11- Verdad

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Isaac despertó sudado y algo confundido. Se sentó en la cama y miró alrededor intentando averiguar dónde estaba y, en pocos segundos, recordó todo lo ocurrido.

—¡Noooooo! —gritó llevándose las manos a la cabeza—. Eso no es verdad, no lo es, mi padre es un humano, no soy un vampiro, ¡no lo soy! —Encogió las rodillas y empezó a sollozar.

—¡Chico! —gritó Adam abriendo la puerta de golpe y se dirigió corriendo hacia él—. ¿Te encuentras bien?

—¡No me toques! —rugió apartando la mano que el viejo había posado en su hombro. Dio un salto fuera de la cama y se apartó de él.

—¡Eres un maldito mentiroso! Ese vampiro te dijo que me contaras esa historia, ¿verdad? —gritaba furioso—. Intentáis engañarme, ¡solo eso!

—No... —susurró el hombre intentando calmar al muchacho.

—¡Cállate! Si vuelves a decir que soy un vampiro, te mataré, ¡lo juro! No me importa si eres humano, ¡juro que lo haré!

—Tranquilo, chico. Yo no soy tu enemigo. No volveré a decir nada, Ádrian ya me avisó de eso. No pretendía ofenderte, no tenía ni idea de que tú no supieras nada...

—¡He dicho que te calles! ¡Mis padres son humanos! —El viejo agachó la cabeza sin decir una palabra más—. ¿Dónde está?

—¿Eh? —Volvió a dirigirle la mirada—. ¿Quién?

—¡Él! —gritó—. Tu amigo vampiro, ¡¿dónde ha ido?!

—Ah, Ádrian. —Desvió la vista—. Él... él se marchó. Solo dijo que te estaría esperando.

—Ese maldito chupasangre... —susurró cerrando el puño. Entonces alguien golpeó la puerta de entrada.

—¡Ese debe de ser tu padre! —El viejo sonrió, y dio gracias al cielo de que hubiera llegado—. Ádrian me pidió que lo avisara. Al final conseguí que viniera por la mañana para no tener problemas con ningún vampiro —explicó mientras se dirigía a la puerta—. Gracias a Dios que me hizo caso. —Sus pasos ya se oían escaleras abajo.

—¡Roger! —exclamó Isaac aún parado en la habitación. Pronto se escucharon voces y las zancadas de Roger subiendo las escaleras lo más rápido que su única pierna buena le permitía.

—¡Isaac! —gritó cuando hubo entrado en la habitación, y caminó hacia el chico aún petrificado, para abrazarlo con fuerza—. Gracias a Dios que estás vivo, creí haberte perdido para siempre.

—Roger... —susurró separándose de su abrazo.

—¿Qué ocurre, hijo? —Le rodeó la cara con sus fuertes manos, ásperas del trabajo en el campo—. ¿Te encuentras bien, Isaac?

—Señor, yo... —susurró Adam que permanecía en un rincón.

—¿Es verdad, Roger? —preguntó el chico.

—¿A qué te refieres?

—¿Soy un vampiro? —Sus ojos se llenaron de lágrimas pese al esfuerzo que hacía por contenerlas.

—Isaac... —Dejó caer las manos. Luego, se las llevó a la cabeza mientras se giraba para darle la espalda al chico.

—Entonces..., es cierto.

Un breve silencio inundó la sala durante un momento. Isaac reparó en lo fuerte que Roger cerraba los puños y en su espalda temblorosa. No le cupo ninguna duda: las palabras del carnicero eran ciertas.

—¡Escúchame, Isaac! —Se volvió de repente, sobresaltando al joven, y lo agarró de los hombros con fuerza sin apartar la vista de sus ojos encharcados—. Tú eres humano, no importa quién fuera tu padre. Te criaste entre nosotros, has luchado junto a nosotros y es muy posible que puedas morir tal y como morimos nosotros. ¡No eres uno de ellos!

Bajo la piel del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora