07- La sangre de Vincent

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—Los primeros meses de mi vida como vampiro los pasé al lado de Julien —explicó Ádrian—. Tan solo me separaba de él cuando me alimentaba. Él se reía de mi predilección por los criminales o animales y yo no soportaba sus múltiples carcajadas. Quizás por ello me aparté tan pronto de él.

»—¿Dónde vas a ir y qué vas a hacer sin mí? —me decía—. Estás en peligro de morir a manos de otro vampiro. ¿No tienes miedo?

»—Tal vez me harían un favor si me destruyeran, soy un demonio que no merece vivir. —Todas las respuestas que le daba le parecían síntoma de mi juventud como vampiro. Le era imposible concebir que uno de los suyos no fuera feliz llevando su sangre por las venas.

»Así pues, me liberó de su cuidado. Me animó a que fuera a descubrir mundo, a que conociera la verdad que estaba buscando y que luego volviera a él estando orgulloso de lo que era, algo de lo que yo estaba convencido que no sucedería.

»Empecé mi viaje, me fui lejos de él, lo más lejos que pude. No quería volver a verlo ni saber de él, aunque algo me decía que tarde o temprano volveríamos a encontrarnos. Viajé a Otebis; me moví por todo el país, siempre de noche y surcando los cielos para desplazarme de un lugar a otro. He de decir que me convertí en un vampiro bastante fuerte gracias a la sangre de mi progenitor; si hubiera bebido de un vampiro más débil, yo hubiera tardado siglos en conseguir la fuerza que en aquel tiempo poseía.

»Cuando me cansé de Otebis, inicié mi viaje por el resto del mundo, y fue unos trescientos años después de dejar a Julien cuando conocí a Vincent. Yo estaba visitando la ciudad de Jeribú, buscando respuestas, como siempre. Me había dispuesto a averiguar cuál era nuestro origen, por qué existíamos. Necesitaba una respuesta, pero por más que buscaba en libros, visitaba a las personas que más habían estudiado sobre nosotros —nunca diciéndoles lo que era, por supuesto—, y un sinfín de cosas, no conseguía nada que me satisficiera.

»Encontré una leyenda, ya bastante antigua en aquella época, que hablaba de demonios y ángeles. Los primeros daban de beber su sangre a los humanos para convertirlos en monstruos, y los ángeles ocupaban el cuerpo de las personas más santas para combatir a las creaciones de su enemigo. Lucharon durante siglos, hasta que los vampiros se hicieron tan fuertes que los ángeles fueron incapaces de seguir combatiéndolos.

—¿Y crees que es cierto?

El vampiro se encogió de hombros.

—Lo fuera o no, mi búsqueda se reducía a una sola respuesta: Dios era el creador del ser humano, y el Diablo, el nuestro; lo cual no resultaba ser ningún consuelo.

—¿No has encontrado ninguna respuesta más a lo largo de tu vida? —se interesó Isaac, impaciente por descubrir cualquier nuevo dato sobre los vampiros.

—Algo así, pero todo a su debido tiempo. —Se sentó en el alféizar de la ventana y observó el cielo oscuro mientras continuaba su historia—: Cuando ya lo daba todo por perdido, cuando decidí que mi existencia no suponía absolutamente nada y que mi alma jamás se salvaría, decidí morir.

»Me dirigí a lo más alto de una montaña, no había ningún lugar donde esconderme. Sabía que, en cuanto amaneciera, tendría pocos segundos antes de arder por completo. Así que me mantuve firme en lo más alto esperando que el sol asomara. Y, justo cuando la piel empezó a escocerme con los primeros rayos, alguien me agarró con fuerza y me llevó lejos de allí. Su capa me cubría todo el cuerpo, volábamos a una velocidad muy superior a la que yo podía volar. Los ojos me dolían debido a la luz cegadora, así que no conseguí abrirlos, pero tenía la sensación de que era Julien quien, por alguna extraña razón, había decidido venir a rescatarme.

»Cuando sentí que mis pies tocaban el suelo, abrí los ojos. Ya no había ninguna luz que me molestara. Me aparté de aquel cuerpo, dejando que la capa cayera al suelo, y observé a mi salvador. No era Julien, para mi sorpresa, sino alguien mucho más antiguo que él. Lo supe en cuanto lo miré. Sentía fluir su sangre a una velocidad asombrosa, su rostro parecía el de un auténtico ángel. No es que hubiera visto ningún ángel antes, pero, si existían, sin duda él debía de ser uno de ellos.

Bajo la piel del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora