20- Secuestro

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Los hombres estaban en sus posiciones listos para llevar a cabo el plan: Isaac sería el anzuelo y, a su señal, los demás encenderían la barrera que habían dispuesto alrededor del lugar para encerrar a los vampiros en un círculo de fuego. Mientras, lanzarían flechas envueltas en llamas sin necesidad de dispararles al corazón, pues arderían en cuanto la flecha atravesara la piel. Ádrian podría encargarse de los más jóvenes con solo un pestañeo, pero, ante todo, se centraría en Julien.

Esperaron largas horas hasta que los primeros vampiros llegaron. No superaban la veintena, y la mayoría eran relativamente jóvenes, ningún problema para Ádrian. A Isaac le pareció extraño y decidió no dar la orden aún.

—Vuestro jefe se ha tomado muchas molestias en enviar a tantos para solo capturar a uno. —Dejó entrever una sonrisa y esperó que aquel comentario sirviera para sonsacarles si Julien también aparecería.

Un grupo de tres se acercaba lentamente a él, mientras los demás guardaba la retaguardia.

—Así que tú eres el niño al que busca —habló el más alto de los tres, y se detuvo a unos pasos.

—Y yo que quería hablar con él cara a cara. —Se puso de puntillas para mirar sobre los hombros del vampiro, sin ningún tipo de disimulo. Seguía intentando averiguar si Julien estaba entre ellos.

—Lo harás, no te preocupes —dijo el vampiro a su derecha—. Y, además, con toda clase de lujos. Te espera en sus aposentos. —Soltó una carcajada, y el tercer vampiro se acercó peligrosamente para asestarle un puñetazo a Isaac en la cara. Este lo vio venir y, en un movimiento veloz, arqueó la espalda hacia atrás, apoyó las manos en el suelo y dio una voltereta en la que, de pasada, le asestó una patada en la barbilla a su oponente.

Antes de esquivar el siguiente golpe, esta vez del vampiro más alto, levantó la mano para dar la señal a sus compañeros y, en cuestión de segundos, la barrera de fuego se alzó y los gritos de los vampiros empezaron a escucharse al ser atravesados por las flechas.

Ádrian decidió esperar mientras nadie corriera peligro. Julien atacaría más fuerte si se enteraba de que él seguía con vida, y eso no le convenía. Isaac seguía defendiéndose bien contra los tres vampiros, sin duda alguna, la sangre de Ádrian y todo el entrenamiento recibido, había ayudado mucho. El chico consiguió arrancarle el corazón al primero que lo había atacado mientras que el más alto recibía una patada en su entrepierna. Pero el tercero consiguió agarrarle del cuello e inmovilizarlo. Ádrian se acercó a uno de los jóvenes que intentaba disparar una flecha a uno de ellos, pero el pulso le temblaba del miedo a atravesar a Isaac. El vampiro le quitó el arco y lanzó la flecha en menos de un segundo, luego lanzó otra e Isaac cayó al suelo de rodillas junto a los dos vampiros chamuscados. Tomó aire y se giró hacia donde habían venido las flechas. Ádrian le sonrió y devolvió el arco a su dueño.

Ningún hombre recibió daño alguno, el ataque fue rápido y limpio. Al ver caer al último vampiro, todos se relajaron y, entonces, una sombra apareció del cielo y cayó sobre Isaac. Ádrian apenas tuvo tiempo de gritar su nombre antes de verlo ascender en brazos de la criatura. Una larga capa negra la envolvía y, bajo la capucha, asomaban unos mechones de pelo de un rojo intenso. Ádrian saltó tan alto como ella, cruzó la barrera y la siguió. Entonces, dos vampiros se le echaron encima y lo lanzaron contra el suelo. Ádrian vio cómo alejaban a Isaac de él mientras intentaba derrotar a sus atacantes. Eran demasiado fuertes para hacerles arder solo con mirarlos y, pronto, aparecieron cinco más. Pensar en salvar a Isaac solo le daba más problemas y tardó más de lo normal en matarlos a todos, no sin llevarse unas cuantas heridas graves. Corrió lo más rápido que pudo, sin embargo, no llegó muy lejos antes de desfallecer.

Isaac intentaba soltarse de la vampira, pero su fuerza era demasiada para él. Recorrieron el bosque a gran velocidad y pronto llegaron a su destino: el castillo de Julien. Isaac miró hacia atrás, buscando desesperadamente a Ádrian con la mirada, pero algo le decía que no vendría. Tuvo un mal presentimiento e intentó no pensar en lo peor y concentrarse en cómo escapar de su situación.

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Bajo la piel del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora