22- Lluvia

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Isaac despertó sobre un charco, a los pies de la torre. Las nubes habían cubierto el cielo por completo y la lluvia caía con fuerza. El chico jadeó mientras se levantaba con dificultad y empezó a caminar lentamente, sintiendo el temblor de sus piernas a cada paso. La tela blanca de la toga ahora era roja casi por completo. Isaac presentaba heridas por todo el cuerpo, pero no se detuvo a comprobar lo graves que eran; debía alejarse de allí cuanto antes. Decidió seguir el río para evitar perderse en el bosque. Aunque conociera el camino a la perfección, notaba distantes sus sentidos.


Ádrian salió de la fosa como un rayo, alertando a un ciervo que se había detenido sobre esta. Corrió tras él, gruñendo y con los ojos teñidos de rojo, y saltó sobre su presa, inmovilizándola. Le clavó los colmillos en el gaznate, sin piedad, y sorbió hasta la última gota de sangre. Se dejó caer de espaldas, saciado, y, solo entonces, se percató de las nubes negras sobre él y de la lluvia que limpiaba la tierra y la sangre de su rostro.

Se levantó y echó a correr nuevamente hacia el castillo, aprovechando que el sol estaría oculto durante un tiempo. Mientras corría, pensaba en August, y pensaba en Isaac, y pensaba, también, en lo que no deseaba perder. Entonces, sintió un aroma familiar y se paró en seco. El joven estaba cerca. Siguió su olor y pronto divisó una figura tirada en el suelo, junto a la orilla del río. Saltó al otro lado y se arrodilló frente a él.

—Isaac —murmuró sin atreverse a tocarlo. La túnica ya estaba completamente roja y el color pálido de la piel del chico no era buena señal, como tampoco lo era su débil respiración. Ádrian agarró la cadena que aprisionaba las manos Isaac y las hizo añicos en su puño. Le dio la vuelta y volvió a llamarlo. Entonces, el joven abrió los ojos, lentamente, y, al ver la cara de Ádrian sobre él, alzó la mano e intentó alargar el brazo para tocarlo.

—Ádrian... —susurró entre jadeos y dejó caer la mano, falto de fuerzas.

—¡Isaac! —El vampiro lo sostuvo en sus brazos y apoyó la cabeza del joven sobre su pecho. Se mordió la muñeca y dejó que la sangre le mojara los labios. Al notar el fluido, el chico abrió la boca y empezó a beber con dificultad. Pronto, pudo levantar las manos y agarrar el brazo del vampiro. Sintió que las heridas sanaban lentamente y que su cuerpo recobraba fuerza, pero no la suficiente. Ádrian apartó el brazo y apretó al chico contra sí—. Ahora debemos volver. Te prometo más, una vez estemos a cubierto. —Isaac miró al vampiro a los ojos y asintió. Ádrian lo envolvió en su capa antes de echar a correr rápidamente hacia el pueblo con él en los brazos.


Roger esperaba preocupado en casa de Anne, junto a ella y su hijo. Los tres, absortos en sus pensamientos, permanecían sentados cerca del calor de la chimenea sin decir palabra. Entonces, oyeron un grito fuera y reconocieron la voz de Ádrian.

—Imposible —exclamó Tom, que había saltado hasta la ventana y veía al vampiro acercarse con alguien bajo su capa—. ¡Son ellos! Lo ha traído de vuelta. —Corrió hacia la puerta y la abrió justo cuando Ádrian llegaba al porche. Roger y Anne permanecían de pie, atónitos, viendo como el vampiro entraba por la puerta y descubría a Isaac, aún vivo. Anne se llevó las manos a la boca y unas lágrimas de júbilo brotaron de sus ojos. Roger se dirigió hacia ellos y agarró a Isaac entre sus brazos, con fuerza.

—Pensé que te había perdido para siempre —sollozó.

—Está débil, necesita más sangre —informó el vampiro.

—Ve rápido a ver al carnicero. Dile que te dé toda la sangre que pueda —ordenó Roger a Tom, y el joven asintió antes de salir disparado fuera de la casa—. Anne, por favor, podrías avisar a todos. Tal vez podamos llenar un par de botellas más. —La mujer hizo lo que se le ordenó, aún sorprendida por los acontecimientos.

—Isaac no beberá vuestra sangre —dijo el vampiro.

—Beberá la tuya, y tú necesitarás toda la que puedas.

—Eso es cierto —admitió—. Sobre todo, porque esta noche tendremos compañía.

—Hablaremos de eso luego. Será mejor que os deis un baño. Estáis empapados.

—Yo me encargaré. —Ádrian levantó al chico del suelo para volver a cargarlo en sus brazos y se dirigió al baño.

Ádrian lo dejó suavemente en el suelo con la espalda apoyada en la pared y, mientras el agua caliente llenaba la bañera, le quitó la toga cubierta de sangre y se despojó de sus ropas también. Se metió con él en la bañera, abrazándolo mientras el agua devolvía el calor al cuerpo del joven. Tras un rato, Isaac levantó la vista y sintió una caricia del vampiro recorrer su mejilla. Mostró una sonrisa débil y acercó los labios a los de Ádrian.

La sangre del vampiro le llenaba la boca mientras se besaban. Isaac recuperaba las fuerzas con cada trago y, pronto, sus brazos atraían al vampiro con ansia, profundizando el beso. Antes de darse cuenta, tenía las piernas alrededor de la cintura de Ádrian, y este empezó a empujar suavemente. Isaac echó la cabeza hacia atrás, dejando salir un leve gemido al sentir al vampiro dentro de él. Ádrian lo sostenía en sus brazos y le recorría el pecho con los labios, sintiendo el calor de su cuerpo.

Ambos terminaron exhaustos y, en silencio, descansaron abrazados, escuchando, tan solo, el latir de sus corazones.

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Bajo la piel del vampiro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora