ocurre?

—No estoy segura, no puedo recordarlo —hice una pausa—. Pero algo no anda bien. Siento que he olvidado algo, algo importante.

—¿Qué es lo último que recuerdas? —preguntó Jace con el ceño fruncido.

No pude evitar sonrojarme.

—A ti y una toalla —hablé entrecortada.

Jace dejó salir una amplia sonrisa mientras Ever me miraba esperando más respuesta.

—¿Por qué lo preguntas? —me escaqueé.

Jace sacó un frasco pequeño del bolsillo de su pantalón y me lo pasó. Ever y yo le miramos confundidas. Al frasco aún le quedaba más de la mitad del contenido, era un líquido oscuro y viscoso.

—Estaba junto a ti cuando te encontramos tirada en el piso de tu habitación. Es acónito.

—¿Acónito? ¿Cómo lo sabes? —pregunté sosteniendo la pequeña botella.

Jace guardó silencio un momento, como viendo si decirnos o no.

—Mi familia no es muy pacifica que digamos...

—Confío en ti —le corté, no hacía falta que aclara más cosas. Confiaba en él y eso era suficiente.

—El acónito no sólo es un poderoso veneno —continuó Jace—. En baja concentración y mezclado con otras hierbas provoca pérdida de memoria de corto plazo.

En otras circunstancias hubiera tomado el frasco y hubiera ido corriendo a contarle a mi tío. Pero algo dentro de mí me decía que no debía hacerlo.

—¿Conoces un antídoto? —pregunté a Jace.

—Yo no. Pero conozco a alguien que sí —confesó el rubio—. Veré si puedo averiguar algo.

Desde el fondo de mi corazón agradecí a Jace por ayudar. No puede aguantarme y me lancé sobre él en un efusivo abrazo. <<No confíes en nadie>> habló una débil voz dentro de mi cabeza.

—No digas que es para mí —murmuré en su oído.

—No pensaba decirlo, Rosse —añadió Jace devolviéndome el abrazo—. Prométeme que te mantendrás a salvo.

—Lo prometo —aseguré.              

COVEN 1Where stories live. Discover now