Epílogo

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—¿Qué fue eso? —preguntó Isaac, mientras se ponía la camisa. El sol acababa de esconderse.

—¿A qué te refieres? —dijo Ádrian, que seguía tumbado en la cama mirando al muchacho con una expresión más abierta que nunca.

—Todo lo que le dijiste a Julien. De verdad pensé que hablabas en serio.

El vampiro se encogió de hombros.

—Tenía que intentarlo.

—¿Intentar qué?

—Si Julien hubiera accedido a mi petición, os hubiera dejado tranquilos, al menos un par de días. Suficiente para enfrentarme a él yo solo, sin ponerte en peligro a ti.

—Entonces, ¿hablabas en serio?

—Por supuesto que sí.

El vampiro sonrió y se incorporó. Agarró a Isaac del brazo y lo acercó a él. El joven se sentó en su regazo y le rodeó el cuello con los brazos, mientras se miraban a los ojos.

—Debería enfadarme por eso —dijo Isaac.

—Me gusta cuando te enfadas.

El vampiro lo acercó un poco más y se besaron. Ya no pensaba en August, pues él estaba justo allí, en el interior de Isaac, aunque él no lo supiera. Ádrian sonrió y lo miró a los ojos: la misma mirada que lo había enamorado siglos atrás. Que Isaac siempre le hubiera recordado a August de una forma tan intensa no había sido mera casualidad. Ahora lo sabía. Su corazón ya no se dividía en dos.

Después de pensar mucho en lo sucedido, le vino a la cabeza la leyenda que descubrió hacía tantos años, en la que los ángeles ocupaban cuerpos humanos para derrotar a los vampiros. No sabía si August era un ángel o una simple alma reencarnada en Isaac, solo sabía que su lucha había terminado y, por fin, podía descansar en paz.


Ambos se dirigieron a la iglesia. El funeral por los caídos estaba a punto de dar comienzo. Isaac y él lo presenciaron desde lejos. Hubo muchas lágrimas, pero la gente se sentía más en paz que nunca. Ahora eran libres y podrían volver a empezar de cero. Costaría, pero cambiarían el mundo, empezando por aquella ciudad.

Isaac tomó la mano de Ádrian. Se miraron y desaparecieron en la oscuridad.

Cuando Roger llegó a casa, encontró una nota sobre la mesa de la cocina. En el dorso se leía el nombre de Isaac.


Es hora de un nuevo comienzo para la humanidad. Yo ya no puedo pertenecer a ella, pero siempre estaréis en mi corazón.


Roger sacó su pipa y la encendió. Se dirigió hacia la ventana y observó la gran luna llena con una sonrisa sincera dibujada en el rostro.


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Bajo la piel del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora