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Aquel sábado fue un día cambiante, el sol de la tarde a cuestas del amplio edificio opaca un poco la sonrisa con la cual la chica de nombre Yui se acercó tranquilamente a pedirme la hora para luego sentarse a mi lado hasta que llegó el momento de ingresar a por lo que estábamos inscritos en primer lugar. Pocas habían sido las oportunidades que tuve de hablar con alguien durante ese curso extracurricular, para nada relacionado con mis estudios en la secundaria, menos si no teníamos la necesidad de estar dentro de un grupo de trabajo.

Ya dentro del auditorio volvimos a sentarnos juntos, que si nombres, que si aficiones, cosas irreverentes de las cuales surgió una divertida conversación, como no la había tenido en mucho tiempo, poco o nada sentía el transcurrir de las dos horas que duró.

Orgulloso del manga que había acabado de empezar en un simple cuaderno de borrador solté el hecho de que me gustaba dibujar, tras lo cual surgió una petición suya para que le hiciera un dibujo.

Creo que me dejé llevar un poco y exageré con mis palabras, pero igualmente acepté y prometí traerle un dibujo la próxima clase, cuando ya no tuviéramos que reunirnos en el auditorio, puesto que, aunque lo ignoraba, ella y yo compartíamos salón.

Mi suerte fue tal que, incluso después de que la vinieran a recoger ese día, el viernes siguiente, en el modesto templo de la pequeña ciudad natal de mi madre, pude tener una pequeña conversación con Yui nuevamente, no se pudo extender demasiado ya que iba acompañada y yo debía volver a casa por orden de mis tías.

¿Cuál es el problema de todo esto?

Durante la semana había tenido varios problemas de comportamiento en la secundaria, por lo cual me habían castigado duramente en casa, alejándome de cualquier cuaderno que no tuviera el nombre de una materia escrito en él mientras me observaran mis padres, ambos profesores.

Hasta el sábado por la mañana todavía no había un dibujo que me convenciera de ser lo suficientemente bueno para ser digno de regalarse, de un momento para otro la confianza en mis dibujos se esfumó por completo.

Ya estando en el aula, poca o nula atención presté mientras a la clase, bajo mi banca, oculto a la vista de la mayoría, seguí tratando de retocar y pintar aquella amalgama de trazos que había realizado durante la semana anterior.

¿Ella? Pues estaba sentada bastante más adelante de mí, imagino que lo único que le importaría de mí sería la hora de salida donde obtendría un dibujo de alguien que se jactó de ser un buen dibujante.

Podría haber entregado lo que había hecho, decir que fue mi mayor esfuerzo y aceptar que había exagerado, ya que no habían pasado más de 2 años desde que empecé a tomarme algo en serio el aprender a dibujar.

Con solo 13 años no hubiera estado mal.

Pero ese mismo pensamiento, además de recordar que tuve una semana entera para hacer algo bueno y la sonrisa de aquella chica que tenía cuando charlamos, todo se enredó en mi mente.

Sencillamente huí.

Salí corriendo tras finalizar la clase, ignorando si me habrá visto o lo que pensaría de mí.

No fui capaz de disculparme, de darle un reemplazo o algo por el estilo. Lo único que hacía era observarla de vez en cuando. Hasta que acabó nuestro curso, ni siquiera ese día fui capaz de hacer algo.

Tenía miedo de volver a verle a los ojos, le había decepcionado.

A fin de cuentas, no es algo de lo que deba preocuparme por ahora, mañana empieza otro año de secundaria. He cometido un error más grave que quiero solucionar, considerando como es Sasaki y las cosas que he hecho por ella, lo más probable es que lleguemos a un acuerdo.

En este instante me pregunto, que habría sucedido, si hubiera hecho algo tan fácil como entregar un dibujo. ¿Hubiera obtenido una buena amiga durante los dos meses que restaban para terminar?

A lo mejor, para Yui, esto solo quedará como una anécdota. Aunque para mí, creo que podría nombrarlo bajo "el mal momento en el que te conocí."


Diario de una promesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora